Entrevista Archivos - MediacionesCCH https://mediacionescch.com/category/10secciones/entrevista10/ Revista digital del CCH. Proyecto independiente de literatura, investigación y divulgación cultural. Fri, 18 Oct 2024 20:54:47 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.1 https://mediacionescch.com/wp-content/uploads/2020/08/cropped-imagotipo-32x32.png Entrevista Archivos - MediacionesCCH https://mediacionescch.com/category/10secciones/entrevista10/ 32 32 Cinthia Reyes Jiménez. Comunicación, solidaridad y vocación. https://mediacionescch.com/2024/10/cinthia-reyes-jimenez-comunicacion-solidaridad-y-vocacion/ Fri, 18 Oct 2024 20:26:03 +0000 https://mediacionescch.com/?p=7059 El cargo Cinthia Reyes Jiménez. Comunicación, solidaridad y vocación. apareció primero en MediacionesCCH.

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Cinthia Reyes Jiménez. Comunicación, solidaridad y vocación.

Fernando martínez vázquez

 

Cinthia Reyes Jiménez.

Profesora de Tiempo Completo, Titular A. CCH Sur. Licenciada en Psicología Educativa y Licenciada en Comunicación Social, maestra en Educación Media Superior. Ciencias Sociales. (MADEMS), imparte las asignaturas de Taller de Comunicación I y II, forma parte del Seminario Permanente de Comunicación (SEMPERCOM) desde el 2001, miembro de las Comisiones Especiales para la Actualización de los Programas de Estudio de la materia de Taller de Comunicación I y II del CCH en el 2016 y 2024, representante del Área de Talleres ante el Consejo Técnico del CCH 2022-2026. Formé parte del Consejo Editorial de la revista “Poiética. Docencia, investigación y extensión”. Coautora del libro “Entre pizcas y barbechos. Alternativas del desarrollo local”, editado por Enlace y Comunicación, también soy coautora del libro “Ciencias de la Comunicación II” publicado en la editorial Santillana y coautora del libro “La urdimbre escolar: palabras y miradas” publicado por la UNAM. Ponente en congresos nacionales e internacionales con el tema de educación y evaluación.

Fernando (F): —Vamos a empezar esta entrevista con la maestra Cinthia Reyes Jiménez, profesora del CCH Sur desde hace 22 años, eso dice…

Cinthia (C): —En enero cumplí 23 años. 

Fernando: —¿Cómo te defines en este momento de tu vida?, porque no sólo nos interesa el aspecto académico sino el aspecto humano que está detrás de ti como profesora. 

Cinthia: —Pues… es un poquito complicado, porque me defino como maestra. Precisamente ayer estaba pensando en qué voy a decir, para qué lo voy a decir o cómo lo voy a decir; a mí me queda claro que, prácticamente, llevo la mitad de mi vida siendo profesora. 

Estoy por cumplir 23 años en la UNAM, pero este año también cumplo 50 de edad; entonces, la mitad de mi vida he sido docente. De esos 23 años, ubico que los últimos 22 han sido de tiempo completo. Mi vida sí la mueve la docencia, y un poco, ayer trataba de recordar, bueno, ¿quién era yo antes de la docencia? Tengo dos carreras, me inicié en la licenciatura de Psicología y después hice la de Comunicación, así como la maestría. 

¿Quién soy? Soy psicóloga, soy comunicóloga (ríe), soy docente. ¿Cómo llegué a la psicología? Es curioso, porque pareciera que mi formación académica siempre ha aterrizado en la docencia, no sé… de pequeñita sí quería ser maestra. Era quien les daba clases a mis muñecas (ríe), siempre me ha gustado. Si pudiera contestar, ¿por qué llegué a la docencia? Respondería que porque crecí siendo docente. Le enseñé las tablas de multiplicar a mi abuelito; mi abuelito no sabía ni leer ni escribir y cuando yo estaba en quinto de primaria, mi mamá empezó a trabajar, mi papá ya trabajaba, nos dejaron a cargo de mis abuelitos. Le empecé a enseñar, me compraron un pizarrón, de esos que tienen un ábaco arriba y que venden en los mercados; ahí le enseñaba, según yo, la maestra, a mi abuelito. No le enseñé a leer ni a escribir, pero sí le enseñé las tablas de multiplicar, porque, además, para que te den el cambio y hacer las cuentas, sí se necesitan los números. Le enseñé las tablas de multiplicar, estaba en la primaria. 

Una vez me preguntaron qué quería ser y yo dije: “maestra de niños que no pudieran aprender”. Mi mamá me decía, “¿cómo que de niños que no quieren aprender?, entonces, ¿para qué les enseñas?”. Se va a oír un poco extraño, pero yo le aclaraba: “niños que no puedan aprender”. Lo anterior me llevó a trabajar en uno de mis primeros empleos como auxiliar en una escuela de personas con parálisis cerebral, se llama APAC, aún existe. Tenía 15 años cuando empecé a trabajar, cuando salí de la secundaria, hice mi bonito examen para la UNAM, no me quedé, así que empecé a trabajar en esa escuela, sin ser docente ni tener ninguna preparación, era auxiliar. Era quien sacaba las mochilas, les daba las libretas a los niños y yo creo que fue donde decidí que esto de la docencia es algo maravilloso.

Me tocó trabajar con niños ciegos, mudos, sordos, con retraso mental, de todo, y además parálisis cerebral, algunos con más o menos daños. Ahí estuve un año, hasta que me quedé en la Preparatoria 1, tenía la opción de dejar de trabajar y seguir estudiando, pero no, así que continúe con ambas, aunque en 6º año ya no pude. Me parece que eso hizo que me decidiera por la psicología, en esta escuela lo que más había eran psicólogas, por lo que cuando terminé la prepa, yo tenía muy claro que lo que quería estudiar era psicología. 

Terminé la carrera de Psicología y empecé a trabajar. Mi primer empleo como psicóloga fue en la guardería del mercado de Xochimilco; en medio del mercado hay una guardería para todas las mamás de los puestos de las naves grandes. Ahí estuve un rato, después me pasé al Cecoi, que son Centros Comunitarios Integral y que no sé ahora cómo se llaman, quizá serán las Utopías o algo así. Cuando estaba trabajando en los centros comunitarios, me conectaron con una ONG, se llama Enlaces, Comunicaciones y Capacitación. Esta ONG busca el desarrollo participativo, el desarrollo de comunidades o, más bien, la gestión para el desarrollo de la comunidad, pero su característica es que trabaja con comunidades indígenas en la Ciudad de México, está también en Chiapas, Oaxaca y en Querétaro. 

Cuando entré, se abrió una sede en Xochimilco, necesitaban colaboradores y entré a trabajar a Enlaces. Curiosamente, con quienes más trabajaba ahí era con mujeres indígenas y, cuando estoy en Enlaces, también inicio en CCH. Todavía llevé a muchos de mis alumnos; creo que las primeras seis generaciones conocieron Enlaces Xochimilco; recuerdo, por ejemplo, que hacíamos unas posadas con todas las comunidades o las bases donde estaba Enlaces, en todas las colonias con las que trabajábamos en el centro comunitario. 

Por la carga de trabajo, porque nacieron mis hijos, me tuve que estacionar en un solo lado, era muy pesado. En Enlace teníamos que viajar mucho a las sedes, de repente se hacían reuniones en Chiapas o en Oaxaca, en Querétaro, en Puebla. Cada tres meses se hacían reuniones de todas las sedes e iban cambiando y teníamos que ir. Llegó un momento en que era el CCH o Enlaces. Me decidí por el CCH. Éste es el recorrido del antes del CCH y hasta ahorita.

Fernando: —Platicabas de una semilla de tu vocación, que era tu familia, me gustaría que nos hablaras más de esto, ¿qué otros aspectos de tu familia te detonan este gusto y esta pasión por la docencia?

Cinthia: —Soy la segunda hija de cinco hermanos; los hermanos más pequeños son gemelos, por el tipo de nacimiento que tuvieron, presentaron problemas de maduración y, ahorita que mencionas lo de la semilla, yo ubico que, siendo muy pequeña –nos llevamos cuatro años– yo tendría como 4 o 5 años, los llevaron a muchas terapias. Me acuerdo que mi mamá se la vivía en el Hospital de Pediatría, el que está ahí en Insurgentes y Periférico. Todo resultó muy bien, pero cuando estaban en la etapa preescolar, en el kínder, mi mamá los seguía llevando a terapias y me llevaba con ellos, porque no tenía donde dejarme o más bien porque éramos muchos, no podía dejar a tres al cuidado de mi abuelita, y lo que hacía es que me llevaba a mí y a los gemelos.

Entonces, mis hermanos entraban a terapias de lenguaje, a terapias de aprendizaje. Y nada más, a mí me sentaban al ladito. No me podían sacar a la sala, porque era una niña también. Entonces yo me chutaba las terapias. Pero lo que a mí más me atrapaba eran las maestras, o sea, cómo hablaban con los niños, lo que les enseñaban.

Había una pequeñita que tenía problemas de desnutrición, a mí esa niña me impactó muchísimo, porque era de estas niñas, de estas imágenes que salen de África, de niños que ya están en los huesitos y con un estómago súper abultado. Había una niña así y no podía sostener el lápiz. Yo me acuerdo, las maestras prácticamente la abrazaban y le tomaban su manita. O sea, con mucho cuidado con esa niña. Sí vi cómo después ya escribía, agarraba el lápiz y yo decía, ¡guau! Esas eran cosas que a mí me gustaban. A lo mejor no las entendía muy bien, pero me atrapaban. El ver a las personas enseñar o compartir con los demás siempre ha sido algo que a mí me llama la atención. Es la historia que me vincula de manera vivencial con la docencia, eso también me marcó. Además, fueron tres años que acompañé a mi mamá.

Cuando entro a APAC, regreso a este mismo ambiente. Y eso es lo que le dije a mi mamá, yo le quiero enseñar a niños con problemas, porque una de mis vecinas tenía parálisis cerebral. Entonces, incluso entro a APAC, porque esta vecina le comenta a mi mamá: “pues si le gusta eso de darles clases, si quieres la llevamos”. Y me llevaron. Porque pasa algo curioso a ésta que era una jovencita, había una niña que se veía un poco más pequeña por su dificultad, la parálisis cerebral en las cuatro extremidades. Movía poco los brazos, pero las piernas nada.

Y curiosamente, aunque no tan curioso, la gente le tenía miedo, porque además no tenía control muscular. Entonces, cuando hablan, pues se arquean, se mueven muchísimo. Sí, es impactante estar frente a alguien que va a emitir un sonido y se mueve todo. Yo no le tenía miedo. Le decía a mi mamá, “si no entro a la prepa, quiero entrar a trabajar”. “¿Y no te gustaría acompañar a Marina”, que, además, ya falleció. Y fui dos veces y me gustó; me gustó muchísimo el lugar, que tenían una alberca de terapias, y eso me gustó más.

Me gustó la escuela, el espacio, y preguntaron si podía ir como voluntaria, y dijeron que sí, y ahí fue cuando entré como seis meses, y ya después me contrataron, me pagaban poquito, pero fue mi primer empleo, y además era un salario raro, porque como yo era menor de edad, tampoco me podían contratar oficialmente; me pagaban como sombra, les dicen, o sea, estas personas que van a acompañar a los niños todo el tiempo, a mí me pagaban así, como una sombra, pero en realidad, pues yo iba como auxiliar, entonces, era otra parte.

Fernando: —Veo que hay una vocación por ayudar, ¿por qué decides ayudar?, ¿por qué eso es algo que traes en tu ser?

Cinthia: —Me acaba de pasar algo en el Colegio, precisamente, así fuerte, fuerte, fuerte, porque no concibo que exista la violencia ejercida y más con los iguales. No, no puedo, no sé, ver que maltraten a un pequeño, que se maltraten entre compañeros, entre estudiantes, no, no puedo. La desigualdad, la agresión o la injusticia, me pega siempre, siempre me pega.

La semana pasada vi cómo se iban a pelear unos alumnos, y en esa pelea la novia del que le iban a pegar, cuando vio, pues, que eran muchos los que le iban a pegar, y que eran chavos malos. Empezó a gritar y a manotear, “ya, déjalo en paz”. Yo iba pasando. Entonces, veo que se empiezan a juntar, empezaron a encapsular al chavo. El novio, para que ya no siguiera gritando la chica, prácticamente la tacleó, y le tapó la boca como diciendo, “no me ayudes”, pero la otra seguía manoteando y gritando, y yo, me preguntaba, ¿qué les pasa? Ya eran muchos, y además yo estaba lejos. Y pensé, voy a grabar, saqué mi teléfono, para que vieran que yo estaba grabando. Dos tipos que son los que dirigían la pelea, se me enfrentaron. Me amenazaron, me gritonearon, sí sigue sorprendiendo que nadie se metió. No podría, no concibo, este mundo que tiene tantas cosas bellas, pero también tiene cosas muy terribles y no podemos fingir que no están.

Me preguntas por esta parte de ayudar. Incluso no sé si es ayuda, pero yo no puedo, no puede uno ser omiso, y mis hijos lo saben, cómo ver la injusticia, la desgracia. Es ver que pasa algo y ponerse en el lugar del otro y pensar que en ese momento alguien me podría ayudar.

En una ocasión íbamos por una avenida, a un lado en una motoneta iba una mamá y atrás iba el pequeño, venían de la escuela, porque el niño traía uniforme y su mochila. Al dar la vuelta y se cayeron. Yo venía atrás, no sé cómo atravesé el carro, porque pensé, “no los van a ver”, y como ahí está el retorno, “alguien puede dar la vuelta y los va a atropellar, los va a aplastar”. No sé cómo le hice y atravesé el carro, abrí la puerta para que se dieran cuenta de que estaba parado mi auto, usé las intermitentes y brinqué para levantar al niño, lo senté, pobre estaba todo pálido. No sé, no podría ver algo así y sin poder ayudar, eso siempre me ha pasado por la cabeza.

