Susana Montes de Oca. Contar historias con imágenes 

Leonardo Eguiluz

Susana Montes de Oca Alvarado.

Egresada de la carrera de Comunicación por la FES Acatlán, tomé la pre especialidad en medios electrónicos. Inició en el campo laboral en la agencia Pizarro Networks realizando video, foto y edición de contenido institucional de producto y sociales. Colabora para DÓNDE IR y La Crónica con fotografía de conciertos. Comenzó a trabajar como camarógrafa de televisión en el canal La Octava, de Grupo Radiocentro. Actualmente trabaja en Heraldo TV, donde realiza notas, entrevistas, coberturas especiales, programas de cocina y en ocasiones foto para la versión impresa.

  1. ¿Cómo llegaste a la fotografía? 

Es muy raro. A mi abuelo paterno le gustaba mucho la foto, tenía un montón de fotos y de cámaras y me atraía mucho. Creo que como era la persona que más le ponía atención en la familia a esos temas, entonces me enseñó mucho de foto. Para él, la fotografía era muy importante, porque decía que sentía a su familia cerca, a sus hijos, amigos y todo eso. 

Allí me empezó a llamar la atención la fotografía, pero tampoco le entré de lleno, porque me empezó a ganar el desmadrito. Esto pasó cuando tenía entre los 8 y los 12 años.

 

¿Tomabas fotos en esa época?

Sí, tenía una camarita que me regaló mi papá, a petición de mi abuelo. Era una cámara sencillita y mi mamá aún tiene esas fotos. También tuve una cámara instantánea de Barbie que cargaba para todos lados y solía regalarle los retratos que hacía a las personas; una tía tiene la última foto sobreviviente de esa serie.

Dejé un rato la fotografía y fue hasta la universidad donde me pidieron una cámara. Mi mamá me la compró y empecé a ver videos sobre fotografía y a tratar de tomar fotos en la calle. También en la universidad tomé un taller de fotografía digital en la FES Acatlán que no me gustó mucho y me salí. 

De repente unos amigos me preguntaron si hacía fotos de sociales, a lo que respondí que no, ya que sólo tenía una camarita Nikon 5100, pero me dijeron que era suficiente y con esa empecé a hacer fotos de bautizos. La verdad es que me la pasaba experimentando, después de todo ni era mi evento, jajajá. La verdad, salían cosas bonitas. 

Después salí de la universidad y no sabía a qué me iba a dedicar; me dije: “¡ay, a ver qué pasa!”. Estudié un diplomado y sólo me hacía falta la calificación de la materia de Televisión de un profesor de apellido Pizarro; iba constantemente a verlo para preguntarle si ya tenía mi calificación, hasta que me respondió:

—¿Que tú no trabajas? 

—¡No! –Respondí. 

—¿Haces foto?  

—Sí, un poco.

—Tráeme tu portafolio y vemos.

La mayor parte de fotografía la aprendí con él, me enseñó producto, sociales e, incluso, video.

  1. Pareciera que la fotografía, a lo largo de esos años, te decía: ¡ven a mí! Primero tu abuelo, luego tu padre, el curso en la universidad, el trabajo con el profesor, ¿cuándo te diste cuenta que te gustaba la fotografía? 

Creo que fue cuando me salí del curso de fotografía de la universidad. Pensé que no quería ver de manera académica la fotografía; quería hacerlo por mi cuenta, sobre las cosas que de verdad me gustaban, no para trabajar como fotógrafa, porque sentía que vería a la fotografía como una obligación. Allí fue cuando empecé a cargar para todos lados con la cámara. Paradójicamente, cuando empecé a trabajar de fotógrafa fue cuando empecé a aprender más el mundo de la fotografía.

  1. Platícanos sobre tu trayectoria profesional

Estuve trabajando un rato con Pizarro, al mismo tiempo hacíamos video, entonces aprendí no sólo a hacer ambos medios sino también a editarlos. Un día me escribió una chava que iba conmigo en la FES y me dijo que se iba a abrir un canal nuevo de televisión llamado La Octava y estaban buscando mujeres camarografas, cosa que yo no hacía. Ella me dijo que era lo mismo que la foto, sólo que en video a lo que le dije: “¡ah, ok!”. No perdía nada, así que fui a la entrevista y me quedé. 

A trabajar con video empecé hace unos siete años. También tenía un amigo que ya estaba trabajando en medios, en ese momento estaba en A dónde ir y me invitó a hacer fotos de conciertos, cosa que yo nunca había hecho en la vida, pero me dije: “¿qué me quita?, si no me salen las fotos, las agarra la agencia y ya”. Me acreditaron, fui al Vive Latino y allí empecé. Me hice amiga de otros fotógrafos que me daban consejos para hacer buenas fotos. Viendo mis fotos de esa época y las de ahora, siento que sí evolucionó mi trabajo. A veces hago fotos para La Crónica y ahora trabajo en El Heraldo haciendo video en tele.

