Narrativa transmedia ¿3.0? Nuevas ideas para antiguos conceptos

Salvador Carreño y Alfonso Aguilar

De forma diferente a como suele pensarse, la narrativa transmedia no surgió con la irrupción de las ahora conocidas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) sino ha acompañado la evolución comunicativa del ser humano desde tiempos prehistóricos. La acepción moderna de la transmediatización ilustra con amplitud el ambiente de integración tecnológica actual, si bien no ha dejado de referir los mecanismos de intertextualidad e hipertextualidad característicos de la comunicación humana, única recursiva en el reino animal, y cuyo desenvolvimiento se ha traducido justamente en la cultura sustentada en el vasto conjunto de los lenguajes específicamente humanos.

Un problema típico cuando se aborda algún tópico relacionado con la información y la comunicación es la velocidad con que se difunden ciertos términos, lo que a su vez da lugar a frases de moda, pero poco ilustrativas de procesos que, a primera vista, parecen sumamente claros, como “el vertiginoso avance de la tecnología” o “nuevas tecnologías”, porque parecen ubicarnos, sin duda, en discursos de actualidad, por asociación casi indiscutible con los sistemas de cómputo y dispositivos de operación digitalizada característicos de esta época, cuando en realidad son conceptos que podrían describir con facilidad algo que ha identificado al ser humano prácticamente desde su aparición: el uso de tecnología.

Como parte del reino animal, los seres humanos nos distinguimos del resto de las especies por la forma única que damos al lenguaje, porque lo articulamos, lo construimos creativamente y lo rodeamos de artefactos que incrementan su potencial comunicativo, mientras el resto de las especies usa de manera mecánica las diversas posibilidades de interacción entre individuos, sin que ello haga suponer que tales manifestaciones del lenguaje puedan tacharse de primitivas, ya que las habilidades con las que muchos animales han evolucionado llegan a alcanzar niveles de sofisticación, que la humanidad no sólo admira sino que intenta imitar y recrear mediante el uso, precisamente, de tecnología.

De hecho, prácticamente todo individuo de toda especie está equipado con más de una habilidad sensorial que facilita su interacción. Si partimos de la noción del concepto mismo del lenguaje, entenderemos que este último es la capacidad física con que se cuenta para intercambiar información, y ello significa que la comunicación animal funciona con más de una manifestación del lenguaje, por lo que podemos decir que lo habitual en el reino animal son los paralenguajes: la comunicación que integra diversos lenguajes que soportan a uno principal, dando lugar a cierta suerte de polisemia, porque se compone de diversos signos que funcionan como emblemas o reforzadores de otros.

Entre los innumerables ejemplos que podríamos citar nos vienen a la mente algunos tan espectaculares como el de un pavorreal macho que, en tiempo de reproducción, busca seducir a las hembras explotando a tope su capacidad de expresarse con el colorido de su plumaje, extendiéndolo frente a ellas, lo que no daría los resultados previstos de no ser porque esa información debe acompañarse de un riguroso ritual de movimientos corporales que, desde luego, los hombres interpretamos como baile.

Asimismo, el trágico y sublime evento de la cacería puede dar cuenta de la polisemia responsable del equilibrio en la cadena alimenticia, porque el aviso “te voy a comer”, del depredador hacia la presa, integra signos que provienen de sentidos diversos: una serpiente –por ejemplo– cuya dieta se formule a base de batracios, como sapos y ranas, puede detectar la presencia de éstos mucho antes de que los mismos adviertan el peligro, porque la serpiente cuenta, entre sus habilidades, con la de percibir con la lengua olores a grandes distancias, además de la de poseer un tacto tan fino que identifica cada salto del sapo y de la rana hasta el grado de calcular velocidad y tiempo de aproximación. Cuando se da el encuentro fatal, la serpiente hará uso de su lenguaje corporal, al erguirse por sobre las cabezas de sus potenciales víctimas, haciéndoles saber su intención de devorarlas, y remata su ejecución emitiendo con su lengua bífida un seseo característico de este animal.

Esos paralenguajes se dan también en la comunicación humana, con el añadido de que la creatividad antes referida, originada en la racionalización, se materializa en las artes, la moda, el diseño, la música, la literatura y alrededor de sesenta lenguajes autónomos entre sí, aunque complementarios y suplementarios según el contexto, como ocurre con la cocina, cuyo elemento central descansa en el lenguaje de los sabores, si bien el complemento ineludible lo hallaremos igualmente en las formas, los olores y colores de los propios alimentos, así como el suplemento ideal lo percibimos en vajillas, cubertería, mantelería, y aun en la proxémica de los espacios donde la comida se sirva y deguste.

La comunicación educativa presencial también es un ejemplo de paralenguaje humano, ya que es un proceso en que la verbalización suele servir de soporte principal entre el docente y los alumnos, pero donde resultaría casi imposible que dicha interacción no se complementara con el lenguaje corporal y los recursos visuales, ni se suplementara con otros lenguajes llenos de simbolismo, como la mímica y la gestualidad.

Vale la pena acotar que una sesión como la antes mencionada puede transformarse plenamente en un ejercicio de lo que podría llamarse narrativa transmedia,[1] siempre que en la planeación académica el docente conciba un diseño curricular donde los elementos de clase provengan de lenguajes que se integran de manera más bien uniforme y en que los medios dejen de verse sólo como herramientas para convertirse plenamente en agentes activos del proceso, tal como puede ocurrir con las tic.

