El meme: acto comunicativo y flexibilidad identitaria en los jóvenes y adolescentes

POR: Manuel García Hernández

Introducción

En la actualidad, el Internet, en especial las redes sociales, han modificado la forma de convivencia de las personas a lo largo del mundo. Las interacciones relacionadas con la comunicación se han visto alteradas. Uno de los fenómenos comunicativos modernos es el “meme”, contenido electrónico que trae consigo una flexibilidad cultural e identitaria; así, éste oculta un trasfondo del que no se habla con frecuencia y, desde ese punto, ha creado una evolución social en la segunda década del siglo XXI en un grupo determinado: los adolescentes y jóvenes. Como dice Jesús Martín Barbero (2002), en la era moderna las culturas, además de las identidades, tienden inevitablemente a hibridarse.

El meme, a simple vista insignificante, contiene un amplio panorama de estudio respecto a la flexibilidad identitaria en los jóvenes y adolescentes, acto que ha terminado por modificar la socialización en la era digital.

La comunicación es uno de los aspectos que diferencia al hombre de los animales. La interacción humana, así como los distintos lenguajes implementados por éstos para convivir con su semejante, son complejos y contienen un sinfín de rasgos que se accionan con una palabra, una imagen o una seña; es decir, detrás de un mensaje existe un contexto que permite entender el contenido metalingüístico a un ente o grupo. Por ello, el mismo concepto de comunicación implica la existencia de una cultura e identidad. “En efecto, en cualquier acto de comunicación no se transmite sólo un mensaje, sino también una cultura, una identidad y el tipo de relación social que enlaza a los interlocutores” (Giménez, 2001, pág. 118).

De esa forma, la comunicación denota que una comunidad o grupo cultural debe conocer su contexto para entender las diversas interacciones comunicativas que comparten entre sí; con lo anterior entra en juego un concepto importante: la identidad. En ella está todo lo convergente en un grupo cultural; esto implica el sentido de pertenencia y afinidad con su semejante dentro de ese grupo. Así, la identidad “se recrea individualmente y colectivamente y se alimenta de forma continua de la influencia exterior” (Molano, 2007, pág. 73).

La comunicación y la identidad se encuentran unidas por la cultura, éste es el sistema de valores y creencias de un grupo, tales “como la lengua, instrumento de comunicación, las relaciones sociales, los ritos y ceremonias propias, o los comportamientos colectivos” (González, 2000, pág. 43). Por tal motivo, la comunicación es un acto complejo; no sólo implica un sistema de signos, abarca toda una atmósfera estudiada por separado para comprender las distintas manifestaciones creadas por el humano.

Con el paso del tiempo, la comunicación ha sufrido varios cambios. El hombre comenzó con un sistema de signos y poco a poco se complejizó. La oralidad evolucionó a lo escrito; la pintura a la fotografía, posteriormente al video. Todo ello surgió tras una necesidad de comunicar “algo” dentro de un grupo social; sin embargo, en la modernidad, específicamente al comienzo del siglo XXI, el Internet evolucionó la manera de interaccionar con los demás, entonces nacieron las redes sociales, donde usuarios alrededor del mundo comparten sus experiencias con entes conocidos o ajenos al emisor.

El psicólogo F. Philip Rice (1997) divide las etapas de la vida en tres periodos: infantil, adolescente y adulto, este último incluye la juventud. Menciona que tanto en la adolescencia como en la juventud, la persona busca mayormente el entretenimiento, no en solitario sino con un grupo cercano al sujeto. Por esta razón, no es sorprendente que la población que atiborra las redes sociales sean esas dos divisiones impuestas por el norteamericano.

Esas plataformas transforman la comunicación; también la adolescencia y la juventud han contribuido para dar una variación al concepto de identidad, aparentemente relacionado con un sitio geográfico determinado. Los usuarios de redes sociales lo trasmutan a través de la interacción y la creación de nuevas herramientas; un ejemplo de ello, y que ha alterado la brecha de identidad, es el denominado “meme”.

