Rogelio Rueda, comunicación, otredad y utopía

Fernando Martínez Vázquez

Rogelio Rueda Segura es egresado de la carrera de Ciencias de Comunicación, 1984-1988, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Fue integrante de la Primera generación de Grupos Especiales de Danza Contemporánea en el Instituto Nacional de Bellas Artes, INBA, 1989-1992. Se desempeñó como profesor de Secundaria Pública impartiendo la materia de Español, 1988-1993. Laboró como guionista en la Unidad de Televisión Educativa para Telesecundaria, en la materia de Español, 1989-1996. Con el levantamiento militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, se integró a caravanas de ayuda humanitaria a pueblos del estado de Chiapas, de 1996 a la fecha. Colaboró en el Área de comunicación del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas en Chiapas, de 2002-2003. Ingresó como profesor en el Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Vallejo, en enero de 1992, impartiendo las materias de Ciencias de la comunicación y Talleres de Lectura y Redacción, labor en la que está cumpliendo 32 años de antigüedad.

Maestro Fernando (MF): —Estamos con el profesor Rogelio Rueda Segura (PR), del CCH Plantel Vallejo, quien imparte distintas materias, pero en particular Taller de Comunicación, y con él iniciamos la primera entrevista de la Revista Mediaciones. Maestro, en principio quisiéramos saber, ¿quién es Rogelio Rueda? Ese profe que uno ve en redes sociodigitales, y que en particular en Facebook es muy querido, que comparte mucha información, que en el Colegio también es muy reconocido entre los compañeros docentes. Pero nos gustaría saber desde tu punto de vista, desde tu vivencia, desde el actor principal, ¿quién es Rogelio?

Prof. Rogelio (PR): —Mi nombre es Rogelio Rueda Segura, imparto las materias de Taller de Comunicación y de Taller de Lectura, Redacción e Iniciación a la Investigación Documental. Tengo 28 años dando clase en el Colegio de Ciencias y Humanidades en el Plantel Vallejo.

Antes de trabajar en el Colegio, fui profesor del área de Español en secundaria pública y secundaria técnica, donde trabajé por seis años. Paralelamente a esa labor, estudié danza en Bellas Artes, donde había unos grupos especiales de danza contemporánea. Pienso que esa formación dancística y convivir con alumnos de 13-14 años, es la que me dio el sustento de lo que puede ser aprendizaje que me ha formado como persona y profesor. 

En efecto, nos ven los compañeros o nos ven los alumnos, y miran la opción académica, pero ese profesor tiene una historia de vida. Seguramente en esa historia vamos a encontrar pistas que nos expliquen muchos aspectos interesantes de su labor como profesor, de su persona, de su esquema, de su visión de la vida; creo que eso es muy importante. 

Tendríamos que revisar algunas cosas para, no sólo entender la idea del profesor en cuanto a la educación y su trabajo, sino sobre todo a los vínculos que se generan en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y que esto signifique al alumno algo importante: conocimiento, experiencia, aprendizaje. 

No es fácil. Quien piense que la educación y la docencia es fácil, la verdad es que no. Año con año tropezamos de una u otra manera, pero justo a partir de esta revisión de tropiezos vamos enriqueciendo el trabajo cada ciclo escolar. 

La base de esta reflexión está en nuestras raíces: de dónde venimos, que es justamente la pregunta que me haces, Fernando. De dónde venimos, yo creo que el haber estudiado danza y haber sido profesor de secundaria me permitió entender mucho mejor, no sólo la parte enciclopédica o académica, sino la vivencial.

La comunicación permite amarrar todos estos aspectos y, en ese sentido, procurar hacer un mejor trabajo cada vez.

MF: —Rogelio, ¿cómo es este enlace entre danza y docencia?, ¿cómo de da?

PR: —Para empezar, haces ejercicio físico y acondicionamiento, pero la danza también es un trabajo creativo, en el sentido de que tienes que proyectar ideas, decir algo a partir del movimiento. 

En ese momento, al ser un joven de veinte años, lo que quieres decir es que tienes sueños, fantasías; quieres hablar del amor, también del desamor, de la pobreza, de las cosas que observas en la vida cotidiana. De pronto quieres hablar de la miseria, de la guerra, ¿cómo expresas todo esto en movimiento? Esa es la parte en que se involucra uno, y es muy interesante. 

No importa que lo hagas bien o lo hagas mal, importa el proceso de cómo transformarlo en movimientos. Esa parte tiene que ver con la expresión. Lo que yo fui aprendiendo es que, para expresarnos, lo podemos hacer de distintas maneras y enfoques. Así, también nos encontramos a quienes son muy callados, pero pintan, dibujan y hacen cosas maravillosas. Como tenemos alumnos tímidos, pero escriben, entonces es un juego, ser docente es descubrir eso de cada uno de los y las estudiantes, ver cómo podemos apoyar, fomentar, enriquecer. Tiene que ver con la expresión de las personas.