¿Qué tal es el trabajo en ese tipo de medios?

Cuando entré a La Octava sí se me hizo medio pesado, porque la mayoría eran señores que llevaban muchos años en el medio y estaban queriéndome explicar, pero pendejeándome al mismo tiempo, decían: “¿cómo van a cargar ustedes las cámaras?”, o queriéndote juntar con sus hijos diciendo: “yo tengo un hijo de tu edad”. Sí era hostil el gremio, dos de mis compañeras terminaron renunciando por esos motivos. En fotografía, después de que empezó el 8 M las cosas se abrieron más, pero en video el ambiente continuó complicado; de hecho, entre mujeres en el mundo de la fotografía también es complicado, porque se hacen grupitos de las que tienen cobertura y de las que no. 

En las marchas, todos vamos por la misma nota; a final de cuentas es chamba. Recuerdo una vez, en una nos encapsularon, aquí, en la avenida Juárez, y nos empezaron a aventar gas lacrimógeno, cosa que luego negaron, pero sí era. Nos empezaron a aventar y a echar extintor en la cara. Es pesado, hubo un tiempo que pensé en ya no estar más en medios, por la hostilidad. Afortunadamente en El Heraldo el ambiente de trabajo es mucho mejor, mis compañeros son casi todos de mi edad y nos apoyamos mutuamente sin condescendencias. 

Me acuerdo que la primera cobertura que hice sola en La Octava, fue cuando se realizó el performance de El violador eres tú, aquí en el Zócalo; hice las fotografías del evento y uno de los productores, al ver mis fotos, dijo: “es que tus imágenes son muy artísticas y esto son noticias, es tele”. Le contesté: “¿por qué no te van a funcionar?”, y me contestó: “es que son muy artísticas, necesito fotos donde aparezcan todas, donde vayan caminando”. Pues todas esas las tenía, se las enseñé, le dije que no todas las noticias tenían que ser cuadradas, planas o feas; si se ven bien, funcionan.

De todos esos momentos que has vivido en los medios, ¿cuál ha sido el que más te ha gustado? 

Ha habido muchos, gracias a las coberturas que realicé he conocido muchos lugares e hice cosas que de otra forma no hubiera hecho; he volado en helicóptero, en globo; pero creo que lo que más me gusta cubrir son las marchas, porque siento la energía de la gente y, aunque sea trabajo, es muy padre contar historias. 

Cuando empezó lo del 8 M hubo un suceso bien tremendo con una chava que también se llama Susana y que la publicaron como una noticia bien chiquita. Yo no sabía quién era la chava, sólo sabía que la habían gaseado muy feo. Me pregunté por su identidad, por su familia, cómo iba la carpeta de investigación, eso es muy importante; empecé a hacer cápsulas con una reportera de La Octava, donde nos acercamos a mamás de chicas desaparecidas, víctimas de femicidios o violencia justo para ver qué necesitan o qué les sucede. Sólo escuchamos nombres, pero no sabemos quiénes son o qué pasó. 

Hicimos una sección que se llama Voces Olvidadas, donde las personas nos escribían y nos avisaban de desapariciones, e íbamos a entrevistar a la familia, y presionábamos a la fiscalía. Traté de hacer una serie fotográfica de esas personas, pero muchas veces las mamás no querían. 

Eso me gusta de los medios, que puedes tener un espacio para publicar en redes o la tele, entonces es más fácil que llegue a más personas que, por ejemplo, yo lo comparta en mis redes. Me gusta mucho poder darle voz a la gente, pienso que para eso son los medios.

Otra parte importante de tu obra es el paisaje, ¿qué encuentras en él? ¿Qué te da?

La verdad todos los paisajes que tengo, o por lo menos la mayoría, los he hecho con celular. Cuando voy a la playa me meto al mar y empiezo a hacer fotos. 

En unas vacaciones que fui con mi mamá a San José del Cabo, un pueblito al lado de Los Cabos, encontré los atardeceres más bonitos que he visto, con una gama de colores entre morados y rosas. 

Trato de buscar tomas especiales, cuando viene la ola o tormentas. Me gusta que en el paisaje las fotos nunca son iguales; ya sea la luz, el oleaje; me gusta cómo se ven las nubes cuando parecen un mar, cuando se ven como olas. 

Siento que a veces, dependiendo del estado de ánimo que uno tiene es como toma las fotos o cómo se ve el atardecer en tu foto. Sé que no tengo tanto poder para controlar el clima, pero me gusta pensarlo así.  

En tu perfil de Instagram tienes una fotografía bordada que me parece muy significativa, en la cual platicas una historia muy bonita relacionada con tu madre, ¿nos podrías platicar más sobre ella?