A veces me pasa con los alumnos, de repente, cuando tienen verdaderos problemas. Hay momentos que me han quebrado en la escuela, porque me entero de cosas que les ocurren. Para mí es prácticamente imposible no estar con esa persona que en ese momento lo necesita. Un alumno me decía, “no entiendo por qué me ayudó, si yo me salí de su clase como a las dos semanas”; y al final, le faltaba, creo que una materia o algo así para poder salir, ya no tenía oportunidad, se había quemado sus extraordinarios, y no había posibilidad y necesitaba registrar su último extraordinario, no podía registrar otro extra por la computadora, ya había acreditado creo lo de los sabatinos. Le decía, “¿cómo te vas a quedar por una materia”. Hablé con la de Control Escolar, con el de Estudiantiles, y le dejaron registrar un extraordinario más y con esto salió de CCH.

Me decía que me quería llevar un obsequio o algo así, y me dije, “no, no lo necesito, con que me digas que sí pudiste salir, para mí es más que suficiente”. Y creo que es eso, el ponerse en el lugar del otro y ver que cuando te pasan cosas así, el que alguien te tienda la mano, te ayuda, te hace ver las cosas distintas. Y pienso que eso es lo que busco hacer siempre, ponerme en el lugar del otro y según yo, tratar de apoyarlos.

Fernando: —Por ejemplo, explorar una parte de lo que comentaste ahorita, antes de pasar a otras preguntas. Dices que no te quedaste en la prepa en un primer intento. ¿Cómo viviste esa no aceptación? ¿Cómo viviste ese momento en el que te dijeron que no estabas dentro de la institución?

Cinthia: —Nunca lo viví como “se acabó mi vida” o algo así, ¿no?, porque, además, yo recuerdo que lo primero que me dijeron, cuando me llegó mi sobre grande, que era la forma en la que te enterabas que no te habías quedado, te regresaban todos tus papeles, mis papás me dijeron, “pues el siguiente año vuélvelo a hacer, espérate y lo vuelves a hacer”. Dije que sí, porque en el fondo sabía que no había estudiado lo suficiente. Si me preguntas, sinceramente, no, no me había preparado para ese examen. Prácticamente es lo que les pasa a los chicos. Todavía están en la secundaria cuando les dicen, “¡ve y preséntate al examen!”. Y así como, ¿qué?, ¿cómo? Y así te presentas. Yo siento que no era tanto como ahora, todo este ritual de los cursos y el estrés, ¿no? Bueno, a mí no me tocó todavía ese estrés o esa presión. Yo lo vi como la cosa más normal. O sea, cero preocupaciones.

Claro, no es agradable, “¡Ay, no me quedé! Pero ahora para el otro examen  estudio más”. Ubico que me preparé, como no tienes idea, para el segundo intento, me quedé en mi primera opción en la mañana con un buen puntaje. Y ahí es donde descubrí la diferencia entre prepararte para algo. Y en el segundo intento le eché muchísimas ganas y me quedé.

Fernando: —¿Cómo se da este encuentro con la comunicación? Porque estudiaste Psicología Educativa, ¿por qué decides estudiar Comunicación?

Cinthia: —Estudié comunicación para seguir dando clases. Cuando yo entré a dar clases al CCH fue porque una maestra pidió licencia a mitad de semestre, y tenía treinta horas, ¡imagínate!, de un momento a otro dijo, “me voy seis meses”. Ahora lo entiendo, no tenían quién la cubriera, cinco grupos. Recuerdo que me preguntaron si estaba titulada porque, además, ese era otro problema. Creo que en la generación en la que entré el Colegio se enfrentaba con el problema de que había muchos maestros que no estaban titulados y daban clases, entonces en esa generación ya no te podían dar más grupos sino estabas titulado, no era fácil mover a los maestros si no tenían título.

Lo primero que me preguntaron fue, “¿está titulada?”. “Sí”. Entonces me dijeron “Preséntese mañana”. De la noche a la mañana ya tenía cinco grupos, porque dentro del perfil profesiográfico estaba la licenciatura en Psicología. Y bueno, si analizas un poco lo que es Taller de Comunicación I, la comunicación humana, sí tienes las bases. A mí me encantaba dar Comunicación I en sus primeros momentos, pero cuando llegué a Comunicación II, lloraba. No tenía las bases. Por esto siempre le estaré tremendamente agradecida a la maestra Silvia Edith Segura y al maestro Manuel de Jesús Corral, porque en la tercera clase que di, al final, se paró un señor grande en la puerta de mi salón y me dijo, “usted es la nueva maestra”. Yo pensé que me iban a correr, “sí, soy yo”. Me dio en unas hojas los programas y la carta descriptiva. En el programa extendido había muchas cosas que no entendía muy bien, para ser honesta. Él me dio el resumen, se presentó y me pasó a saludar muy amablemente.

Al siguiente semestre, cuando empecé a impartir Taller de Comunicación II, que fue a los pocos meses, yo ya era parte de un seminario, lo que muchos profesores no, porque en el primer año andas muy desorientado, entonces llegas a grupos que te ayudará a desarrollarte. A los tres meses ya tenía grupo de trabajo, me invitaron a una reunión que hubo en CCH Sur donde estuvo Flora Huerta, o sea los fundadores de Taller de Comunicación, Yo asistí y no entendí absolutamente nada, no sabía qué estaba haciendo, estaban preparando el siguiente semestre de Comunicación. Atendí todo lo que decían, me dieron materiales y todavía guardo el paquete didáctico que en ese momento había coordinado el papá de la maestra Haideé (Heliodoro Jiménez), por eso también fui a esa reunión.

Desde ese momento, llegué a Taller de Comunicación II emocionada, porque pensé “¿a poco aquí también se hacen amigos? Amigos maestros”. Quien me comentó fue la maestra Silvia Edith, “como eres psicóloga, te va a costar trabajo, sería más fácil si tuvieras la licenciatura en Comunicación”. En septiembre de ese año, empecé la carrera de Comunicación, hice el trámite en el mundo de los libritos nuevamente. Yo estaba estudiando y dando clases de comunicación, así es como llegué a la carrera de Comunicación.

Fernando: —¿Recuerdas cómo fue esa época?, ¿ser estudiante y profesora al mismo tiempo?

Cinthia: —Fue una locura. Me quedé con tres grupos de comunicación en la tarde. Primero sólo me asignaron dos grupos. Y yo dije, “ahora es cuando”. Empecé a estudiar la carrera de Comunicación y en la tarde tenía dos grupos, llegué a tener hasta cuatro grupos de comunicación mientras estudiaba. En la mañana aprendía algo de semiótica, y en la tarde iba y lo aplicaba; me encantó, a mí me gustó mucho. Al final del semestre terminaba con culpa, no saber si me entendían, pero era maravilloso porque trataba de transmitirles mi asombro por los temas, yo ubicaba bien los temas de la comunicación humana, me defendía bien, pero en comunicación masiva no tanto y fui aprendiendo la materia, la disciplina; siento que me hizo crecer mucho como docente. 

Estaba en el famoso equipo del Sempercom, donde aprendí muchísimo; recuerdo que durante las primeras generaciones me abrazaba a un paquete didáctico y no lo soltaba. En las cuatro horas, lo que decía el libro yo lo aplicaba, en cada sesión, no me movía de las actividades del paquete, si no entendía algo muy bien, le preguntaba al doctor Corral; me acuerdo que incluso él me prestaba sus materiales, sus cartulinas, un tríptico enorme que hizo de los tipos de comunicación; te estoy contando de hace más de veinte años. Primero aprendía de eso que me prestaba y después utilizaba los materiales con mis alumnos. Entonces, a estas primeras generaciones creo que les di más Psicología que Comunicación, la verdad.

Fernando: —Oye, antes de dejarlo pasar, ¿cómo llegas al CCH?, ¿ibas pasando por el CCH o cómo haces contacto?

Cinthia: —Conocía a dos maestros en el CCH, cuando llegué creo que ellos ya tenían como 10 años; los conocí por el que ahora es mi esposo, eran sus amigos, una maestra que se fue de licencia por estudios conocía a uno de estos maestros. Entonces cuando se da, me dijeron, “pues ve, deja tus papeles”. Te digo que lo primero que hicieron fue preguntarme si tenía título. Fue algo así como un jueves y no sabía dónde era, además yo estudie en prepa 1, entonces no ubicaba que existía otra escuela que se llamaba Colegio de Ciencias y Humanidades,  no tenía otro referente.

Fernando: —También tienes sentido de tu experiencia como preparatoriana, ¿cuáles fueron las dificultades que encontraste como profesora?

Cinthia: —Cuando los alumnos me preguntaban. Recuerdo que ya daba clases en los dos turnos, pero en el turno de la tarde había un alumno que era maestro de tenis, una vez me dijo, “cálmese, maestra, si quiere hacemos otra cosa”, y yo sólo me puse más nerviosa. Me costó mucho trabajo, porque además yo venía de la prepa, donde no éramos tan preguntones, sólo era hacer y hacer cosas. En el CCH preguntaban mucho, acostumbrarme me costó, sufrí. Además, sin experiencia ni nada, sí me llegaron a cuestionar los alumnos. Al principio eso me costó mucho trabajo y sí llegué a pensar, “¿qué hago aquí?”.

Me acuerdo que una vez dejé una lectura, donde el libro decía que hiciéramos un mapa conceptual. Un alumno propuso que “la lectura se hiciera en casa, porque era muy extensa, y el mapa lo hacemos en la siguiente clase”, y yo, “pero es la actividad, no se puede”, y todos propusieron que lo hiciéramos en la siguiente clase; terminé haciendo lo que ellos decían. Así me pasó muchas veces, terminaba cediendo, porque era uno, pero se replicaba rápido. Se me ocurrió hacer un examen y terminé haciendo el examen a libreta abierta y eso me costó mucho trabajo; ya ni hago exámenes. Yo venía de la educación tradicional, donde los alumnos sólo eran quienes recibían información, y llegar a un grupo donde eran contestatarios, luego me veía muy inexperta; si lidié con algo los primeros años, fue con eso. 

La experiencia más difícil es cuando me toca acompañar en la parte de ser docente; una vez una alumna me dijo, “¿no me puedes poner el siete?”, y como no se lo puse, me dijo, “pues no importa, déjame el seis, no aprendí nada contigo”. Me pegó muchísimo, es la única, jamás alguien lo ha vuelto a decir. Se ve en redes, más ahora, antes era difícil encontrarlo, ahora aparece en todos los inicios de semestre que ponen el nombre del profesor, y piden referencias y se suelta la cascada; apenas leíste un comentario que pusieron como su historial y aparecen todos los nombres. Estaba mi nombre y dije, “¿cómo de que no?”. Díganme, ¿a quién no le da curiosidad? Darle clic a los comentarios; sí encontré dos comentarios míos que decían que era muy buena onda; aprendes mucho con ella, eso te engrandecen el ego, pero dices, “bueno, pues si fuera mala, también lo iban a poner”, como que ahí no hay un filtro. 

A veces sí me han dicho, esto me fue muy difícil, los comentarios que más me llaman la atención es cuando ya les entregaste calificación y te hacen comentarios, que conservas. En estos 23 años nadie me ha vuelto a decir, “no aprendí nada contigo”, y creo que ha sido el momento que me cimbró. Cuando terminábamos clases, yo pensaba, “¡ay, que no se pare alguien y me diga: no aprendí nada contigo”; o sea, sí me marcó. Ya después yo estudiaba más para que aprendieran algo conmigo.   

Fernando: —¿Has tenido algún momento o alguna crisis de vocación en la que digas: “esto no es lo mío, ya me voy”?, ¿por qué o cuándo?

Cinthia: —Cuando me dijeron “no aprendí”, quería darme la vuelta y no volver. También cuando falleció la mamá de una alumna; eso me ocurrió cuando empecé a dar acompañamiento psicológico, me empezaron a desbordar los casos. A una alumna la empecé a ver muy triste, se me acercó y me dice que su mamá estaba enferma de cáncer; le pregunté, “¿cómo va tu mamá?”, “la hospitalizaron”, y en un semestre se murió la mamá. Me dolió tanto que dije, “no quiero vivir las vidas de los alumnos, porque sé que me va a llegar”, esa vez sí dije, “¡ya no quiero ser maestra!”. Sí me he cuestionado mucho eso, cuando te enfrentas a los problemas de los alumnos y no puedes hacer nada; por ejemplo, en la pandemia también se me suicidó una alumna y que se sueltan a llorar en la sesión. 

Una vez les propuse que llegaran a sus casas, cerraran los ojos y les tocaran el rostro a sus papás; no podían creer la sensación que habían tenido, o sea, “he vivido más de 15 años con esta persona y nunca le había tocado la cara, ¿cómo es posible? Nunca me había acercado a esta persona”. Y me dijeron, “hasta sentí como mis vellitos se erizaron”, y se emocionaron. ¿No somos muchas veces precursores para que los alumnos puedan ver otras realidades?, ¿para que se enfrenten al mundo, para que reconozcan? Es que hay algo más, no solamente somos guías. Yo creo que ese es el papel que tiene el docente y más. 

En las edades con las que trabajamos, que es el final de la adolescencia y el comienzo de la juventud, de ser joven y todo, estamos en esa transición. Me parece, entonces, que los docentes, en este momento, en la etapa de vida de nuestros estudiantes, sí somos en muchas ocasiones, que lo he escuchado de gente adulta, el bachillerato es un momento donde cambia la vida. Por eso decidí ser esto. Cuando los alumnos descubren, incluso, hasta su vocación, te das cuenta de que no fuiste guía sino precursor de algo que ellos no tenían en su radar. Eso no se adquiere, es algo más y muchas veces es el papel que tenemos los docentes.