Tanto el concepto de discurso multimedia como el de narrativa transmedia resultan medianamente complejos en su propia forma, pero sobre todo imprecisos para definir sólo la integración de lenguajes diversos en plataformas digitales, porque si es común el uso de paralenguajes, tampoco son de extrañar los discursos multimedia o la narrativa transmedia, si bien ello no remitido a procesos que deban ocurrir por fuerza con el auxilio de computadoras o dispositivos digitales.

El cine es, de hecho, una narrativa transmedia, porque para existir como tal el relato cinematográfico depende tanto del habla y la escritura como de otros lenguajes sónicos, vestimentales, kinéticos y gráficos, por citar apenas lo tradicional, toda vez que la tecnología cinematográfica ofrece en la actualidad la posibilidad de exhibir en los recintos respectivos obras artísticas y productos comerciales basados en experiencias multisensoriales; todo ello es, en efecto, narrativa transmedia, pero lo eran ya las películas de los Lumière hace más de cien años.

El ballet y las artes escénicas también son transmediáticos, ya que un evento como éstos presupone un integral discurso que combina kinesis (lenguaje del movimiento corporal), escenarios, iluminación, vestuario, gestualidad, música y verbalizaciones explícitas o implícitas. Y es que, a diferencia de los paralenguajes, no hay un lenguaje dominante acompañado de lenguajes complementarios y suplementarios sino un multilenguaje (una multimedia), una narrativa transmedia.   

Entonces, conviene reflexionar con qué matiz sería apropiado referir la variante de narrativa transmedia, cuyo ingrediente neurálgico se origina en el empleo evidente de las tic, porque si la sola incorporación de argumentaciones basadas en lenguajes diversos es una narrativa transmedia, urge determinar con mayor precisión cuándo se distinguirá del cine tradicional, de la danza o del teatro, ya que su manifestación demanda procesadores, aplicaciones, software y, en general, todo aquello que pudiere suponer una explicación desde el ámbito de los sistemas informáticos.

Recordemos que, de algunos años a la fecha, se han ido sucediendo denominadores relacionados con las tic y desarrollos correlativos, que parcelan versiones, tal como podemos observar con la World Wide Web, de la que hemos sido testigos (y usuarios) de web 1.0, 2.0 y 3.0, señalando cada una de tales versiones la arquitectura de soporte.

Enrique Ruiz Velasco (2012) nos recuerda esto en su artículo Laboratorios cibertrónicos 3.0:

La web semántica (3.0) tiene como principal característica la integración de metadatos semánticos (con significado y sentido) y ontológicos (con esquema conceptual riguroso de dominios) en la propia www. Esto es, permite la interacción y el tratamiento de la información entre los sistemas informáticos a través de agentes inteligentes sin la intervención humana. Su principal ventaja es que permitirá relacionar y dar tratamiento a datos específicos, discriminando a otros similares sin relación alguna.

Dicha interacción entre los sistema informáticos implica una alta recursividad, y esto significa inteligencia colectiva, corresponsabilidad comunicativa e integración tecnológica; es lo autoescalable típico de la cultura humana, pero con el indiscutible apoyo de las TIC, por lo que nos parece que un añadido pertinente para este potente concepto de narrativa transmedia sería, justamente, “3.0”, tratándose de la comunicación contemporánea, y mientras la misma –que no deja de avanzar a cada minuto– se desdibuje o transforme en un objeto completamente distinto y requiera, por obviedad, una nueva definición recursiva.

Con ello, estamos convencidos de que podemos señalar, con el rigor de un mapa de Google, dónde estamos parados el día de hoy en la Comunicación, pero integrando sus múltiples manifestaciones al universo de narrativa transmedia que ha caracterizado a la cultura humana desde hace décadas, centurias y milenios. Hablemos, entonces, de Narrativa Transmedia 3.0.

pie de página

[1] Este concepto de narrativa transmedia recupera de la narración la idea de una serie de signos independientes que se organizan sintagmáticamente para producir significados comunicativos. El latinismo transmedia está integrado por el prefijo trans, que significa tránsito, recorrido o desplazamiento –enfatizando el uso en comunicación–, y media, plural latino de medios, de lo que podemos perfilar que el contenido comunicativo de determinados procesos se da, porque éste se desplaza entre medios. La variante multimedia significa básicamente lo mismo, salvo que el origen del latinismo se halla en el prefijo multi, que indica “muchos” medios.

ReFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Peirce, Ch. S. (1965). La Ciencia de la Semiótica. Buenos Aires: Nueva Visión.

Ruiz Velasco, E. (2012). Cibertrónica. Aprendiendo con tecnologías de la inteligencia de la web semántica. México: Díaz de Santos-IISUE-UNAM.

ReFERENCIAS WEB

Mc. Luhan, M. (2016). En: http://www.forbes.com.mx/la-tecnologia-forma-parte-de-nuestra-vida-o-viceversa/

Ruiz Velasco, E. (2015). Laboratorios cibertrónicos. En: http://reposital.cuaed.unam.mx:8080/jspui/bitstream/123456789/3680/1/VE13.195.pdf

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