Breves apuntes sobre las dimensiones políticas de las Fake News y la Posverdad en las Redes Sociodigitales

Luis David Zapata Cortes

Las redes sociodigitales (RSD) facilitan grandes flujos de información marcando un antes y un después en la forma como las personas se comunican, organizan e interrelacionan. El primer apartado de este artículo se centra en las dos caras de las rsd; por un lado, la facilidad para crear, consumir y compartir contenido de forma horizontal y deslocalizada y, por otra, la mayor exposición a las fake news y la posverdad, fenómenos que si bien no son propios del ciberespacio, sí se reinventan y catalizan dentro de éste.

El segundo apartado, en un primer momento, contrapone la idea de las fake news y la posverdad como libertad de expresión, y en el segundo tiempo se exponen algunas medidas de regulación sobre éstas. Por último, se ofrecen unas reflexiones finales en el intento de aportar a la concientización del manejo de la información sobre la cual nos vemos envueltos y tentados a participar.

I.  Las redes sociodigitales nos pueden hacer naufragar 

Marshall McLuhan predijo, en la década de 1960, una Aldea Global donde “la información instantánea crea participación en profundidad” (citado en Roszak, 1988, pág. 195). Podemos decir que tuvo razón sólo en la primera parte, ya que la internet habilitó datos instantáneos en todo el mundo, no obstante, la infoxicación(1) impide ese análisis y esa participación a profundidad. A través de las redes sociodigitales (RSD) hemos traslapado las representaciones de la vida cotidiana desarrolladas en un espacio físico a un espacio virtual. Romper las barreras espaciotemporales implicó deslocalizar los centros de información(2), volviéndola imprevista e inmediata; marcando un antes y un después en cómo las personas se comunican, organizan e interrelacionan. A este tipo de individuo, que a través de las RSD rompe la verticalidad del consumidor o espectador pasivo, se le concibe como artífice de su propia elección para consumir, crear y difundir contenido se denomina Espectactor(3).

No obstante, a pesar de que las rsd se presentan como Espacios de Autonomía para la exposición del hartazgo y la indignación (Castells, 2012), se corre el riesgo de generar simples actitudes reactivas más que constructivas (Cansino, 2016), haciendo del Espectactor miembro de una comunidad de cuestionamientos y críticas más que de proyectos. Asimismo, la facilidad para la creación de contenidos hace que la información se vuelva efímera debido a su constante renovación, a la vez que abre paso a los social bots, la propaganda social, las contraesferas públicas, los filtros burbuja (Lobo, 2017), y en especial de las que nos ocuparemos en este ensayo: las fake news y la posverdad, tendencias que –como más adelante veremos– hacen que la Clickdemocracia pueda ser un punto más en contra que a favor.

I.I. Fake News y Posverdad: un impacto a las emociones

La forma en que las fake news afectan la vida en sociedad tiene múltiples aristas, ya sean fines propagandísticos, partidistas, actualmente la Infodemia e incluso linchamientos. Básicamente lo que las vuelve virales, por un lado, es su influencia sobre las emociones de las personas, y por otro, la falta de definición que obstaculiza los mecanismos de regulación. 

Por su parte, la posverdad se refiere a cómo reaccionamos ante la realidad. Impacta, sobre todo, en las formas de ser, sentir e, incluso, pensar y actuar de los ciudadanos; es decir, a partir de nuestras emociones y juicios personales aceptamos o negamos algún tipo de información sin importar que esté verificada o no (McIntyre, 2016, pág. 19). Su efecto no sólo difumina “la línea entre hechos y opiniones, sino que cada vez es menos nítida la que existe entre lo que creemos y lo que queremos creer” (McIntyre, 2016, pág. 15). 

De esta forma, las rsd en sí sólo son el medio, porque lo que hace que estos términos entren en acción y configuren nuevas dimensiones sociopolíticas son las agendas políticas. Si para un actor político los medios de comunicación se muestran hostiles, plataformas digitales, como Twitter, hacen que sus mensajes lleguen directamente a la gente sin cuestionamientos ni oposiciones, como es el caso de D. Trump, que al ser un líder político logra que sus discursos no requieran un sustento teórico-científico sino meros tweets que expongan su opinión más no su análisis de los problemas sociales (McIntyre, 2016, pág. 100).