Fernando: —En este rol de ser maestros, guías, que comentas, ¿quiénes fueron los tuyos? Y ahora, como profesora, ¿quiénes son?

Cinthia: —Ya mencioné dos: el maestro Corral, que es doctor, pero además fue mi maestro y la maestra Silvia Edith, quienes me introdujeron a la docencia. Otro maestro que me ha enseñado a escribir, a hacer proyectos, además de algo que entendí y me fascinó: “cuando somos maestros tenemos no sólo la oportunidad de estar en el salón de clases sino de que todo eso que se genera, el contacto humano, te permite muchas otras cosas. Te permite hacer investigaciones, revistas, diplomados y sí –tú–, quien me enseñó esta parte. Un maestro que reduce su práctica a dar clases es un maestro que pierde muchas cosas”.

Por ejemplo, el día que presenté un libro en la FIL de Minería, recuerdo el recinto, maravilloso y mi familia ahí, en la UNAM. Es un momento de realización, es maravilloso, aparte de escribir libros, compartir con el otro a través de un texto, con una estructura específica y todo eso, me lo enseñó el maestro Fernando. Esa parte siempre la he visto así, esta parte seria del trabajo de un docente, lo reflexioné más y somos docentes investigadores. Si no sería prácticamente un desperdicio que sólo nos quedáramos en la docencia, que te da mucho: preguntas todo el tiempo, te hace reflexionar, tener nuevas ideas, y que se quede ahí y que el siguiente año otra vez dar mis clases. Me parece que vivimos en un mundo que mueve tanto tu cabeza que no te da para más, y sí, uno de mis maestros, también mi guía, ha sido nuestro Fernando de CCH Naucalpan.

Más atrás, mi maestra de literatura de la preparatoria nos mandó una vez a hacer entrevistas a los del exilio español, que se reúnen en un restaurante español en el Centro, entiendo que hacen una comida anual. Primero nos dio lecturas y luego nos preguntó si no nos gustaría conocer a los nietos de la gente de esas vivencias de exilio. A tres compañeras nos mandó a entrevistar a los españoles y este inicio me encantó, esas maestras que te sacan del aula, a mí esto me fascinó. Quizá fue tan significativo que es lo único que recuerdo, pero no recuerdo a otro maestro o maestra de la prepa que nos haya dicho, “salgan, vayan, conozcan”. A lo mejor, pues sí, a una biblioteca, no nos mandaron nunca a la Biblioteca Central, nunca.

En el periodo de la secundaria, mi maestra de Educación Cívica me dijo, “afuera de tu casa puedes cuestionar, puedes hacer, decir, etcétera. Pero cuando estés en tu casa, recuerda que a tus papás les debes mucho, y que una forma de reconocer es respetar a tus papás”. ¿Por qué lo dijo? No lo sé, nos lo dijo a todo el mundo, pero a mí me hizo mucho ruido. “A los papás se les debe respetar, han dado mucho por ti y muchas de las cosas que tenemos en este momento, en este salón, lo que tú eres y tienes, es porque atrás de ti hay unos papás. Aprendamos a respetar a los papás.” Eso me gustó mucho, muchísimo. De la primaria no me acuerdo y del kínder tampoco.

Fernando: —Explorando otros ámbitos, ¿cómo fue para ti vivir la maternidad con la docencia? ¿Qué tan complejo fue o cómo viviste esta situación? ¿Cómo vives esta situación de ser mamá, esposa y además profesora?

Cinthia: —Empecé la segunda carrera de Comunicación ya dando clases en el CCH, incluso asistiendo a la ONG, imagínate, me embaracé. Fue muy bonito, porque me tocó ir a Chiapas a estas reuniones trimestrales que te conté anteriormente, fue de las últimas, si no es que la última. Fuimos a la selva a una ceremonia muy bonita con ludotecas a través de la Unicef, el camino fue muy largo en horas y difícil por la falta de transporte y comunicación entre poblados.

Cuando regresé a la ciudad me puse muy mal, empecé a vomitar, yo pensé que era el estómago, por el agua de río, que a lo mejor era tifoidea, pues no, creció y creció: estaba embarazada. Daba clases, empecé la licenciatura y estaba embarazada. Fue una de las razones por las que ya no continúe en la ONG, ya mejor lo dejé. Para mí la maternidad fue hermosísima, porque Cami, que es mi primer hijo, no me acompañaba a las clases, pero sí a las reuniones con los maestros, yo me acuerdo muy bien que en CCH Sur hay un salón que se llama la sala Azul, que está alfombrado y pedían ese salón para las reuniones del seminario. Cami podía gatear, luego yo me lo cargaba aquí, además de que fue muy tranquilo, nunca me pesó, además de que conté con la maravillosa fortuna de tener una pareja increíblemente solidaria y una suegra que siempre me apoyó, con mis dos hijos, siempre me apoyaron.

En algunas clases de la licenciatura me llevaba a Cami siendo un bebé de meses, incluso cuando cumplió un año, una de mis compañeras le llevó un regalito, mis compañeras lo conocían. Las veces que lo llegué a llevar era como su mascota, yo creo, pues mis compañeras eran más chiquitas, y yo era una mamá, además trabajaba en otro lado, sí era una generación más arriba que ellas; les gustaba cargar a Cami, entonces sin problemas cuando lo llevaba. En CCH Sur llegaba con él y era como la mascotita, el doctor Corral se acuerda de él, lo quiere mucho por eso, porque lo vio desde bebecito y decía que éramos tan aburridos que lo dormíamos, siempre que terminábamos las reuniones, él ya estaba dormido.

La maternidad no fue muy complicada, a donde voy, van mis hijos, entonces ellos conocen perfectamente el CCH, cuando ya se aburren me dicen, “oye, te alcanzo en el CCH”, y llegan ahí. He tratado de compartir con ellos, les gusta que sea maestra. A Cami le costó mucho, él entró a la Prepa 1 y le costó mucho matemáticas, entonces tuvo que ir a asesorías, donde conoció a una amiga y resultó que me conocía, y que mi clase le gustaba. A Cami le gusta que sea maestra.

Recién un alumno se acercó muy tímido a preguntarme cómo era estudiar la carrera de Comunicación, le platiqué un poco y al final me dijo que se había decidido por estudiarla. Esto se lo platico a mi familia, en esta parte no me ha costado mucho, porque yo ubico que han sido quienes me han contenido, les comparto muchas cosas. Sí soy de las maestras que obligo a mis alumnos a que vayan al Centro Cultural Universitario, que además está atravesando la avenida. Entonces, cuando los mando, siempre voy con mi familia. Mi segundo hijo acaba de terminar la secundaria, una de sus maestras, “de castigo” les mandó a ver una obra de teatro al Centro Cultural, ninguno de los compañeros de mi hijo sabía qué era. Mis hijos se la viven en esos espacios una vez al mes, desde que aprendieron a caminar, han crecido conmigo siendo maestra y me parece que lo hemos combinado bien.

Fernando: —¿El ser maestra te ayudó a ser mejor mamá o viceversa o no?

Cinthia: —Sí, yo creo que sí. Pero donde más me ha ayudado es estos momentos, cuando mis hijos tienen la edad de mis alumnos, porque es curioso, pero no te los imaginas allá afuera y la realidad es que en la casa somos una cosa, en el trabajo somos otra; en la escuela somos personas distintas, porque nos relacionamos en espacios distintos. Ahora que mis hijos se han ido a la prepa es diferente, porque en la secundaria te mandan llamar, vas a los festivales y en la prepa eso se acabó. Es un espacio donde comienzan a independizarse, toman sus decisiones; esto pasa con mis hijos, se llevan cinco años entre ellos; haberlo vivido con mi hijo mayor me ayudó mucho con el menor, porque sabía lo que estaban haciendo, me ayudó mucho. Por ejemplo, mi hijo se peleó con su maestro de dibujo y con la de computación, o sea, yo sabía de lo que estaban hablando, “es que nos deja cosas ilógicas y no sé qué”. A mí me permitió enfrentarlo, saber de qué hablaba, buscaba que tuviera otro punto de vista ante lo que le estaban pidiendo. Eso lo escuchas todo el tiempo de los mismos compañeros. Cuando mi hijo se convirtió en adolescente, el ser maestra, me permitió enfrentar de manera distinta su adolescencia. Y el paso de la universidad, porque todo el tiempo convivimos con estos alumnos. 

 

Fernando: —Retomando el campo profesional, ¿cómo entiendes a la Comunicación? ¿Cómo enseñas comunicación y cuál es tu didáctica?

Cinthia: —Parto del hecho de que la comunicación es una habilidad que tenemos los seres humanos, yo la uso como una habilidad que nos permite vincularnos hacia afuera, hacia dentro, a través de eso es como veo la comunicación. Esta habilidad nos permite relacionarnos. Cómo enseñar estos distintos vínculos, estas formas distintas de acercarnos al mundo del otro, a los otros, a uno mismo, se puede modificar también, es maleable. Cuando uno enseña Comunicación, está pensando en esta maleabilidad, así la enseño. Es entender lo que ha hecho la comunicación en nuestra especie, después se puede modificar, se puede perfeccionar, además es algo que también trato de imprimir en mi planeación, la crítica y la reflexión. 

¿De qué te sirve un alumno que recita conceptos, fórmulas, pero que no tiene la posibilidad de que con esos conocimientos se logre cuestionar cosas o logre reflexionar? Entonces, me parece que cuando trato de enseñar qué es Comunicación, más bien, ¿por qué nos comunicamos, cómo lo hacemos? A partir de preguntas, que reflexionen, que cuestionen; por ejemplo, durante la pandemia, esas fueron las interrogantes que me hice de los contenidos de la materia. Tienes un conocimiento vago, aunque haya teorías o libros. Si en este momento no te permite dar respuestas, ¿qué sentido tiene? La pandemia me permitió escanear todo el programa, porque nos permitió hablar, no importa, a través de una cámara. Me acuerdo mucho, ahí están las bonitas fotos, este, cuando hablamos del lenguaje no verbal, en particular la indumentaria, que es parte de la temática del programa, cuando se habla de lenguaje y en particular de una de sus formas que es el lenguaje no verbal. 

Entonces les propuse caracterizarnos, porque analizamos películas, vimos la película de Ya no estoy aquí, de un chico cholo que se va a los Estados Unidos. ¿Si nos caracterizamos de cholo y prendemos nuestras camaritas?, ¿investigamos qué hacen o que inventen una señal? Todos lo hicieron, todos lo hicieron. Una chica me contó que tardó toda la mañana alisándose el cabello, y su paliacate que no sé qué, como estábamos encerrados, agarró el trapo de la cocina. Yo los vi entusiasmados, fue en el momento cuando no podíamos ni asomar la nariz afuera, estábamos en plena pandemia. Abrieron sus cámaras, pero también vi en dónde vivían y cómo vivían, algunos en condiciones muy precarias, ubico el techo de lámina, la cama al lado de la mesa. La Comunicación te permite ver esto, ver quién es el otro, quién está del otro lado. Eso pude rescatar del programa. 

Esto me hizo olvidar por un momento que al mundo se lo estaba llevando la chingada, por la pandemia. Ya no sé ni qué contesto. Te hablaba de la docencia, pero te decía que así concibo la Comunicación y así la enseño. Los saberes necesarios que se le tienen que enseñar a un adolescente, ya dije varios explícita e implícitamente. La comunicación grupal, hice una dinámica, estaban divididos en dos equipos, después analizamos qué es un equipo hasta llegar a qué es un grupo; la actividad consistió en armar un cubo con muy pocos materiales, pero el hecho es que se organicen; surgió un evento en el que por agarrar un Diurex se lastimaron y terminé llevando a una chica a enfermería, pedí a otros alumnos que terminaran de proyectar unas diapositivas. A la siguiente clase les pregunté qué era un equipo y un grupo, no todos se habían percatado del accidente de la compañera, entonces tomé este ejemplo para señalar la comunicación grupal. Sabían el concepto de comunicación grupal, pero no actuaban en grupo. 

Uno de los elementos que te permite trabajar en grupo es la solidaridad, el entender que lo que yo hago ahora va a beneficiar al otro en el grupo y si beneficia al grupo, me beneficia a mí. Y eso no lo entienden, después de la pandemia esa parte desapareció, o yo lo creo así. El decir, “¿pues cómo le hacemos con la compañera?”. Porque parecía que la iban a operar, al final no fue así. Pero le mandamos flores, hay que hacer algo por la compañera y me dolió mucho un compañero que dijo, “bueno, si le traigo flores, ¿me va a dar un punto?”, y yo, “¡ups!, ¿qué sentido tiene la comunicación grupal y que la realidad te rebase?”. 

Creo que esas cosas deben rescatarse del programa, el sentido de comunidad visto desde la comunicación grupal, esta parte del autorreconocimiento, detrás hace falta muchísima comunicación intrapersonal, es parte también del autorreconocimiento. Y si hablamos de contenidos, la posibilidad de enfrentarse a contenidos mediáticos, y no que venga la avalancha de videos, de memes y te sepulte, ¿no? Que tengan las herramientas para enfrentarse a todo lo que se genera en las redes. Trabajo con la Encuesta Nacional sobre Usos de la Tecnología de la Información y la Comunicación del INEGI, que sale anualmente. Ahí está muy claro que los chicos de 17 a 24 años son quienes están más conectados; el año pasado, el promedio de horas diarias eran siete horas, ¡es muchísimo!, después en el uso, lo primero es el entretenimiento y las redes sociales son los primeros. ¿Qué están haciendo esas siete horas? ¿Cómo están transformando sus pensamientos?, ¿sus relaciones personales? ¿Qué les están dejando estas siete horas? 

Esto te lo da Taller de Comunicación II, pero no sólo verlo como espectador sino cuestionarlo; por ejemplo, cuando llegamos al tema de opinión pública, tocó el tiempo electoral y las campañas, todos se sentían muy alejados de los mensajes y que no les involucraban, pero todo el tiempo están entre estos mensajes, y parece que no hay espacio para que alcen la voz. 