El término “meme” no nace en redes sociales sino en la biología, de la mano de Dawkins (1979), y hace referencia a los modos de imitación cultural trasmitidos a lo largo de varias generaciones, acción que implica, según Dawkins, una función cerebral. En otros términos, “los llamados memes son, de acuerdo con teorías de difusión cultural, una unidad de información cultural que se transmite de un individuo a otro o de una generación a otra” (Arango, 2015, p. 112). Algunos estudiosos han comparado al “meme” con el gen, pues, mientras el primero transmite información genética, el segundo contagia modos culturales del individuo dentro de un grupo social, con algunas variaciones. 

Entonces, el comportamiento del individuo se rige por los aspectos observados a lo largo de la vida; es decir:

Si Dawkins está en lo cierto, la vida de los humanos está impregnada hasta la médula de memes y sus consecuencias. Todo lo que hemos aprendido al emular a otros es un meme […] Ello incluye el vocabulario que utilizamos, las historias que conocemos, las habilidades que hemos adquirido gracias a otros y los juegos que preferimos. También hay que tener en cuenta las canciones que cantamos y las leyes que acatamos (Blackmore, 2000, pág. 34).

En la era digital, el “meme” se entiende como una imagen, e incluso video, que contiene un mensaje corto; la intención es el humor, pero, a su vez, una suerte de crítica política y social, de ahí que también tenga lugar la sátira. De esta forma, el término no ha perdido su significado original, porque el contenido tiene un origen cultural que permite al usuario o receptor entender la semántica y la semiótica de éste. Con ello, el “meme” comienza a entretener a los adolescentes y jóvenes, aunque también crea toda una red de hibridación y flexibilidad cultural y, por lo tanto, identitaria.

Pero ¿cómo crea una imagen o un video esa flexibilidad e hibridación dentro de un espacio donde convergen diversas culturas o grupos sociales? Cuando el usuario hace uso del ciberespacio, lo ancla en una cultura digital, sin importar su localización geográfica; es decir, “la cultura ciber, trasportada por la Internet, manifiesta siempre las mismas características independientemente de la localización física de los cibernautas […] algunos sociólogos la consideran como una superestructura pansocietal” (Giménez, 2001, pág. 126-127). Por consiguiente, las redes sociales se consideran como una cibercultura digital; la localización geográfica no modifica las normas y reglas seguidas en el Internet. Allí entra la primera flexibilidad identitaria del hombre, ya que ahora no simplemente es parte de su entorno cultura, también es partícipe en una cultura cibernética.

Con el “meme”, dentro del ciberespacio, nacen otras subculturas. En la actualidad el usuario es parte de su propia identidad, de la identidad cibernética, y con los “memes” se suma a otras pequeñas identidades. Todas ellas convergen en un individuo que comparte rasgos con su entorno, el ciberespacio y su comunidad de allegados dentro de las redes; lo anterior se logra por esa creación, cuya imagen o video no cambia, pero sí el contenido semántico.

Figura 1

Tomado de la página de Facebook: “Memes CCH Oriente”.

En él radica un personaje animado y conocido por el receptor. El mensaje semiótico, en este caso el personaje y su gesticulación se mantienen, pero el mensaje semántico es adaptado al contexto del receptor.

Figura 2

Tomado de la página de Facebook: “Memes CCH Oriente”.

En este caso, el mensaje semántico se mantiene, pero el semiótico sufre una alteración; los personajes son cambiados por dos figuras relacionadas al contexto del plantel Oriente: “El ranitas” y “Cola mocha”, adaptados al mensaje semántico.

La semiótica se mantiene, mas con el paso del tiempo o por el lugar geográfico el mensaje textual se adapta a lo conocido por el joven usuario. “Más que consumidoras de mensajes, las audiencias son productoras de sentido, decodifican o interpretan los textos comunicacionales en formas relacionadas con sus circunstancias sociales y culturales y con la manera en que experimentan subjetivamente esas circunstancias” (Arango, 2015, pág. 121).

La era digital hace partícipes a los adolescentes y jóvenes de la comunicación lúdica; ya no sólo se visualizan un par de “memes”, por el contrario, diariamente surgen nuevos contenidos e, incluso, el usuario se apropia de diversas imágenes que resignifica con un nuevo mensaje semántico. En consecuencia, todo eso responde a la velocidad vivida al interior de la cultura cibernética. La información es tanta que el usuario siente la necesidad de hacer lúdicos algunos aspectos políticos, sociales y de cultura pop nacientes en las mismas redes sociales.