Las fake news y el desinterés apático por una verificación de la información se suman a la desconfianza que tienen los ciudadanos en las instituciones gubernamentales. Como consecuencia de estos síntomas, México no tiene un marco jurídico que regule las noticias falsas. En este meollo, Manuel Alejandro Guerrero percibe una “lucha por la economía de la atención”, de tal forma que los medios de comunicación se disputan los nuevos públicos a través de noticias atractivas desestimando la verificación y valorando más lo que los consumidores quieren leer/escuchar desde sus prejuicios y emociones (Andrade, 2018).

Por ejemplo, en el proceso electoral de 2018 se habló a través de noticias en Google y Facebook de un supuesto lavado de dinero efectuado por Ricardo Anaya, candidato a la presidencia por el Partido Acción Nacional. Luego un estudio concluyó que fueron pagadas por la empresa Sicre, Yepiz, Celaya y Asociados, A. C, empresa que ha estado relacionada con el pri en tiempos de campaña (Roldán, 2018); sin embargo, no se pudo ligar el hecho de haber pagado dichas noticias en relación con algún partido político y esto derogó cualquier acusación (Fregoso, 2018), pero dejando una mancha de desprestigio y duda en el candidato, que es el objetivo de las fake news y la posverdad. En cuanto a qué es fake news y qué no, el diccionario Cambridge considera que son historias falsas –ya sea en internet u otros medios– que simulan ser noticias con el objetivo de influir en opiniones políticas o como simple broma. El diccionario Collins las define como información falsa, a veces sensacionalista y que simula ser una noticia. El Parlamento Europeo, considera que son historias que desinforman y engañan para manipular lectores. El periódico Le Monde considera que existe un error de traducción y eso lleva a una malinterpretación, porque en inglés false es falso en el sentido de ser erróneo, mientras que fake es falso en el sentido de ser simple imitación (Cirécife, 2018).

Esta ambigüedad termina siendo el mayor obstáculo para establecer mecanismos de regulación. Así, una noticia puede ser real, pero tener ciertos errores, por tanto, no es un caso de fake news sino un sesgo en la verificación de información; por el contrario, si la noticia en su totalidad es errónea y en suma intenta desprestigiar, sí hablamos de una fake news (McIntyre, 2016; Cirécife, 2018, pág. 120-121).

II. Fake News y Posverdad, ¿libertad de expresión o atentado contra la democracia?

¿En qué momento y por qué las fake news dejan de ser un acto de libertad de expresión que atenta contra la democracia? ¿Se debe regular jurídicamente el tema de las fake news para evitar la multiplicidad de veracidades? Si coincidimos en que las fake news son una noticia falsa deliberada que desprestigia o daña a una o varias personas o entidad, habría que distinguir la diferencia entre mentira y posverdad. La primera reconoce que hay una realidad dada, pero que se falsea a partir del cómo y con qué fines se presenta, mientras que la segunda prescinde de la verdad en su totalidad, su uso es, por así decirlo, pragmático, no importa la verdad en sí sino el impacto del discurso (McIntyre, 2016, pág. 9). Al manipular la verdad, las dictaduras y los gobiernos democráticos reducen los reproches directos por sus inconsistencias (McIntyre, 2016, pág. 7). “La posverdad no es tanto la afirmación de que la verdad no existe, sino la de que los hechos están subordinados a nuestro punto de vista político” (McIntyre, 2016, pág. 32); es decir, no se trata de una ontología del conocimiento o de la verdad, más bien es el hecho mismo de que las noticias falsas producen desinformación, y esto no pone en jaque a la libertad de expresión sino a la democracia. 

Las fake news no se pueden considerar como libertad de expresión, porque sobrepasan la obligación de un manejo responsable de la información. Un sabotaje político a través de éstas tiene como finalidad que la gente esté en una condición de desinformación y actúe desde ese punto (McIntyre, 2016, pág. 119). Así, en el momento en que las fake news tienen implicaciones en contra de algo o alguien dejan de ser un medio de expresión y pasan a ser un mero acto de desinformación que altera a la democracia. 