Fernando: —Vamos cerrando, ¿qué lecturas consideras imprescindibles para los profesores de Comunicación? Académicas o literarias, pero que consideres casi obligatorias para pararse frente a un salón de clases. 

Cinthia: —Yo sí defiendo el uso de los materiales del Colegio, hay varios muy valiosos y tienen la función de acompañar al programa. No existe sólo un texto sino varios, los paquetes didácticos también contienen más referencias, pero siempre acompañan lo que se hace desde el Taller de Comunicación; por ejemplo, la producción del maestro Corral: Resistencia, comunicación y democracia. El libro La comunicación y los entramados de América Latina, porque no concibo mirar a la comunicación sin saber dónde estoy parada. Un texto de Raúl Trejo Delarbre, que se llama Poderes salvajes, la democracia sin contratiempos. Textos de Eduardo Galeano. A mis alumnos les gusta participar mucho, por ejemplo, con El mundo al revés o Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Julio Amando con La comunicación y la cultura, que aborda desde la parte antropológica.

 

Fernando: —¿Qué consejo le darías a las profesoras y los profesores que recién darán clases? 

Cinthia: —Que aprendan a trabajar en equipo, porque es una forma de superarse. La docencia es una profesión muy solitaria, pero también deben ubicar el contrapeso donde se compartan referencias o se apoyen en descubrir materiales, integrarse a seminarios. Que se vinculen con otros docentes para crecer, al menos es lo que yo experimenté en mi vida académica y me ha funcionado como docente. He tenido muy buenas experiencias a través de estos grupos; por ejemplo, a mí me tocó coordinar seminarios, me acuerdo de mis referentes que lo coordinaban y ahora ya me toca a mí, donde te das cuenta de que puedes aportar tu experiencia.

Fernando: —¿Con qué personaje real, desaparecido o muerto o ficticio te tomarías un café? 

Cinthia: —Con Aquaman. Siempre me ha llamado la atención el mar, entonces, para preguntarle cómo es vivir en las profundidades.

Fernando: —Si tuvieras que salvar un solo libro de tu biblioteca, ¿cuál sería?

Cinthia: —El principito, y un cuento que le leía a mis hijos, que se llama El hipopótamo azul

Fernando: —¿Qué película o películas no te cansas de ver?

Cinthia: —La de El color púrpura, porque es una historia que me parece increíble, cómo el ser humano tiene la capacidad de que, pese a lo que ocurra, puedes reír. Esa sonrisa de la protagonista que es hermosa, pero ella es fea. Es mi película favorita. 

Fernando: —¿Una canción que refleje tu esencia? 

Cinthia: —La canción se llama El elegido y es de Silvio Rodríguez, no porque me reconozca en ella sino porque me cimbró por las circunstancias, en un coloquio referente a Cuba. Tuve la oportunidad de ir a Cuba, en este coloquio los jóvenes empezaron a cantar y se me enchinó la piel. Fue un momento mágico presenciar la marcha de los jóvenes en la Marcha de las antorchas, se llama así porque marchan con las antorchas. 

Fernando: —Como profesora, ¿cómo te gustaría ser recordada? 

Cinthia: —Como a una maestra que siempre le gustó dar clases; que he tratado de dejar algo bueno al Colegio; que estuve preocupada por lo que ocurriera en el Colegio y actuar para su mejora, porque muchas veces sólo nos preocupamos, pero no hacemos. 

El cargo Cinthia Reyes Jiménez. Comunicación, solidaridad y vocación. apareció primero en MediacionesCCH.

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Rogelio Rueda, comunicación, otredad y utopía https://mediacionescch.com/2024/01/rogelio-rueda-comunicacion-otredad-y-utopia/ Fri, 19 Jan 2024 19:38:49 +0000 https://mediacionescch.com/?p=6393 Rogelio Rueda Segura es egresado de la carrera de Ciencias de Comunicación, 1984-1988, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Fue integrante de la Primera generación de Grupos Especiales de Danza Contemporánea en el Instituto Nacional de Bellas Artes, INBA, 1989-1992. Se desempeñó como profesor de Secundaria Pública impartiendo la materia de Español, 1988-1993. Laboró como guionista en la Unidad de Televisión Educativa para Telesecundaria, en la materia de Español, 1989-1996. Con el levantamiento militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, se integró a caravanas de...

El cargo Rogelio Rueda, comunicación, otredad y utopía apareció primero en MediacionesCCH.

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Rogelio Rueda, comunicación, otredad y utopía

Fernando Martínez Vázquez

Rogelio Rueda Segura es egresado de la carrera de Ciencias de Comunicación, 1984-1988, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Fue integrante de la Primera generación de Grupos Especiales de Danza Contemporánea en el Instituto Nacional de Bellas Artes, INBA, 1989-1992. Se desempeñó como profesor de Secundaria Pública impartiendo la materia de Español, 1988-1993. Laboró como guionista en la Unidad de Televisión Educativa para Telesecundaria, en la materia de Español, 1989-1996. Con el levantamiento militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, se integró a caravanas de ayuda humanitaria a pueblos del estado de Chiapas, de 1996 a la fecha. Colaboró en el Área de comunicación del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas en Chiapas, de 2002-2003. Ingresó como profesor en el Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Vallejo, en enero de 1992, impartiendo las materias de Ciencias de la comunicación y Talleres de Lectura y Redacción, labor en la que está cumpliendo 32 años de antigüedad.

Maestro Fernando (MF): —Estamos con el profesor Rogelio Rueda Segura (PR), del CCH Plantel Vallejo, quien imparte distintas materias, pero en particular Taller de Comunicación, y con él iniciamos la primera entrevista de la Revista Mediaciones. Maestro, en principio quisiéramos saber, ¿quién es Rogelio Rueda? Ese profe que uno ve en redes sociodigitales, y que en particular en Facebook es muy querido, que comparte mucha información, que en el Colegio también es muy reconocido entre los compañeros docentes. Pero nos gustaría saber desde tu punto de vista, desde tu vivencia, desde el actor principal, ¿quién es Rogelio?

Prof. Rogelio (PR): —Mi nombre es Rogelio Rueda Segura, imparto las materias de Taller de Comunicación y de Taller de Lectura, Redacción e Iniciación a la Investigación Documental. Tengo 28 años dando clase en el Colegio de Ciencias y Humanidades en el Plantel Vallejo.

Antes de trabajar en el Colegio, fui profesor del área de Español en secundaria pública y secundaria técnica, donde trabajé por seis años. Paralelamente a esa labor, estudié danza en Bellas Artes, donde había unos grupos especiales de danza contemporánea. Pienso que esa formación dancística y convivir con alumnos de 13-14 años, es la que me dio el sustento de lo que puede ser aprendizaje que me ha formado como persona y profesor. 

En efecto, nos ven los compañeros o nos ven los alumnos, y miran la opción académica, pero ese profesor tiene una historia de vida. Seguramente en esa historia vamos a encontrar pistas que nos expliquen muchos aspectos interesantes de su labor como profesor, de su persona, de su esquema, de su visión de la vida; creo que eso es muy importante. 

Tendríamos que revisar algunas cosas para, no sólo entender la idea del profesor en cuanto a la educación y su trabajo, sino sobre todo a los vínculos que se generan en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y que esto signifique al alumno algo importante: conocimiento, experiencia, aprendizaje. 

No es fácil. Quien piense que la educación y la docencia es fácil, la verdad es que no. Año con año tropezamos de una u otra manera, pero justo a partir de esta revisión de tropiezos vamos enriqueciendo el trabajo cada ciclo escolar. 

La base de esta reflexión está en nuestras raíces: de dónde venimos, que es justamente la pregunta que me haces, Fernando. De dónde venimos, yo creo que el haber estudiado danza y haber sido profesor de secundaria me permitió entender mucho mejor, no sólo la parte enciclopédica o académica, sino la vivencial.

La comunicación permite amarrar todos estos aspectos y, en ese sentido, procurar hacer un mejor trabajo cada vez.

MF: —Rogelio, ¿cómo es este enlace entre danza y docencia?, ¿cómo de da?

PR: —Para empezar, haces ejercicio físico y acondicionamiento, pero la danza también es un trabajo creativo, en el sentido de que tienes que proyectar ideas, decir algo a partir del movimiento. 

En ese momento, al ser un joven de veinte años, lo que quieres decir es que tienes sueños, fantasías; quieres hablar del amor, también del desamor, de la pobreza, de las cosas que observas en la vida cotidiana. De pronto quieres hablar de la miseria, de la guerra, ¿cómo expresas todo esto en movimiento? Esa es la parte en que se involucra uno, y es muy interesante. 

No importa que lo hagas bien o lo hagas mal, importa el proceso de cómo transformarlo en movimientos. Esa parte tiene que ver con la expresión. Lo que yo fui aprendiendo es que, para expresarnos, lo podemos hacer de distintas maneras y enfoques. Así, también nos encontramos a quienes son muy callados, pero pintan, dibujan y hacen cosas maravillosas. Como tenemos alumnos tímidos, pero escriben, entonces es un juego, ser docente es descubrir eso de cada uno de los y las estudiantes, ver cómo podemos apoyar, fomentar, enriquecer. Tiene que ver con la expresión de las personas.

En comunicación trabajamos las formas en que nos podemos expresar mejor para generar vínculos con las y los demás, con el fin de encontrarnos y reconocernos con las otras personas. Insisto, no es fácil, porque de pronto cometes errores en el sentido de que no es pertinente dar o preguntar cosas que no te correspondían; sin embargo, es un constante aprender y reaprender; cuidando distancias y formas.

La expresión de las personas, de los profesores en un salón de clase y fomentar que el alumno se exprese, ahí está el meollo del proceso de enseñanza-aprendizaje.

 

MF: —¿Cómo llegas a la danza? ¿En qué momento de tu vida y cuáles son las circunstancias?

 

PR: —Llego a la danza en los años 80, pero estudiar danza en esa época era un mundo de prejuicios. Se pensaba que los hombres que estudiaban danza eran homosexuales y ser homosexual en los 80 era motivo de crítica muy fuerte. Era motivo de chistes y señalamientos. Había que estudiar danza a escondidas de la familia, porque cuando descubrían que estudiabas danza te castigaban, te regañaban, te cuestionaban.

Sin embargo, no lo sé, una vez en la televisión vi un evento de danza y me gustó muchísimo; dije: “me gustaría estudiar eso”; tampoco me animé mucho, comencé a estudiar teatro. Cuando entro al CCH como alumno, me interesa el teatro, me inscribo a una Casa de Cultura (había casas de cultura en las delegaciones) y daban distintos talleres. No había más que estudiar teatro en una Casa de Cultura. En el salón contiguo se estudiaba danza, yo veía al grupo de danza y me gustaba mucho, muchísimo, pero yo no hacía por entrar, hasta que el maestro fue a pedir al grupo de teatro un narrador para una función que él tenía, me propuse yo. Entonces conozco a las jovencitas que estaban estudiando danza, alguna de ellas me gusta, me hago su novio y me dice: “entra a la clase”; yo pedí permiso al profesor, él respondió: “sí, entra”. 

Entré y fui muy feliz, yo era muy malo. Nunca tuve flexibilidad, nunca tuve talento; pero ahí estaba, me gustaba mucho y me fue muy bien, comencé a hacer danza contemporánea, de ahí me inscribí a Bellas Artes e hice ballet. 

Me tocó esa etapa donde había pocos hombres y la mayoría eran homosexuales. Eso alimentaba mucho el prejuicio; sin embargo, siempre fueron muy respetuosos mis amigos, ahora son amigos de toda la vida, gente honorable. Ahí también uno rompe el esquema, porque yo “creía” que ser homosexual era ser promiscuo, ser mañoso, ser corriente. No, no, no, son gente honorable y talentosa. 

Ves otro esquema y te solidarizas con estas cuestiones sociales, ahí comienza una parte importante, empiezo a entender que no es como me lo dijeron, no es como pensaba o creía. Hay otros enfoques y hay gente que requiere, por lo menos, que la mires con respeto. Vas entendiendo; estos amigos me invitan, ahí por el 85 u 86, a la Semana Cultural por el orgullo homosexual –algo así se llamaba–, aún no era LGBTIQA+. Comienzo a ir a las marchas, entiendo que es digno, entiendo que es honorable, entiendo que es respetuoso.

Comienzo a entender un concepto, el del respeto a la diversidad, me hago profesor años después. Y bueno, ¿cómo traslado eso a estas generaciones? De pronto le busco, los invito a la marcha, hago una marcha interna en el plantel –pero me meto en problemas con todo el mundo. Todo el mundo comienza a verme mal, me empiezan a cuestionar: “¿por qué haces eso?”; vienen padres de familia: “¿por qué llevó a mi hijo a la marcha aquí?, ¿qué pretende?”. No es fácil. Tienes que explicarle a la gente que es importante no sólo la solidaridad sino la comprensión de estos fenómenos sociales. 

Después viene el movimiento zapatista, en el 94, ese momento también va a ser clave. Mi maestra de danza nos propone: “vamos a Chiapas a un pueblo indígena y bailamos ahí”, algunos preguntaron: “¿y qué vamos a bailar?, ¿a qué pueblo vamos a ir?, ¿y si nos pasa algo?”, “No, vamos. No nos va a pasar nada”. Fuimos en el 95 a un pueblo zapatista, presentamos pequeños guiones, que igual nos aplaudieron, pero yo creo que la gente ni supo qué, no éramos muy buenos necesariamente, éramos jóvenes entusiastas.

