Sobre cómo la voz y las palabras pueden llevar a la ejecución.

Reseña del libro Linchamientos digitales, de Ana María Olabuenaga

POR: Karen Gabriela Lozada González

Las redes sociales en México funcionan como un tribunal moral. Esta oración simple, conformada por un verbo, tres sustantivos y dos adjetivos, plantea el trasfondo del análisis realizado por Ana María Olabuenaga en su libro Linchamientos digitales.

En la obra, que inicialmente fue un trabajo de titulación de maestría, la autora propone como eje de discusión un tema que está presente, cada vez más, en la cotidianidad de un mundo globalizado: los linchamientos en el plano onlineLa escritora inicia su investigación ahondando en los significados históricos que tiene el término linchar, explicando que en la literatura es complicado encontrar explícitamente el concepto por las analogías a las que hace referencia. Tal es el caso de Estados Unidos, donde se relaciona con la raza, pero también con discriminación, esclavismo, pobreza, sexo y poder.

El término en sí proviene de Lynch, un apellido en torno al cual circulan tres historias singulares que dan origen a la conceptualización de linchamiento. Olabuenaga retoma, en un primer momento, la propuesta de Manfred Berg, quien lo define como “un castigo extralegal cometido por un grupo de personas que se reconocen como representantes de los deseos de una comunidad y que actúan con la expectativa de impunidad”.

La investigación continúa explorando los casos más emblemáticos de linchamientos acontecidos en México, desde Arnulfo Arroyo, joven pasante de derecho que atentó contra Porfirio Díaz y fue “lynchado” (con y por la alusión del origen estadounidense del concepto) en 1897, hasta el ocurrido en el poblado de San Miguel Canoa en el año de 1968, donde cinco jóvenes trabajadores fueron linchados por la población, acusados de ser comunistas por el sacerdote del lugar.

Con base en un análisis histórico del término linchamiento, la autora expone a los lectores su propuesta de definición: “es una ejecución sin que medie proceso legal alguno en donde un grupo de personas de manera premeditada o espontánea, pero generalmente anónima, hace justicia por propia mano”. Con la inserción de las tecnologías de la información y la comunicación se transformaron las prácticas sociales y, de igual forma, los fenómenos sociales, por lo que los linchamientos, al estar inmersos al interior del sistema social, también cambiaron. Hoy en día no se dan únicamente en el plano físico, pasan al terreno de lo intangible, del virtual, del mundo online.

Así, Olabuenaga define al linchamiento digital como “el proceso mediante el cual se desata una tormenta de indignación e ira en el mundo online a través de las redes sociales digitales contra una persona o institución, por sus dichos o hechos, sin que medie ningún tipo de proceso legal”.

Los involucrados actúan en nombre del bien (categoría moral), y buscan u obtienen un castigo offline, que va desde la pérdida de reputación, un empleo, bienes materiales o simbólicos e, incluso, la vida. Dos casos representativos son los actores sociales analizados: Nicolás Alvarado y Marcelino Perelló, ambos linchados en el terreno digital, pero con serias repercusiones en el terreno físico.

El primero, por el artículo titulado No me gusta Juanga, que marcó la salida de Nicolás Alvarado de TV UNAM, así como la pérdida de su reputación. En el artículo afirmó, refiriéndose a Juan Gabriel, “me irritan sus lentejuelas, no por jotas sino por nacas”. Las redes sociales explotaron, el total de menciones fue de 37617, siendo Twitter el principal replicador de los mensajes con 35511. El mundo online exigía que, como medida offline, se destituyera a Alvarado de la dirección de TV UNAM; la muchedumbre enardecida logró su cometido: fue linchado.

El segundo, Marcelino Perelló, exlíder estudiantil del movimiento de 1968, fue linchado por las afirmaciones que tuvieron lugar durante la transmisión del programa Sentido Contrario, en Radio unam, donde aseveró sin verga no hay violación. El mundo online, y en específico el movimiento feminista, lo linchó. El primer golpe fue lanzado por un tuit de Polimnia Romana, el golpe maestro fue dado por un influencer líder de opinión mediático: Julio Hernández Astillero, quien viralizó las palabras de Perelló. La respuesta offline fue su despido de Radio UNAM, así como la pérdida de su trabajo como docente de la Facultad de Ciencias y, sobre todo, su reputación como líder contestatario y rebelde, porque fue reducido a un misógino más.

Ejemplos como los anteriores dan cuenta de las razones que mueven a la masa, ésa de la que ya en su momento teorizaba Le Bon, al linchar a un personaje o una institución, porque en un primer momento, plantea la autora, la gente no sólo comparte contenido por su carácter informativo sino porque quiere atención para sí misma y para lo que dicen sobre ellos.

Por ello deduce que en los linchamientos digitales los individuos ya no atacan con su cuerpo, ahora su arma es la voz, ya que las palabras hieren y tienen repercusiones.

Las palabras también tienen poder y esa característica es la que marca la diferencia del desarrollo online respecto al offline. Manuel Castells dice que “el poder en la sociedad red es el poder de la comunicación” o, en otras palabras, es el poder de los discursos y del intercambio de los significados, porque el poder simbólico se construye a través del discurso.

Este poder simbólico, descrito por Thompson, consiste en la capacidad de influir en las acciones y creencias de los demás, y poder llegar a crear eventos mediante la producción y transmisión de formas simbólicas; se trata de imponer significados e imponerlos como legítimos.

En las redes sociales el individuo no sólo se sabe poderoso, está empoderado (es decir, que otros le ceden poder constantemente), e imagina que tiene poderes que en ocasiones no tiene, aunque también pierde poder al temer el rechazo de los otros y, así, reproduce los discursos de los influencers, reduciendo su participación y opinión a lo que dicen los otros, con el fin de ser aceptados y no perder su reputación.

La reputación es otro de los elementos analizados por Ana María Olabuenaga, ya que explica que se ha convertido en el pilar fundamental de la inteligencia colectiva, la opinión de los otros es una nueva forma de entender al mundo, sobre todo de aquellos que gozan de una buena reputación, dado que las redes sociales se mueven en el plano moral, así como los linchamientos.

La autora concluye su investigación afirmando que el título del libro encierra una contradicción, porque después de indagar, interpretar y analizar los fenómenos ocurridos durante un linchamiento digital se da cuenta que no se desarrollan sólo en ese terreno. Si bien inician en el mundo online se consuman en el offline, y pese a que el linchado pueda llegar a morir en el offline, seguirá vivo en el online. En las redes sociales no hay olvido.

ReFERENCIAS

  • Olabuenaga, A. M. (2019). Linchamientos digitales. México: Paidós.

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