Lee McIntyre (2016, pág. 100) considera que “sin filtro y sin investigación, los lectores y los televidentes están expuestos en la actualidad a un flujo continuo de información puramente partidista”. Si bien el espectactor considera su consumo de noticias falsas a partir de un sesgo motivado por su propio razonamiento y elección (McIntyre, 2016; Flores, 2019), el problema consiste en la falta de educación digital, y de un marco jurídico para el monitoreo y la regulación de éstas. 

Desde la Unión Europea (UE) se apela por una alfabetización mediática e informacional; es decir, la capacidad de acceder a los medios de comunicación, de comprender y evaluar sus contenidos, así como de establecer formas de comunicación en diversos contextos (Ciréfice, 2018, pág. 137-139). Algo que se complica en los países subdesarrollados, ante la carente infraestructura en el ámbito de tecnología y comunicación, es que los posiciona en una dependencia no sólo económica sino también tecnológica. 

El problema de la falta de educación mediática e informacional se acompaña del problema para delimitar leyes que regulen las noticias falsas. Si dejamos la problemática en compañías privadas, como Facebook, Twitter o Google, conlleva a que se bloqueen los contenidos anticipadamente para evitar la multa (Ciréfice, 2018). Por tanto, cada Estado debería definir sus propias legislaciones en materia de noticias falsas dependiendo de su capacidad en torno al uso y a la transmisión de este fenómeno.

En 2017, la Unión Europea (ue) creó un Grupo de Expertos de Alto Nivel con el objetivo de regular las noticias falsas. El Consejo Europeo(4) del 19 y 20 de marzo de 2015 puede tomarse como el principio de una lucha contra las noticias falsas (Ciréfice, 2018), que aún hoy está a prueba y error; por ejemplo, en Alemania, a las plataformas digitales se les multa, por lo menos, con 50 mil euros si no retiran información falsa en 24 horas (Ciréfice, 2018, pág. 130; Moro, 2019, pág. 2). Francia, Italia y Reino Unido también tienen sus propias regulaciones, restricciones e iniciativas en contra de las noticias falsas, que van desde multas hasta planeaciones educativas (Ciréfice, 2018, pág. 131-135). El caso de España es curioso, porque a la débil confianza en las instituciones se sumó la negativa a la iniciativa para determinar la veracidad de las noticias falsas a través de un sistema de vigilancia, monitoreo y mitigación de fuentes, principalmente extranjeras, justo durante su proceso de independentismo catalán (Ciréfice, 2018). ¿Tuvo impacto en el resultado de este proceso? 


  • Reflexiones finales

Las fake news no son actos de libertad de expresión, más bien son una especie de manipulación ciberpolítica que afecta no sólo nuestros actos cara-a-cara en el ámbito político, sino que llega a nuestro nivel cognoscitivo. Por tanto, los mecanismos de regulación son un tema clave que debería estar en la agenda política de todo Estado, ya que al romperse las barreras espaciotemporales, las noticias falsas que atentan contra la democracia de una nación pueden provenir incluso de otras naciones.

Las multas y el acompañamiento de la empresa privada son necesarias como en cualquier otra política pública. No obstante, debemos tener en cuenta que si bien la educación mediática e informacional es fundamental para que los ciudadanos accedan y naveguen por la internet, ésta no debe limitarse al simple manejo de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) como si fueran simples herramientas; es decir, acciones como verificar las fuentes aportan mucho a la contención de las fake news, porque muchas veces no tienen un autor o una institución como responsables sino provienen de páginas web que cualquier persona puede crear. Denunciar/reportar dichas páginas y su contenido malicioso comparando la información, es parte de la perspectiva crítica que como Espectactores debemos ejercer. 

Asimismo, problematizar los fenómenos sociales distinguiendo a quién puede afectar dicha noticia y a quién beneficia, permite tener una perspectiva más amplia sobre el por qué estas noticias se han difundido. De igual forma, y quizá lo más difícil, es no aceptar información sólo porque ésta se apega a nuestro criterio del deber-ser, ya que como se ha dicho, las fake news y la posverdad tienen su poder principal al influir sobre nuestras emociones. En este sentido, recordemos también que estamos en una sociedad digital que nos impulsa a querer estar visibles en el espacio virtual y, por tanto, estamos proclives a compartir información para adquirir likes o retweets; sin embargo, a veces es mejor no compartir una noticia si no se ha verificado previamente, porque aun cuando la intención personal sea la de informar podríamos estar haciendo lo contrario.