La maestra comenzó a dar talleres de movimiento, donde la gente nada más tenía que tocarse las manos, tenía que tocarse los brazos, tenía que tocarse la cara, porque les daba mucha pena, mucha pena les daba tocarse. Nosotros no entendíamos cómo a las mujeres les daba pena tocarse entre ellas, “hombres y mujeres no se tocan”, dijo la maestra. Imagínense que estábamos como en otra realidad, donde las mujeres se tocaran, donde los hombres no se querían tocar, se reían, se burlaban. Les decíamos, “tómense de las manos, mírense a los ojos”, les era muy, muy difícil. Comencé a entender, no lo entendí en ese momento, fui entendiendo después con el paso del tiempo, fue un proceso.

Fui observando cómo a partir de la danza, del teatro, del movimiento de cada quien, también puedes conocer al profesor o puedes integrar. Lo que siempre hago con mis grupos es que les pido que cierren sus ojos, hago parejas, los pongo mano con mano, se tocan las manos; no se trata de adivinar quién es el otro, se trata de tocar a una persona, sus dedos, sus manos, su cabello, “no adivinen quién es, perciban”. Si está su mano fría o caliente, si es áspera o suave, si está temblando o sudando. Nos está dando información. Es una dinámica muy bonita; les pregunto cómo les fue en la experiencia y cómo se sintieron; les gusta muchísimo, ya de pronto, “regálale un abrazo a tu pareja”. Se abraza a la pareja, no abren los ojos, no saben quién es, es un compañero de la clase y tenemos que aprender cosas nuevas. En esa confianza, nos comportamos a la altura, resulta un ejercicio muy bonito e interesante, que los muchachos y las muchachas dicen: “es que nunca me habían tocado así, con ese cuidado y respeto, nunca me había pasado esto”.

Es maravilloso, te das cuenta de que necesitamos, uno, respetarnos; dos, tratarnos con atención y mucho cuidado; eso no lo sabemos, lo aprendemos después. Mientras lo aprendemos, cometemos cada error con la gente. La educación es apasionante, es interesante, es bonita. Siempre hay gente que de alguna manera te lo reconoce y qué bueno. También está ahí el que está jugando, el que no respeta el trabajo, el que hace trampa; es parte de la gente con la que trabajamos y hay que tener mucho cuidado. Pero la verdad es que son experiencias muy interesantes y es un proceso; un proceso formativo. La danza me permitió, me aportó elementos que puedo trabajar en clase, como formar dinámicas y han servido muchísimo para la comunicación.

MF: —La experiencia con el zapatismo en las comunidades indígenas, ¿cómo te marca, suma y transforma?

PR: —Podría contar una experiencia en particular, que fue contundente. Uno viene de la Universidad, se está formando en los libros y la literatura; uno se mantiene informado de los periódicos. Tenemos la idea muy arraigada de que para ser cultos o gente preparada hay que leer mucho, sí es cierto, pero no nada más. En una ocasión en una comunidad, dando un taller de alfabetización, yo no sabía, dije: “si no saben leer, les enseño”, ya era profesor. En el taller de lectura había puros hombres, no lo había percibido, hasta que una niña como de 8 años dijo: “¿por qué no hay mujeres?”. Le pregunté después a una mujer por qué no iban al taller de lectura y me dijo que los hombres no les daban permiso, porque se quedaban en su casa; sin embargo, lo propuse en la iglesia del domingo, en los pueblos indígenas hay un momento para hablar de los problemas de la comunidad, en ese momento esta mujer, llamada Bertha, habla con el diácono –no es un sacerdote, es un campesino que ha estudiado cómo dar una misa– y le comunicó la petición de las mujeres que querían asistir a los talleres de los jóvenes que venían de la ciudad. En la iglesia, las mujeres están de un lado y los hombres del otro, los hombres comienzan a jugar a reírse, a burlarse. 

Bertha toma la palabra y dice: “el problema de las mujeres es que los hombres son de dos corazones, con un corazón te dicen que te quieren y con otro corazón se burlan de ti. Es como los gobiernos, con un corazón te prometen cosas y con otro no cumplen, las mujeres no somos así, somos de un solo corazón. Cuando los hombres sean de un solo corazón, la vida va a ser más fácil para todos”. Imagínate que dijo eso, yo entendí, yo escribí, pero yo estaba en shock, porque una mujer que nunca fue a la escuela, que apenas habla español en su discurso, tú podías encontrar mensajes de derechos de la mujer, derechos humanos, de igualdad, de equidad. Ya con el paso de los días, semanas y meses, cuando por fin lo escribí, me di cuenta de que el aprendizaje y el conocimiento también tiene otros niveles, pero tenemos que estar en condiciones de aprovechar ese conocimiento, porque si generamos o proporcionamos conocimientos a otro, pero ese otro no está en condiciones de recibirlo, va a ser difícil el proceso de enseñanza-aprendizaje. 

¿Cómo hacemos para que el alumno esté en condiciones de recibir lo que le vamos a explicar y que reconozca que esto le va a aportar algo a su vida personal y social? A partir de estas experiencias, estas vivencias, se va elucubrando y reflexionando cómo te pueden servir. No lo haces en un ratito, no es de esta noche y mañana ya lo sabes en la mañana. Es de varios días, te van cayendo los veintes a lo largo de los meses y de los ciclos escolares, hasta que llega un momento en el que vas comprendiendo muchas cosas, vas enriqueciendo tu labor docente, porque no es fácil.

La clave es escribirlo, también eso descubres, hay que escribir lo que nos pasa. En cuanto lo escribes, pasas a otro momento en que lo comprendes mejor, una clave fundamental para los alumnos es que escriban sus experiencias. ¿Qué vamos a hacer después con eso? ¡Quién sabe!, pero regístralo y ponlo por escrito. Trabajamos con chavitos de 15, 16 años: “tu primer beso, tu primer susto, tu miedo; escríbelo”. El ejercicio de escritura es fundamental en el proceso de aprendizaje. Y que le sirva a uno para su propia formación, expresarlo con los otros no es fácil; sin embargo, esa es la labor del profesor. 

Creo que mi formación personal se va dando a partir de estas experiencias, fuera de la escuela, fuera del ámbito académico, que están completamente en el ámbito vivencial. Visitas a comunidades indígenas, trabajo de danza, bailar en la calle o en una escuela. Ahora ya hay muchas escuelas de danza y de distintos géneros. En los 80 no había nada, estar en una esquina y bailar en una calle era algo raro, la gente se acercaba; les gustaba, no les gustaba, te aplaudía, no importaba eso. Que tú estuvieras ahí era muy formativo e importante.

 

MF: —Me gustaría que nos hablaras de tu primer encuentro con el CCH

 

PR: —También fui alumno de un CCH, de Vallejo. Me gustó mucho, ahí se despertó mi idea de dar clases, no pensé que me iba a dedicar a ser profesor. De hecho, en los años 90 cuando terminé la carrera, entré a trabajar como profesor al CCH, para esos años el profesor ya tenía un salario muy bajo, ya todo el mundo sabía que los profesores –les decían pobresores– era gente con salarios malos, nadie quería ser profesor; sin embargo, yo no me quería dedicar a la docencia, pero quería vivir la experiencia, eso se me despertó cuando fui alumno del CCH. Me iba muy bien con los maestros, me gustó el ambiente, me gustó cómo se generaban dinámicas. Cuando fui a dar clases al CCH ya tenía la experiencia de ser maestro de secundaria, pero yo sentía que allá era muy rígido, muy cuadrado el trabajo. Si no se cumple los objetivos como están señalados en tu plan mensual o anual, te reportan, no puedes hablar de nada ajeno al temario, así tembló, así llovió, tú quieres comentar algo, eso no está en el programa, no puedes hablar de ello. Es un sistema muy cuadrado, académicamente no hay ninguna libertad de hablar de nada que no sea el programa, no soporté, lo dejé. Pero ya tenía la experiencia de manejar a grupos de 50 alumnos de entre 13-14 años, qué cosa con estos niños, ya no tenemos fuerza para hacerlo nosotros ahorita, ya no podríamos [ríe].

Llegué al CCH muy emocionado, porque para mí era una meta cumplida, dar clases en el CCH, ser maestro de CCH para mí era una de mis grandes metas, de mis primeras grandes metas. Yo entro al grupo y recuerdo el primer día, en primera porque los vigilantes fueron por mí al salón, me vieron, yo tenía 23 años cuando entré al CCH, miento, 25 años. Me llevan a la dirección porque, para esto había eso de que entraban porros a los salones, pedían dinero a los alumnos para copias y a la mera hora se iban porque no eran maestros, eran porros. Fueron por mí, me llevaron a la dirección y la secretaria: “sí es cierto que es maestro”. Fue divertidísimo, llego a mi salón y digo a mis alumnos: “es mi primera clase en el CCH, estoy tan emocionado como ustedes”, fue un grupo de primer año, una etapa para todos, “vamos a aprender juntos, no crean que yo me las sé todas”. 

Fue un momento personal, una enorme sensación de sentir que lo estaba logrando, acababa de terminar la carrera, que estaba avanzando en la vida como persona, ya era profesor, crecía mucho mi ego. Fue maravilloso regresar al Colegio, pero también fue sorpresivo, porque cuando regreso ya había parejitas de novios en los pastos acostados, para mí era un escándalo, hace seis años que pasé por aquí eso no ocurría, yo nunca lo vi. A lo mejor los más vivos se iban a lo que llamamos el revolcadero, pero yo nunca fui allí. 

Para cuando regreso como profesor, ya el revolcadero era toda la escuela, cualquier pasillo, yo sí estaba escandalizado, decía: “¿nadie los va a regañar, no les van a decir nada?”. Estaba muy escandalizado, pero por un lado qué bueno que tengan esta libertad, porque uno no la tuvo, uno tenía que esconderse a los 15-16 por ahí para convencer a la niña que te gustaba y besarla. 

Era otra cosa, te arriesgabas mucho y que ahora en cualquier salón. Dije, creo que también tiene su parte positiva, qué bonito, pero también sus partes negativas, hay embarazos no deseados. Bueno, vas viendo muy de cerca los procesos y eso es muy interesante, fue como un chapuzón de agua fría ver a los muchachitos; además, te sientes adulto, te sientes el hombre hecho y derecho, ves al otro de 16, “¡ay, estos morritos!”, pero también te das cuenta de que eres un morrito a los 24 años, que estás empezando a vivir, eso lo sabemos ahorita nosotros. Yo me acuerdo a los 24, era un morrito.

MF: —¿Y con la docencia?, ¿cómo te encuentras? 

 

PR: —Eso también fue muy interesante, cuando yo descubro que no quiero ser maestro de secundaria, que no me llena, dejo la secundaria, porque además ganaba bien, no recuerdo, pero vamos a suponer que 6 mil pesos mensuales, allá por el 88 al 93. Pero descubro que puedo ser guionista en la telesecundaria, en la Unidad de Televisión Educativa, buscan guionistas para español y de todas las materias. Yo entro para hacer guiones que duran 15 minutos para los niños de telesecundaria; empiezo a hacer guiones y era un adicional económico, no era mucho pero bien. Depende de cómo trabajaras, se hacía a destajo que luego le llamaron freelance, por cada guion te pagaban 200 pesos y depende de los guiones que hicieras era lo que cobrabas. Comencé a hacer un guion por semana, luego un guion casi al día, los sacaba para ganar más dinero. En ese inter es cuando hay la oportunidad de dar clases en el CCH con un grupo nada más. 

Llegó una decisión difícil, porque en la televisión me ofrecieron ser coordinador, asesor-coordinador de equipos de guionistas, me iba muy bien económicamente, pero entonces descubro el CCH, yo dije, quiero el CCH, pero pagaban muy poquito. Recuerdo a un amigo muy querido, crecimos juntos, le comento que en secundaria y la UTE me iba bien económicamente, y que en CCH ganaban muy poquito. Él me dijo una frase interesantísima: “mira, Rogelio, yo no sería capaz de quedarme en un lugar por dinero, yo, donde mi corazón me diga aquí, no importa el dinero”. 

Tenía 25 años, mi amigo tiene razón, me quedo con el CCH, ganaba menos de la mitad de salario, por supuesto mi novia de entonces me bateó, mi madre me dijo: “¡ay, hijo!, vas para atrás en vez de ir para adelante”, pero yo descubrí que mi corazón estaba en el CCH. A la directora de la secundaría le dije, no puedo con secundaria y con CCH, tengo que soltar algo, yo quiero soltar la secundaria, pero es de lo que me mantengo, ella me dijo: “sea valiente, sea valiente, tiene 25 años y sí, donde usted se sienta feliz”. 

Con la secundaria pública dejé un trabajo seguro, un trabajo donde ganaba bien, en el CCH ganaba 3 mil pesos. Fue una decisión difícil, sin embargo, la tomé, no me arrepiento, gané mucho menos dinero, me siento orgulloso de ella, la decisión. No fue que la vida me llevara ahí, yo lo decidí y estoy muy contento con ella, ya cumplí 28 años. 

 

MF: —¿Cómo es este encuentro con la comunicación, en qué momento decides estudiar, ejercer y estar en ella?

 

PR: —Cuando decidí estudiar comunicación no tenía claro, como cualquier jovencito de 17 años, no sabía qué quería estudiar, dije, economía o sociología. Tenía la influencia de un hermano que es sociólogo y me lleva 13 años, él estudió sociología y me interesaban los libros, me gustaba escuchar sus pláticas. Hay una influencia muy fuerte, pero yo veía que no tenía trabajo, entonces dije: “no, si estudio sociología no voy a tener trabajo”. Estaba entre comunicación y economía, no sabía cuál, fue muy simplón, el folletito que me encontré de comunicación, dije: “éste me gusta más que el morado de economía”. No fue una decisión pensada ni reflexionada, “está más mono este folletito que aquel”, lo decidí en la ventanilla, así como, “a ver, águila o sol”. Pero entrar a la Facultad de Ciencias Políticas fue un mundo que se abrió, me encontré con sociólogos, porque ahí es tronco común, de relaciones internacionales, de ciencias políticas, de comunicación y no sé qué otra. 