El “meme” mantiene su importancia en la comunicación, ya que en la actualidad, después de una noticia de impacto global, salen a relucir un sinfín de creaciones que reciclan el contenido semiótico, pero transformando el semántico. Y ahí es precisamente donde converge el sentido del término “meme”; el aspecto gráfico, en este caso la imagen, sigue prevaleciendo y cumple la función de familiarizar al receptor, empero, el lenguaje escrito lo reconstruye para atender una necesidad diferente, en este caso, la burla y el humor de una noticia o hecho social de impacto mediático conocido por el receptor.

Construye así un sinfín de redes identitarias; la resemantización es la clave para que en éste quepan diversas identidades culturales, en especial las del adolescente y joven, quienes en la actualidad son cubiertos por una avalancha de información, de la cual sólo procesan la indispensable, según su contexto, ya que “la comunicación se realiza siempre a partir de las pertenencias socioculturales tanto del emisor como del receptor” (Giménez, 2001, pág. 122).

Un ejemplo de lo antes expuesto es la interacción entre los alumnos del Colegio de Ciencias y Humanidades, quienes crean páginas de Facebook donde comparten diferentes creaciones referentes al contexto vivido dentro de la institución. Personajes, mascotas adoptadas, profesores e incluso espacios significativos, sirven de inspiración para crear una comunidad que conserve una misma identidad, en este caso, el Colegio y su contexto.

Algo así sucede con la misma Universidad Nacional Autónoma de México; el nombre ya trae consigo una identidad en los estudiantes, sin importar si son universitarios o pertenecen a las escuelas de nivel medio superior; la matriz identitaria es el logo universitario; por ello no es sorpresa que en muchos “memes” los internautas no sólo firmen con seudónimo; además, agregan el escudo de la unam, un símbolo que evoca un sentir en ellos. De esa manera, los jóvenes y adolescentes ven en su identidad una flexibilidad e hibridación, porque sin importar la facultad, escuela o unidad académica, logran integrarse y compartir diversas identidades: con sus compañeros, un grupo, su institución y la universidad.

Se piensa que tanto la comunicación, la cultura, así como la identidad son mediadas por el espacio geográfico, no obstante, como ya se explicó, las redes sociales, en especial las creaciones dentro de ellas como el “meme”, rompen con esa idea.

La función del “meme” se diversifica: la protesta, la crítica, la burla e, incluso, la alabanza a diferentes situaciones y figuras que convergen en el mundo de quien crea, visualiza, entiende y comparte tal contenido; acto importante para la llamada flexibilidad identitaria. Ésta no sucede simplemente por la globalización en las conexiones sociales, también es provocada por la generación más importante en el presente: los adolescentes y jóvenes. Son ellos los que procrean la hibridación y la flexibilidad de identidades, únicamente con la interacción de un contenido electrónico como el “meme”: una mezcla de contextos, culturas y conocimientos resignificados y adaptados por el receptor, que modifican la socialización en la era digital.

Figura 3

Tomado de la página de Facebook: “Universidad Nacional Autónoma D Memes UNAM”.

En éste, el logo universitario es transgredido, además, las siglas de la universidad se mantienen, pero con una variación en el significado completo; es decir, tanto la semántica como la semiótica se modifican parcialmente.

REFERENCIAS

  • Arango, L. (2015). Una aproximación al fenómeno de los memes en Internet: Claves para su comprensión y su posible integración pedagógica. En Ártico. 12(33), 110-132.
  • Barbero, J. (2002). Jóvenes: Comunicación e identidad. En Pensar Iberoamérica. Revista de cultura. (0). En: https://www.oei.es/historico/pensariberoamerica/ric00a03.htm.
  • Blackmore, S. (2000). La máquina de los memes. Barcelona: Paidós.
  • Dawkins, R. (1979). El gen egoísta. Barcelona: Labor.
  • Giménez, G. (2011). Comunicación, cultura e identidad: Reflexiones epistemológicas. En Cultura y representaciones sociales. 6(11), 109-132. En: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S200781102011000200005&lng=es&tlng=es.
  • Molano, O. (2007). Identidad cultural: Un concepto que evoluciona. En Ópera. (7), 69-84.
  • Rice, P. (1997). Desarrollo humano: Estudio del ciclo vital (2ª ed.). Ciudad de México: Prentice-Hall. 

 

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