Cuando estaba chiquita, mis padres trabajaban todo el día, ambos eran maestros. A mi hermano y a mí nos dejaban con una señora que nos cuidaba o se turnaban para cuidarnos. Por aquel tiempo hubo una época en la que me pesaba mucho que mi mamá no estuviera conmigo; por su trabajo no podía ir a los festivales de la escuela y un día le dije: 

—Oye, má, ¿qué onda? –Me contestó que no estaba conmigo, no porque no quisiera sino por el trabajo. 

En ese momento fue cuando me dijo: “imagina que tenemos un hilito de oro que nos junta, pero es invisible y nadie lo puede ver, porque si no se lo roban. Entonces yo siempre estoy allí contigo, siempre, siempre”. Y yo dije: “¡ah, va!”.

Entonces, cuando vi esa foto me acordé de esa historia y la imprimí para bordarla, y fue lo que hice: bordé los corazoncitos y el hilo de oro que nos une siempre. Después le regalé la foto bordada y ella no se acordaba de habérmela dicho, se acordaba de haber leído esa historia, pero no de habérmela contado, ¡jajajá! Y ya después se puso a llorar.

Platícanos del mundo de la fotografía de conciertos

También es pesado y es muy competitivo, pero al mismo tiempo es muy padre, porque nunca te imaginas tener tan de cerca a los artistas estando en la barricada –que es entre el escenario y el público–, y sólo te dan tres canciones. 

Le tomaba fotos a mi hermano cuando iba a tocar con su banda en bares y eso me ayudó mucho a ver los aspectos técnicos de la cámara, los cambios de luz. Al principio me atascaba de fotos con ráfagas, ¡tun tun tun tún!, pero luego aprendí a leer el movimiento. 

Empecé a tomar fotos con los dos ojos abiertos para ver qué pasa alrededor, porque a veces pasa que estás grabando algo y a tu lado hay gente peleándose, entonces empecé a hacer así las fotos, viendo al artista y mirando el entorno al mismo tiempo. Es un género fotográfico muy retador.

¿Tu ideología influye en tu mirada fotográfica cuando tomas fotografías de marchas o eventos políticos? 

Trato de ser objetiva cuando es de trabajo. Voy por mi propia cuenta a las marchas del 8 M, a las de Ayotzinapa, a las del 2 de octubre, que son las fijas, y a la de las mamás de desaparecidos también trato de ir. Lo que busco allí es una narrativa de lo que está pasando y que englobe todo el movimiento, que tenga el mensaje que la gente quiere dar a conocer y no sacarlo de contexto, porque a veces a lo mejor te gusta mucho una foto, pero la gente al verla no va a entender el contexto y siento que ese tipo de fotos tendrías que entenderlas desde la primera lectura. 

Yo me siento privilegiada de poder acompañar a los manifestantes. A lo mejor no le vas a cambiar la vida, pero los estás acompañando. Entonces trato de que mis fotografías sean lo más respetuosas, que den un buen contexto y que no sean sólo cuando están, por ejemplo, rayando paredes. 

La verdadera nota no son los disturbios, sino que están desapareciendo 11 mujeres al día. Lo importante es que están juntas marchando hartas. Trato de que ese sea el mensaje. Tampoco pienso que sea malo tomar fotos de ellas pintando paredes, tengo muchas fotos así, y de hecho estoy a favor de que rayen todo. 

En el caso del 2 de octubre o Ayotzinapa, trato de no retratar a los anarquistas, porque ellos te piden que no lo hagas y porque no es la idea de mostrar sólo ese aspecto.

¿En qué autores te inspiras? ¿Dónde abrevas para crear? 

La verdad es que mucha inspiración son amigos o conocidos, porque igual van por esa línea de tratar de mostrar así las cosas. No tengo específicos, pero cuando voy a exposiciones de foto veo otras obras y también en el feed de las redes de perfiles de amigos que les gusta la foto y de esa manera educo mi ojo. 

Por ejemplo, tus fotografías, me gustan mucho tus paisajes. 

—¡Gracias amiga!

Entonces siento que va más por allí, de personas de mi círculo.

¿Qué le dirías a las mujeres que están pensando en dedicarse a la fotografía?

Que no les dé miedo, que no se achiquen. Ahorita el espacio es muy amplio para nosotras; la verdad es que sí se ha abierto un camino para las chavas en la fotografía, entonces que lo aprovechen; que se me metan a concursos; que cuenten las historias de su familia o de lo que sea para empezar.  

A lo mejor en exposiciones van a ver siempre los nombres de las mismas chavas y a lo mejor eso te bajonea un poco, a mí me pasó. Pero a pesar de todo esto, les recomiendo que se avienten, que se acerquen a sus amigos, porque hacer redes es muy importante. Todas las chambas que he tenido han sido gracias a los amigos que hice en la universidad. 

Les recomiendo que no se cierren, que no vean como competencia a otras personas, porque lo que te limita no es el trabajo de otra persona sino tú mismo. Las animo a que hagan lo que quieran. 

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