En la Facultad es muy rica la discusión; en los años 80 había mucha efervescencia de discusión política, fue interesantísimo; yo quería escribir en periódicos, pero tal vez no me apliqué, tal vez no me avoqué, tal vez ahí sí la vida me fue llevando por otros lados. Entré a la televisión, al CCH, me quedé con las ganas un poco de escribir, pero hacer guiones creo que me permitió sentir que ejercía mi profesión. Ahí como guionista trabajé ocho años, me encantó, pero era un trabajo de oficina, nada más llegaba a una oficinita, corregía los guiones, era un trabajo encerrado, yo me asfixiaba, dije no, quiero salir. Intenté ser reportero en Radio UNAM, sí me contrataron cuando el movimiento zapatista, con reportajes. Me voy a Chiapas para hacer reportajes para Radio UNAM, cobraba muy poquito, ni pagaban, sólo cada 3-4 meses, así no se puede vivir. 

Era buscarle; cuando llegué al CCH dije: “va a ser mi base económica y de desarrollo profesional, pero voy a hacer otras cosas”. Entonces comienzo a ir a Chiapas para hacer reportajes, porque está el movimiento zapatista y hago mis reportajes. Me toca vivir muy de cerca la matanza de Acteal, yo estaba en San Cristóbal de las Casas el 22 de diciembre de 1997. Nos avisan, ahí vamos un grupo de seis personas a hacer nuestros reportajes; llegamos a la zona de la masacre al día siguiente, el día 23. El espectáculo que vemos es infernal, tenemos fotografías de la gente que fue masacrada, zapatos, ropa con sangre, tenemos testimonios de gente que sobrevivió a la masacre, sobrevivientes heridos de bala que fueron a las clínicas y los entrevistamos. Ahí fue un suceso que nos mantuvo en shock, pero por varios años, yo no era capaz de hablar de Acteal sin terminar muy mal, pude hablar de Acteal de unos 10 años para acá, pero antes no pude, nunca se me ocurrió, pero fue un suceso importante. Llegas aquí a la ciudad y le dices a tus amigos, a la gente, “oigan, están pasando cosas, hay otros mundos que ni nos imaginamos, los pueblos indígenas están siendo sometidos, acribillados, lastimados”; es otro mundo que se abre. 

Llevo a mis alumnos a Chiapas desde el 2002, viajo a Chiapas con alumnos y los llevo al pueblo donde fue la masacre, donde ellos platican con los sobrevivientes, ellos ven el lugar, ven la ermita donde fueron masacrados. Es un encuentro con otra realidad muy impresionante. Trasladar eso a la docencia no es fácil, pero todo el tiempo lo intentamos; los invito, tomamos un camión, nos vamos a la TAPO. A mí no me pagan, cada quien paga lo suyo, el hotel, las comidas, no es un viaje de lujo. Pero vamos a la comunidad, ya luego aprovechamos, vamos al Cañón del Sumidero, a San Cristóbal de las Casas, ahí hacemos dos, tres paseítos bonitos y nos regresamos. 

Es un viaje extraordinario, interesante, cada diciembre. Hacemos piñatas con los alumnos, con la comunidad, llevamos dulces y juguetitos. Es maravilloso ver a los niños; no conocían las piñatas, hay una joven que ya se casó y tiene hijos, me dice: “Rogelio, mi hijo no conoce las piñatas, ¿cuándo vas a venir?”. Por la pandemia no he ido, su hijo ya tiene 4 años y no conoce las piñatas. Ya nos esperan, la invitación es abierta, puede ir quien guste, eso sí les pido que vayamos juntos, nadie se separa, no van por la libre, vamos en equipo de trabajo. Vamos a la comunidad, vamos a pasear juntos y regresamos juntos, nadie se separa ni se pierde. 

Ser profesor ahora, siento que me han enriquecido mucho estas experiencias en Chiapas y de la danza, eso trato de volcarlo ahora con los grupos, que igual hay gente que se interesa, que igual hay gente que me batea, dice: “¡ay, éste contándonos su vida!”. De pronto ahí cometo esos errores, le exagero, les platico mi vida y bueno… hay que tener mucho cuidado también con eso, no dispersar, no perder el centro del programa sino enriquecerlo, insisto, es poco a poco con un aprendizaje, así ha sido un poco la historia.

MF: —Con todo esto que comentas, ¿cuál sería el papel de un profesor en el contexto que vivimos actualmente en México y el mundo?

 

PR: —Siempre hemos vivido momentos clave; hoy, en particular con la pandemia, es un momento clave también. Empezando porque los profesores nos vamos formando a partir de cosas que se vuelven cajones rígidos, le decimos al alumno: “si no traes la tarea vas a reprobar”, “si no llegas a la 7 en punto cierro la puerta y ya nadie entra después de mí”; esas posturas ya no caben, menos en materias como comunicación que es muy humana. Estamos tratando un tema a tiempo, que es el programa, pero estamos tratando con personas, la idea es que se aprendan el tema, pero el alumno es una persona que está en un momento de mucha efervescencia también, no ha salido de su casa en dos años. ¿Qué ha vivido un alumno en dos años? 

Que a los 16 no sabes casi nada y no han salido de su casa en dos años, ¿qué aprende un alumno en dos años? No enciende su cámara, no habla con nadie. Viene de una crisis personal, se encerró en su recámara, no quiere hablar con nadie, se lo tragó el celular, pasa horas en el celular, no ha tocado a la gente. ¿Cuántas vivencias se perdió al andar en los pasillos? Porque tu clase es importante, pero esas vivencias también lo son para los estudiantes. 

Creo que el profesor no sólo es quien les enseña un tema a los alumnos, que por cierto los alumnos dicen: “el tema, ¿para qué me sirve a mí aprender tal o cual cosa?”. Pasaron muchos años y no entendía por qué me enseñaban la raíz cuadrada en cuarto de primaria, lo recuerdo y recuerdo a mi maestra, muy querida, Mercedes, nos dio el tema de la raíz cuadrada, me pasó al pizarrón, la raíz cuadrada de 9 y me jaló de las patillas, y yo dije, “esto para qué nos sirve”. 

Puedes hacer la raíz cuadrada bien o puedes hacerla mal, realmente eso no es lo importante, lo importante es el esfuerzo, que intentes hacerlo bien, eso es lo importante. Oxigenar el cerebro para resolver ese problema, esos procesos, si le estás trabajando, si le estás macheteando, ese esfuerzo mental, la disciplina, eso es lo importante en la formación del alumno. 

Hay que decirle al alumno: “tienes que machetearle, tienes que esforzarte, a lo mejor no va a salir bien ahorita o pasado mañana, pero la clave está en ese esfuerzo, el esfuerzo es cotidiano y de todos los días, para eso hay que estudiar la raíz cuadrada y todas las demás ecuaciones, aunque no las hagas, te compras el Baldor, machetéale un rato, pero en serio, aprende una fórmula compuesta. Ese esfuerzo mental te va a permitir comprender”. 

Como profesor no puedes llegar a un grupo y decir, “a ver lo que yo pienso es sólo lo correcto”, ya desde ahí estamos mal. Es, “a ver jóvenes, creo que va por acá, el teorema nos dice que va así, entonces vamos a ver cómo lo armamos y a sacar el producto”. También a partir de esta experiencia, en ese proceso vamos a tratar con los demás, vamos a escuchar lo que dice el otro, vamos a aprender de lo que dice el otro, pero no es lo que yo diga, es lo que digamos todos. No podemos llegar con un grupo y decirles: “ustedes no saben, ustedes están mal en lo que digan, entonces escúchenme”. Pues no, ya desde ahí estamos perdidos.

Es, “a ver, jóvenes, creo que esto va por acá, el programa nos dice que es así, ¿cómo ven? Vemos cómo lo armamos y a sacar un producto”. Ese producto ya es, por lo menos, un comentario personal que está bien estructurado para decir lo que pensamos a partir de esa experiencia. En ese proceso, interactuamos con los demás, vamos a respetar y a aprender de lo que dice el otro, porque no es lo que yo diga, es lo que digamos todos para intentar aprender.

Aquí lo digo muy fácil y se entiende así, eso hacemos todos los días, pero trata con 50 niños a quienes no les interesa lo que les vas a decir, que te ven como un ruco, que dicen, “¡ay, ya!, que éste se jubile”; la vida es de los jóvenes y ellos son los jóvenes, ellos son los jóvenes, tienen 17 años, tampoco es fácil transmitir esta información. Si bien se han perdido de muchas cosas, hay que decirles eso, ahora tienen prisa por vivir, siempre tienen prisa por hacerlo, pero ahora por la pandemia es mayúscula esta prisa. 

Como creen que la vida es a los 17, piensan que a los 25 ya eres ruco, quieren hacer todo ahorita, pero la vida también es a los 20, a los 25, a los 30, a los 35, a los 40, a los 45, también ahí hay mucho por vivir, y ellos no lo saben, ellos creen que tienen tres años para vivir.

El profesor debe ser muy cauteloso, debe tener mucha capacidad de escucharlos, porque, además, la materia Taller de Comunicación y TLRIID, son materias clave. En matemáticas e historia tienen que aprenderse cosas, pero en comunicación ellos tienen que formarse como ciudadanos y tienen que trabajar con ellos. En las demás materias tienen que trabajar con un tema, con una fórmula, aprenderte un concepto. En nuestras asignaturas no te aprehendes un concepto, porque mañana el concepto que aprendiste ya cambió. No es aprenderte conceptos, es irte conformando como persona, como humano y eso no se hace con una plática o una clase, con un día, es un proceso que hay que ir trabajando. La labor del profesor de Taller de Comunicación es infinita, de mucho trabajo, de mucha observancia del proceso y autoobservancia, qué tienen que escuchar ellos y yo tengo que escucharlos a ellos, y cómo generamos esos vínculos. 

Comunicación es la generación de vínculos entre ellos y con nosotros para procurar ser mejores personas dicho en 30 segundos, ¡imagínate qué paquetote en cada grupo! 

MF: —¿Cómo entiendes la comunicación?, ¿cómo la enseñas y para qué la enseñas?, ¿cómo enseñarla?

PR: —Cuando participamos en este colectivo de profesores de todo el Colegio, a mí me encantó la gran división que hicimos para Taller de Comunicación I: la comunicación humana, y para Taller de Comunicación II: la comunicación mediática a través de los medios. 

Yo sí creo que la comunicación tiene esos dos grandes niveles; el primer nivel es todo el aspecto humano, la capacidad de expresarnos y de entender al otro, y generar vínculos con el otro. La gente supone que comunicación es platicar con alguien y ya, no, va mucho más allá. Es generar vínculos con el otro para llegar a acuerdos, para llegar a consensos. 

Que esos acuerdos y consensos nos permitan vivir en paz. Con mi pareja, con mi familia, en mi barrio. ¿Cómo puedo lograr ciertos acuerdos para hacer el bien y generar el bien común? Me parece que la comunicación va mucho más allá de platicar con alguien. Generar acuerdos con el otro, para llegar a ello tengo que conocer al otro.

Tengo que conocer bien al otro. En los años 80 no generábamos acuerdos con los homosexuales, al contrario, era: “ustedes allá y yo acá”. No generábamos consensos con los indígenas, era, éstos no se bañan. Para generar consenso con el otro tienes que conocerlo, respetarlo en su integridad personal. 

La comunicación humana que vemos en Comunicación I, de quinto semestre, nos llama a esto: mirar al otro, entender al otro, respetar al otro, no sólo empatizar sino solidarizarnos con el otro. Generar acciones comunitarias por el bien común. Así entiendo a la comunicación. 

Así la percibo, porque así la aprendí y la he trabajado, así percibí a la comunicación desde la primera vez. Tal vez vino a partir de una incapacidad personal para expresarme, a los 15 años no sabía expresarme, no sabía encontrar la palabra, no sabía decir. Básico, ¿cómo le dices en ese momento a la jovencita de 15 que estás enamorado de ella?, “oye, yo te quiero, ¿quieres ser mi novia?”. No era así. 

Escondes mucha incapacidad para expresarte, la primera actitud, imagino que en comunicación voy a aprender a expresarme, sí, no sólo eso, pero sí pasas por ahí. Generar esos vínculos con el otro, entender al otro, ¿por qué me dice lo que me dice?, porque entiendes de dónde viene y cuál es su estructura.

A los 15 años los adultos te decían que los hombres no lloran; ahora dices: “cuál era su estructura formativa”, “cómo fue su historia”; entender eso es fundamental para la comunicación; porque yo entiendo de dónde vienen los otros, ya no los voy a atacar, no les voy a decir: “¡ay, generación de piedra!, ¡ay, generación de cristal o de cemento!”. No voy a descalificar, voy a entender de dónde vienen y por qué son así, por qué dicen lo que dicen y por qué actúan como actúan. 

Voy a encontrar los recovecos, los discursos que me permitan decir: “entiendo lo que me estás diciendo, pero también hay otra perspectiva”. Es como ahora con los niños que se quieren tatuar, con nuestros hijos, ¡no, no, los tatuajes son para criminales y gente del reclusorio!, pues no, ellos te dicen: “un tatuaje es divertido”. ¿Cómo hacemos para empatar nuestros distintos esquemas?

En particular los maestros de comunicación debemos poner atención en eso, cómo entendemos a los otros y de dónde vienen. De ahí pasamos al segundo nivel, la comunicación mediática, a través de los medios, incluyendo Internet. ¿Cuánto de lo que somos y lo que decimos nos ha sido dado por la cuestión mediática? Porque lo vimos en la televisión, lo escuchamos en la radio o lo vimos en Internet. 

Eso nos va conformando. ¿Cuántos de nosotros somos el espejo de los mensajes que recibimos? Yo entendí que, así como en medicina el doctor te dice, “eres lo que comes”, en comunicación somos los mensajes que recibimos. La suma de mensajes que hemos recibido es lo que ahora nos conforma como personas. 