PIE DE PÁGINA

1  Término que combina el concepto de información con el de intoxicación aludiendo a la idea de una afectación por tanta información sin procesar o analizar. Si en países autoritarios la censura es el mecanismo ideal para mantener desinformada a la sociedad, en los países progresistas, populistas o democráticos, el amplio espectro de información lleva a que ésta no se analice y, al no procesarse, se llega al mismo grado de desinformación que en los primeros (Arditi, 2015).

2 Los acontecimientos ocurridos durante la denominada Primavera Árabe pudieron conocerse fuera del Medio Oriente, principalmente por redes sociales (véase Castells, Redes de Indignación y Esperanza, 2012).

3 Espectactor es un concepto de Augusto Boal recuperado por Arditi (2015), en el que replantea la relación entre quienes hacen y quienes observan; es decir, entre actores y público, porque en las redes sociodigitales los espectadores también actúan, subvierten y redefinen los contenidos. Algunos autores han tomado el término Prosumer, de Alvin Toffler, con el que refiere a “los consumidores o usuarios que paralelamente son productores de contenidos en línea” (Natal et al., 2014, pág. 11, citado en Ramos, 2015, pág. 611). Asimismo, Cansino (2016) utiliza el término Homo Twitter, en el sentido de ser un sujeto que se pronuncia en esta plataforma y que es el contrario al Homo Videns de Sartori ligado a la televisión.

4 Surge el East StratCom Team (Equipo de Estrategia de Comunicación para el Este).

REFERENCIAS

Andrade, E. (Abril 1 de 2018). Campañas políticas y redes sociales, información vs. desinformación. Milenio. En: https://www.milenio.com/opinion/enrique-andrade-gonzalez/columna-enrique-andrade-gonzalez/campanas-politicas-redes-sociales-informacion-vs-desinformacion 

Arditi, B. (Agosto de 2015). La política de los rebeldes del presente: acción en la era de la web 2.0. México: DGAPA-UNAM. 

Cansino, C., Calles, J. y Echeverría, M. (Ed.). (2016). Del Homo Videns al Homo Twitter: democracia y redes sociales. México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (Comunicación política, 4). En: http://biblioteca.clacso.edu.ar/Mexico/icgde-buap/20180308011208/Del-Homo-Videns-al-Homo-Twitter-ebook.pdf 

Ciréfice, R. (Enero de 2018). Regulación jurídica de las «fake news» en la UE: ¿un atentado en contra de la democracia? Derecho y economía de la integración, 5, 119-141.

Flores-Ivich, G. (Octubre 21 de 2019). ¿Qué sabemos sobre las fake news? En: https://oraculus.mx/2019/10/21/que-sabemos-sobre-las-fake-news/ 

Fregoso, J. (Agosto 13 de 2018). De bots, trolls, fake news y las elecciones de 2018. Forbes. En: https://www.forbes.com.mx/de-bots-trolls-fake-news-y-las-elecciones-2018/ 

Lobo, S. (Mayo-junio de 2017). Cómo influyen las redes sociales en las elecciones. Revista Nueva Sociedad, 269.

McIntyre, L. (2018). Posverdad. Madrid: Cátedra. 

Pantoja, A. (Junio de 2011). Los nuevos medios de comunicación social: las redes sociales. Revista Tejuelo, 12, 218-226. 

Rodríguez, A. (2017). Reflexiones sobre el concepto cultura política y la investigación histórica de la democracia en América Latina. Revista Historia y Memoria, 14, 205-247.

Roszak, Th. (1988). El culto a la información. El folclore de los ordenadores y el verdadero arte de pensar. México: Grijalbo. 

Roldán, N. (Septiembre 24 de 2018). El principal proveedor del PRI en campaña pagó por noticias falsas contra Anaya. Animal político. En: https://www.animalpolitico.com/2018/09/principal-proveedor-pri-pago-noticias-falsas-contra-anaya/

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