Con el Internet, ahora recibimos un millón de mensajes. Si bien los primeros –mensajes– los dio la familia, llega otro momento en que los mensajes externos y mediáticos juegan un papel fundamental. El papá dice: “yo no le enseñé a fumar a mi hijo”, usted no, lo aprendió en la adolescencia con sus amigos, porque vio la película, la serie y la canción donde todos los jóvenes salen fumando. Esta influencia mediática es contundente. 

Yo soy de esta parte de Sartori, que dice: “la parte mediática es contundente, la televisión y los medios forman, ¿a qué tipo de ciudadano están conformando al videoniño o al videoadolescente?”. A mí me tocó ver en la Alameda, cómo grupos de jóvenes de 18 años, no de 8 años, 18-20 años, andaban buscando el Pokémon detrás de los árboles. Tú piensas, “eso es para un niño, tú ya tienes 20 años”. La influencia y fuerza mediática es contundente en los públicos, que en muchos aspectos sigue siendo una masa todavía. Ya tenemos otros enfoques, ya no es pasiva, ya hay respuestas. 

La comunicación va en estas direcciones, la parte humana, terrenal, con tus amigos, tu pareja, con tu barrio; y la parte mediática, social, sociológica. Con estos ámbitos nos vamos conformando como personas y ciudadanos.  

MF: —De acuerdo con lo que me acabas de decir, ¿cuál serían los saberes indispensables que se deben tener o estar aprendiendo por parte de un chavo de Taller de Comunicación? 

PR: —En una ocasión hice un guion, un examen de español que era para telesecundaria, lo que a mí se me ocurrió fue hacer un cartero. El cartero recorre la República, llega a Veracruz, toca una puerta, el destinatario recibe la carta, la pregunta es la 1 del examen, lee la pregunta y se le da tiempo al niño para que responda. El cartero se va a otro estado, llega con el destinatario y le da la pregunta 2 y así sigue. De eso trataba el programa, 10 preguntas, 10 estados. Al final digo: “oigan, yo entrego cartas, pero a mí nadie me escribe, escríbanme cartas”. 

Puse la dirección de mi casa, llegaron cartas de Veracruz, Baja California, Tamaulipas; lo reporté en la televisora y se corrigió en el programa. Ahí llegaron las cartas, yo las conservo con mucho cariño, respondí algunas, no respondí todas. Ahí pasaba algo interesante, no preguntaban cosas del examen, sino que el uniforme del cartero le quedaba grande, porqué el uniforme del cartero le quedaba grande al joven, la bicicleta le quedaba grande y el asiento de la bici estaba descompuesto. Los niños le decían: “tu bici no sirve, el asiento está roto”, “oye, ¿no te lastima el asiento?”. Nadie preguntaba del examen, todos preguntaban si le daba sed, si el uniforme, si la bicicleta, si la refacción por si se ponchaba la llanta. 

Ahí hay un sabor interesante en la clase. Nosotros como docentes llegamos muy preocupados a la clase por el tema: “a ver, el tema es éste, apréndete estas cosas”, pero el alumno te está viendo como persona, está en otro proceso y momento. ¿Cómo descubrimos esos momentos en los que estamos? Coincidimos en un salón de clases, pero las circunstancias son distintas. Poner atención en esas cosas va a ser fundamental para el proceso de enseñanza-aprendizaje. Rebasa mucho el programa, no significa que nos dispersemos, significa que el programa es el eje rector. Platico el tema, pongo ejemplos y de pronto me clavo más en los ejemplos que en el eje rector que es el programa o el tema. Y dicen: “¡ay, ya nos platicó su vida!”, y no, no es el ejemplo de este rector, por eso hay que tener mucho cuidado, no es fácil, todas estas circunstancias lo rodean. 

Me interesó mucho el concepto del aprendizaje significativo, para qué nos sirve un tema dado en clase, cómo lo trasladamos a la vida cotidiana, a las relaciones interpersonales. Queremos que el alumnado haga un uso del lenguaje que le permita expresarse con los demás, darse a entender. El salón se convierte en un laboratorio, pero eso aprendido les tiene que funcionar al salir del salón de clases, en el camión, en su casa, con sus amigos. Ahí van a practicar lo que vimos en el salón de clases.

El conocimiento teórico debe tener una aplicación práctica. En la medida que logremos que el conocimiento teórico tenga aplicaciones prácticas, el alumno va a saber que le sirve. Va a entrarle con más gusto, va a entender por qué tiene que entrarle y si además le entra con gusto, mejor. Ese concepto de aprendizaje significativo me parece fundamental. 

 

MF: —Pensando en lo que comentas, quizá puede ser reiterativo, ¿cuáles son las lecturas?, sin que sean un título, ¿de qué van los videos? ¿Qué consideras indispensable que los chavos tienen que leer y esta experiencia? ¿Cuál es el material indispensable para enseñar comunicación?

 

PR: —Para quinto semestre, trabajo la “Carta al zapatero”, de Juan José Arreola, es un texto de dos hojas, incluso lo he fotocopiado y le di formato de libro, se los doy a los alumnos, les digo que no lo maltraten para que se trabaje en otro grupo, a veces se lo quieren quedar. (Muestra el material.) Este material es un ejemplo: “La publicidad”, es un texto que hicimos en un Taller de Comunicación y cada quien tenía que producir un texto. Son tres cuartillas, lo edito en un cuadernito, es casero. Este material se los doy, le agrego imágenes y le pongo un ejemplo. 

Encontré este texto muy divertido, entre cuento y ensayo, es una hojita, dos hojitas. Así los elaboro y se los llevo a los alumnos. 

El que trabajo con los alumnos es un reclamo que le hace un cliente, el zapatero le hace un mal trabajo, este cliente en lugar de agredirlo, de una manera muy amorosa le dice: “yo le pido que haga su trabajo con mucho amor y con mucha pasión. Tiene que ponerle amor a su trabajo, le traigo los zapatos para que corrija su trabajo”. Esa lectura me parece fundamental, le digo a mis alumnos: “¿cuánto nos parecemos al zapatero? ¿Cuánto podemos aprender de este texto?”. 

También trabajo “La carta al jefe Seattle”, cuando en la historia de los EU le propone comprarle sus tierras, porque está de invasivo, le dice al jefe Seattle: “cuánto quiere por sus tierras y váyanse de aquí, necesitamos el río, necesitamos la tierra”. El jefe Seattle le responde con otra carta donde le dice: “no podemos vender la tierra, porque nosotros le pertenecemos a la tierra”. Le da una lección de cómo le pertenecemos a la tierra y tenemos que cuidarla, porque nos da de comer. Ahí tenemos dos visiones del mundo.

Una visión invasiva que explota la tierra y otra visión que la cuida, que la procura. Somos parte de la tierra y nos integraremos a la tierra otra vez. Da para comentar cómo cada uno trae su visión del mundo, no es la mejor ni la correcta, pero cada quien trae su visión del mundo, cómo tenemos que empatar nuestras distintas visiones del mundo. Me permite comentar esos materiales. 

Me parece fundamental el texto de Federico Engels, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. En él vemos cómo la cuestión orgánica se transformó a partir de los alimentos, cómo el cuerpo se fue irguiendo, comenzó a alcanzar objetos, frutos, cómo los gruñidos se fueron transformando en sonidos articulados, luego en palabras con significado. Es una lectura importante.

En una película que se llama El señor de las moscas, un grupo de niños, cadetes, en un accidente de avión van a dar a una isla, en la isla inicialmente respetan el rango del niño mayor, los organiza para sobrevivir, comienza un juego de poder entre ellos, alguien que no es el capitán arma su propio grupito que se llama “Los cazadores”, llega un punto en el que se enfrentan, hay una lucha entre los dos grupos. También se las paso cuando vemos comunicación grupal. 

Propongo “La carta al jefe Seattle”, “La carta al zapatero”, El señor de las moscas, así como la película Mi vida en rosa, donde una familia común tiene un hijo de 7-8 años que descubre que es niña, no quiere ser niño. Se muestran las vicisitudes que tiene que vivir él en la escuela, el señor en el trabajo, las críticas sociales, porque el niño quiere ser niña, se pone una falda. Esta película de finales de los años 90 era un escándalo; se la paso a mis alumnos y les gusta mucho.

Tiempos modernos, de Charles Chaplin, la paso en quinto semestre. Leemos muchos cuentos, “La muerte tiene permiso”, que sigue estando vigente. Trata de que en un pueblo la gente se queja de que el cacique hace lo que quiere, actúa con toda autoridad, ha cometido crímenes, de algún modo le soportaban todo, que les robara el maíz, que les impusiera los precios, pero lo que no soportaron fue que de pronto a Lupita, que es la consentida del pueblo, el cacique se la lleve a su casa y la viole, es la gota que derrama el vaso. Vienen a denunciar lo que hace el cacique, vienen a pedir permiso para hacer justicia. Es un cuento maravilloso.

Leemos muchos cuentos de una o dos páginas, leemos narraciones que nos permiten reconocer el mundo que sale de la literatura y es vigente. Todos esos materiales funcionan, porque nos permiten reconocer otros enfoques, se hace una discusión divertida y maravillosa a partir de estas lecturas.

Les propongo leer a Sartori, donde le da mucha fuerza a la televisión, a la imagen por encima de la palabra, como en el video de aquellos niños y jóvenes que están atrapados en la pantalla, no están leyendo libros, están en la pantalla viendo imágenes. Ahí hay una discusión interesante de los planteamientos que hace Sartori, que si bien la tecnología nos ayuda y enriquece, nos puede atrapar para mal y dejar la lectura de lado. Ahí se da mucha discusión: cómo la tecnología es una herramienta de la que nos podemos apropiar, pero también tiene una parte que nos puede atrapar. 

 

MF: —Regresando al asunto de la docencia, ¿cuál sería uno de los momentos más complicados que has vivido como profesor?

 

PR: —Los momentos difíciles siempre se han dado y siguen ocurriendo, ya cada vez en tonos más ligeros. Nunca se me ha escapado, es que me encuentro con alumnos que vienen de condiciones muy difíciles en sus casas, nada más traen para el camión y llegan sin desayunar. Tengo una onda de vamos a hacer desayunos, cooperan con 3 o 5 pesos, compramos una torta para dos personas o cosas así. Esto me llevó a que la gente no quiere cooperar, yo soy el que compra la torta para una o dos niñas, ahí me lleva a que de pronto tengo alumnos y alumnas que mejor yo les coopero, pero esto de repente se vuelve sospechoso.

Viene la mamá: “oiga, porque a mi hija le dio 100 pesos, yo nada más lo quiero conocer”; qué onda con esta situación, tengo que explicarle a la mamá que no lo hago de mala fe, igual me creen, igual no me creen, esa parte ha sido difícil, porque he desarrollado la capacidad de ver al alumno que está en condiciones muy difíciles, no sé quedarme de brazos cruzados: “oye, lo que necesites, lo que se te ofrezca, aunque tampoco tengo los miles para darte, pero los 50 pesos si te los puedo dar”. 

Siempre me involucro con mis alumnos y alumnas, con mis alumnas, porque la mayoría son niñas y de pronto eso en un momento en que hay una polarización donde se les acusa a los profesores de acoso; nunca me han acusado de acoso, pero sí dicen: “ay, ese maestro siempre anda con las alumnas; ese maestro está rodeado siempre de las alumnas, está muy cercano a las alumnas”. Esas cosas siempre son difíciles de manejar. 

Afortunadamente nunca me he metido en ningún problema, pero es que en la materia de Comunicación tenemos que involucrarnos con la gente, el alumno no es un ente, es para generar vínculos y en ese proceso te enteras de cosas y no puedes quedar ajeno a esos procesos. Como que hay mucho chismorreo, nunca me he metido en un problema mayor. Hay mucho comentario extraño que nunca ha pasado a más, esa parte ha sido difícil; creo que es parte del proceso de vinculación con los alumnos, no puedes tratarlos como entes ajenos o extraños. 

Tenemos que hablar con ellos, platicar con ellos. Hacíamos una actividad, ya no la hacemos, era la del secreto, que cada uno escribiera un secreto de manera anónima y le pedíamos a alguien que leyera el secreto como si fuera suyo, salían cosas delicadas. Descubrimos que no tenemos la capacidad para trabajar eso, dijimos no, porque nos rebasaba la información. Mejor recomiendo que vayan a psicopedagogía, pero ¿hasta dónde nosotros sí podemos inmiscuirnos y hasta dónde no? No rebasar ese límite lo tenemos claro, pero de pronto en la vida cotidiana es difícil. No rebasar ese límite de vinculación con la gente, si lo tienes claro, es la clásica frase de no hagas cosas buenas que parecen malas. 

Esos límites de pronto no he sabido cuidarlos, no me he metido en problemas, pero sí hay señalizaciones y cosas extrañas. 

MF: —¿Y lo contrario, Rogelio?

PR: —Lo contrario es cuando alguien te reconoce, cuando alguien te dice: “oiga, qué bien hizo esto, qué bonita dinámica, qué bonito tema, yo fui con mi mamá y le sirvió muchísimo”. Ahora que las clases fueron en línea las mamás, los papás o los tutores escuchaban la clase, era mucho: “oiga, mi mamá dice, mi papá dice, a partir de lo que comenta”. Muchos comentarios fueron favorables, de agradecimiento, de reconocimiento. 

Cuando te escriben algo del día del maestro, cuando te saludan. No hace mucho, nada más tuve 4 clases presenciales, en la cuarta clase una niña me ve y me grita: “¡maestro!”, viene corriendo hacia mí, está a tres metros y sigue corriendo, llega, me apapacha y comenta: “¡qué gusto verlo!”, la abrazo también, pero hay maestros, trabajadores, yo separo a la niña, le digo: “¡muchas gracias!, ¡qué bonito tu saludo, qué bonito tu abrazo!”. Pasan esas cosas. 

Qué bonito, me atrapó, nadie había corrido así para abrazarme, después de dos años. Te hace el día, la semana, el mes, ese tipo de reconocimiento. De repente hay un maestro: “oiga, qué confiancitas, pero vieras que yo no, le hablo bien a la niña, pero nunca tuve particular atención, salió así”. Esos reconocimientos te conmueven completamente. Hay que tener mucho cuidado, porque de pronto el límite se rebasa.

Los maestros somos así, un pequeño reconocimiento, una cartita, un sobrecito, que de pronto te inviten un café, tú ya dices: “no me importa el bajo salario, no me importa andar luchando por grupos, esto nos hace la vida”. Estos pequeños reconocimientos de los alumnos a los que les caíste bien y te tratan muy bonito. Eso es lo que nos enriquece. 

 

MF: —Para ir cerrando, ¿cómo ves a la comunidad docente?

 

PR: —Ya tengo edad para ver a los de nuevo ingreso, que llevan cinco o diez años trabajando. Ahora somos los honorables, me ha dado mucho gusto ver a mis compañeros que han crecido mucho. Sí les decía en algunos momentos que traíamos muchas limitantes, porque a muchos de ellos, la vida sí los puso ahí, no fue su elección ser profesores, ahí encontraron trabajo, pensaron que serían profesores dos o tres años mientras encontraban lo que ellos querían y ya no se fueron. No lo critico, no está mal, pero yo si veo ahora, después de cuatro años, que en muchos de ellos se despertó la vocación de la docencia. 

En sus clases los veo preocupados por su material, veo que comentan esos momentos en la sala de profesores, intercambian comentarios, los escucho, y entonces, así comencé yo. La vocación la tienen, el amor por la docencia lo han descubierto y ahí la llevan muy bien. Nos falta mucho, sí, porque comunicación es un ámbito que explotó, hizo boom desde los años 90, en México. Ya hay todo un paradigma de lecturas y autores que nos rebasa, que tenemos que estar actualizados. 

El trabajo que tú has realizado es importantísimo, a ver maestros, esto es lo que hay, si no fuera por tu trabajo estaríamos muchos en el limbo. Pero los profesores de las nuevas generaciones le están entrando con mucho empuje. Sí, hay ciertas carencias de lingüística, poesía, tenemos que contemplarlo, tenemos el tema de los recursos retóricos, no clavarnos en la poesía, porque no es nuestra área, pero si no lo hacemos nosotros…

Poesía se estudia un semestre en TLRIID II, nunca en su vida vuelven a ver poesía, tenemos que aprovechar que nosotros tenemos el tema de los recursos retóricos en la publicidad, para decirles, esto viene en la poesía y algo que les demos. Porque los alumnos no saben, y muchos maestros tampoco. No es que nos hagamos poetas, pero vamos a recomendarles algo. 

Esto es muy ambicioso y queremos abarcar mil cosas, te das cuenta de tus limitaciones también, pero podemos aprovechar tantito, es indispensable, no basta. Sí veo a muchos compañeros de TLRIID en que el alumno tiene que aprenderse cómo hacer organizadores gráficos, cómo hacer una reseña y lo fundamental es eso, dices, sí esa es la herramienta, pero lo fundamental es que tu experiencia la transmitas en una reseña o que tu experiencia vivencial la compartas con otros. 

Comunicación sí nos permite retomar todo lo anterior, cómo eso nos aporta elementos para mejorar nuestros vínculos como personas. Así la comunicación humana, ¡qué complejo, caray! 

 

MF: —Si tuvieras que darle algunos consejos a alguien que empieza en la docencia, ¿qué les dirías? 

 

PR: —Yo le diría que es importante tomárselo en serio, respetar el trabajo, preparar bien la clase. Yo lo hice porque me costó trabajo, andaba en mil cosas y llegaba a improvisar, y no. No podemos llegar a improvisar a una clase, vamos paso a pasito, no les demos todo. Es una idea, un concepto, una temática, vamos poco a poco. Sí hay que preparar bien la clase y hay que dar espacio para que ellos intercambien experiencias, para que ellos platiquen y luego nos lo expongan a todo el grupo. 

Sí preparar, tener claro qué vamos a hacer, no acaparar el micrófono y que ellos intercambien, que compartan, clase con clase una pequeña discusión. Es parte de lo que les diría, que hay que cuidar mucho la interrelación. Si bien es cierto que nos importa la interrelación con el alumno, tenemos que conocerlo, pero es fundamental poner los límites. Cuidar los vínculos y los límites. 

 

MF: —En este momento en el que estás, ¿qué es lo que continúa como parte de tu carrera académica? ¿Para dónde vas? 

 

PR: —Me aterrizo en la lectura de un material y que salgamos, que vayamos al teatro. Si podemos ir a Chiapas, qué bueno. Que salgamos del aula, romper el límite de las cuatro paredes para obtener conocimiento. El conocimiento lo tenemos que obtener también en una plática con amigos, cuando vamos en el camión, y vemos y somos testigos de algo. 

A lo mejor no estamos en condiciones de actuar de tal o cual manera, pero vamos viendo, con la familia o los adultos, más allá de ser intenso y polarizado, siempre va a ocurrir, pero que entendamos de dónde vienen los que nos antecedieron; es cierto que ya tienen sus ideas fijas, pero si entendemos ese proceso nos va a permitir buscar recovecos para mejorar la relación. 

No es para chocar con el otro, es para empatizar con el otro y llegar a acuerdos. Que esos acuerdos permitan estar más tranquilos. Hacer de la comunicación una práctica constante y cotidiana. Por ahí es donde yo quiero poner el énfasis.  

 

MF: —Para cerrar, me gustaría que fuera de lo académico me recomendaras tres lugares, tres lecturas, tres películas, y tres cantantes. Que tengan que ver contigo, que reflejen más lo que tú eres. 

 

PR: —Yo pondría en un primer momento a Ana Belén y Víctor Manuel, los que cantan “La puerta de Alcalá”. Ellos tienen un concierto maravilloso que se llama Mucho más que dos, en ese disco viene la canción “Contamíname”, el estribillo: “Contamíname, mézclate conmigo, debajo de mis ramas encontrarás tu abrigo”. Esta canción me parece importante, tiene una historia muy bonita, cuando Franco en España prohíbe que los africanos lleguen para no contaminar, entonces el autor Alberto Guerra, resignifica la palabra. 

“Influye en mí, incide en mí con tus cantos, con tus flores, con tus historias. Contamíname, no del humo que contamina el aire, contamíname de tus historias, de tu pasado, de tus libros, ¿por qué no nos leemos nosotros?”. Es una canción hermosa para entender al otro. Contamíname. 

Ahí mismo viene la canción de Lía, de sujetar. Es una canción de amor donde ella dice: “líame, ámame, hazme el amor”. Hazme el amor en términos de respeto a mi integridad como mujer, en términos de reconocimiento a mi persona. O sea, no vienes a abusar de mí, vienes a compartir un momento íntimo. Es una canción que nos llama mucho a que no puedes involucrarte con cualquier persona en cualquier momento, sino con aquellas personas que sí nos tocan el alma y a quienes nos tocan el alma es a nosotros. Cantante Ana Belén y Víctor Manuel. 

Les recomiendo mucho que escuchen a Rodrigo González con la canción “Las mujeres en el siglo XX”, que eran amas de casa, era su máximo de la vida. Para entender de dónde vienen nuestras mamás y nuestras tías, porque así eran. Es un poco triste. 

Ampliamente a Silvio Rodríguez, con un canto que no es de donde venimos. Escuchamos a Juan Gabriel, a Rocío Durcal, a Los terrícolas. Nos pueden gustar las canciones y las sabemos de memoria, pero son de amores dependientes, de amores de si tú no me quieres, la vida no vale nada, si no me quieres mejor me muero. Ese esquemita muy repetido, encontrarnos con otros autores que nos hablan de amores que no son codependientes, de amores autónomos, que tienen valor, aunque el otro no me responda o corresponda. 

El amor es importante y si no lo acepta esa persona, habrá otros momentos y otras instancias donde pueda expresar esa capacidad de amar. Pero esa capacidad de amar es importante. Las canciones de Silvio Rodríguez en ese sentido son importantes. Ana Belén y Víctor Manuel, Rodrigo González y Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat, Violeta Parra, Mercedes Sosa. 

 

Películas. El señor de las moscas, Charles Chaplin con Tiempos Modernos y El gran dictador, Mi vida en rosa, Cinema Paradiso, Billy Elliot, son fundamentales. Además, me siento tan identificado, porque todos los que pasamos por la danza decimos: “así fue como entramos a la danza, en medio de un mundo de reflexiones”. Billy Elliot y Cinema Paradiso, son hermosas. 

Acabo de ver Sueño en otro idioma, y la voy a retomar para verla con mis alumnos. Es un joven que se va a titular y va a un pueblo a investigar una lengua que está desapareciendo, nada más quedan dos ancianos, dos hablantes, va para entrevistarlos y grabar su lengua que está a punto de desaparecer. Pero ocurre que los dos ancianos están peleados entre ellos, desde su juventud no se hablan. Los tiene que hacer hablar entre ellos, pero éstos se odian y en ese proceso hay una serie de descubrimientos divertidísimos e interesantes.

 

Libros. Me parece fundamental El principito, los alumnos no lo han leído, pero nos recuerda el valor del amor y de la amistad. El diosero, de Francisco Rojas, son una serie de cuentos, muy parecido a El llano en llamas, o los dos. Cuentos de pueblos indígenas en los que podemos rescatar el concepto de cosmovisión, culturas, costumbres e ideologías. 

De hecho, les doy un libro para leerlo, tres semanas o un mes, depende de la extensión del libro. Me tienen que entregar una reseña. En mi lista está El principito, El diosero, algunos fragmentos de El Quijote de la Mancha, el capítulo dos, apartado 13, que es el encuentro que hace El Quijote y Sancho en un pueblo donde van a enterrar a un joven bello, el hijo del hacendado, que siempre fue atento, que promovió que todos se llevarán bien y estaba enamorado de Marcela, pero ella no le correspondió. Este joven toma la decisión de quitarse la vida, porque no le correspondió, entonces es vista como ingrata. En el discurso de Marcela ahora vemos lo que es un mundo feminista, que habla de una mujer empoderada. 

Graciela, una historia de amor donde el enamorado no tuvo la madurez para reconocer a la joven amada, no sabía respetar, él andaba en el juego, él no entendió y vive su propia tragedia. El principito, El diosero, Graciela

 

Lugares. Hago el esfuerzo de llevarlos a Chiapas. En el 2010 sacabas un camión de alumnos, van bajando, a 15, una vez me fui con 8. Ir a Chiapas o por lo menos que se informen de la masacre de Acteal del 22 de diciembre de 1997, que por lo menos conozcan qué ocurrió.

Los llevo a los baños de rey Nezahualcóyotl, adelante de Texcoco. Hay un lugar que se llama El molino de las flores, es un centro recreativo, como La Marquesa, pero en chiquito. Fue una hacienda pulquera, está bonito el lugar. Adelante está la zona arqueológica, el trono del rey Nezahualcóyotl está en ruinas y aún en ruinas se percibe la majestuosidad, los baños del rey y la reina, las recámaras del rey y un templo de oración donde se ven las piernas de algún dios. Yo los llevo ahí en pequeñas excursiones que, por supuesto, la UNAM prohíbe, pero yo me voy por la libre. 

Afortunadamente no me ha pasado nada, ni a mí ni a mis alumnos, sí les pido que sus papás vayan por ellos, la condición es que no se regresen solos, que vengan por ellos. Vamos a Texcoco, que conozcan Bellas Artes, que vayan, que visiten o que vayamos al Museo de Antropología, en Chapultepec. Lugares por los que a veces pasan y nunca entran, el Museo Nacional de Arte (el Munal). Que hagan un recorrido de Bellas Artes, del Munal, del Palacio de Correos. En Motolinía venden tortas a 40 pesos, se compran tortas y refresco y se la pasan bien. 

 

MF: —Ya la última, ¿cómo te gustaría ser recordado cuando te jubiles?

 

PR: —Recuerdo a mis maestros muy queridos, el odioso José de la Mora fue mi profesor y lo recuerdo con mucho cariño. La maestra Flora, luego fue compañera maestra, la recuerdo con mucho cariño. Yo quisiera que me recuerden como un profesor que intentó hacerlo bien, que la huella que les deja uno, más allá de una lectura o una entrega de trabajo, enfatizar que de lo que se trata es de construirnos como mejores personas. Porque la felicidad está en nuestra capacidad de ofrecer lo que tenemos a los otros. Como profesores lo hacemos todos los días. Estar para ellos si lo necesitan, como profesores y como personas. Impulsarlos a que la lucha es de todos los días, no es suerte. Día con día trabajar. 

Estas pequeñas experiencias como ir a una zona arqueológica o llevarlos a Chiapas eso es lo que se queda en sus corazones. Las dinámicas de clase, lo que comparten se les queda. Luego me los encuentro en la calle y dicen: “oiga, la dinámica que puso”, les encantan las dinámicas. Tengo una dinámica de mensajitos, cuadritos de colores, les pido que le escriban algo a su compañero, algo que sea bonito, atento y respetuoso. 

Les doy un plazo para que escriban, media hora o cuarenta minutos, que se levanten y lo entreguen en la mano; esos papelitos juro que los conservan por años y dicen: “aún conservo mis mensajitos”. Y te recuerdan por esas cosas. Las acciones que llegamos a tener con ellos son fundamentales. Que me recuerden alegre, que me recuerden divertido. Intentando que no hay que dejar morir solo al otro, que estamos para eso. 

El cargo Rogelio Rueda, comunicación, otredad y utopía apareció primero en MediacionesCCH.

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