En comunicación trabajamos las formas en que nos podemos expresar mejor para generar vínculos con las y los demás, con el fin de encontrarnos y reconocernos con las otras personas. Insisto, no es fácil, porque de pronto cometes errores en el sentido de que no es pertinente dar o preguntar cosas que no te correspondían; sin embargo, es un constante aprender y reaprender; cuidando distancias y formas.

La expresión de las personas, de los profesores en un salón de clase y fomentar que el alumno se exprese, ahí está el meollo del proceso de enseñanza-aprendizaje.

 

MF: —¿Cómo llegas a la danza? ¿En qué momento de tu vida y cuáles son las circunstancias?

 

PR: —Llego a la danza en los años 80, pero estudiar danza en esa época era un mundo de prejuicios. Se pensaba que los hombres que estudiaban danza eran homosexuales y ser homosexual en los 80 era motivo de crítica muy fuerte. Era motivo de chistes y señalamientos. Había que estudiar danza a escondidas de la familia, porque cuando descubrían que estudiabas danza te castigaban, te regañaban, te cuestionaban.

Sin embargo, no lo sé, una vez en la televisión vi un evento de danza y me gustó muchísimo; dije: “me gustaría estudiar eso”; tampoco me animé mucho, comencé a estudiar teatro. Cuando entro al CCH como alumno, me interesa el teatro, me inscribo a una Casa de Cultura (había casas de cultura en las delegaciones) y daban distintos talleres. No había más que estudiar teatro en una Casa de Cultura. En el salón contiguo se estudiaba danza, yo veía al grupo de danza y me gustaba mucho, muchísimo, pero yo no hacía por entrar, hasta que el maestro fue a pedir al grupo de teatro un narrador para una función que él tenía, me propuse yo. Entonces conozco a las jovencitas que estaban estudiando danza, alguna de ellas me gusta, me hago su novio y me dice: “entra a la clase”; yo pedí permiso al profesor, él respondió: “sí, entra”. 

Entré y fui muy feliz, yo era muy malo. Nunca tuve flexibilidad, nunca tuve talento; pero ahí estaba, me gustaba mucho y me fue muy bien, comencé a hacer danza contemporánea, de ahí me inscribí a Bellas Artes e hice ballet. 

Me tocó esa etapa donde había pocos hombres y la mayoría eran homosexuales. Eso alimentaba mucho el prejuicio; sin embargo, siempre fueron muy respetuosos mis amigos, ahora son amigos de toda la vida, gente honorable. Ahí también uno rompe el esquema, porque yo “creía” que ser homosexual era ser promiscuo, ser mañoso, ser corriente. No, no, no, son gente honorable y talentosa. 

Ves otro esquema y te solidarizas con estas cuestiones sociales, ahí comienza una parte importante, empiezo a entender que no es como me lo dijeron, no es como pensaba o creía. Hay otros enfoques y hay gente que requiere, por lo menos, que la mires con respeto. Vas entendiendo; estos amigos me invitan, ahí por el 85 u 86, a la Semana Cultural por el orgullo homosexual –algo así se llamaba–, aún no era LGBTIQA+. Comienzo a ir a las marchas, entiendo que es digno, entiendo que es honorable, entiendo que es respetuoso.

Comienzo a entender un concepto, el del respeto a la diversidad, me hago profesor años después. Y bueno, ¿cómo traslado eso a estas generaciones? De pronto le busco, los invito a la marcha, hago una marcha interna en el plantel –pero me meto en problemas con todo el mundo. Todo el mundo comienza a verme mal, me empiezan a cuestionar: “¿por qué haces eso?”; vienen padres de familia: “¿por qué llevó a mi hijo a la marcha aquí?, ¿qué pretende?”. No es fácil. Tienes que explicarle a la gente que es importante no sólo la solidaridad sino la comprensión de estos fenómenos sociales. 

Después viene el movimiento zapatista, en el 94, ese momento también va a ser clave. Mi maestra de danza nos propone: “vamos a Chiapas a un pueblo indígena y bailamos ahí”, algunos preguntaron: “¿y qué vamos a bailar?, ¿a qué pueblo vamos a ir?, ¿y si nos pasa algo?”, “No, vamos. No nos va a pasar nada”. Fuimos en el 95 a un pueblo zapatista, presentamos pequeños guiones, que igual nos aplaudieron, pero yo creo que la gente ni supo qué, no éramos muy buenos necesariamente, éramos jóvenes entusiastas.

La maestra comenzó a dar talleres de movimiento, donde la gente nada más tenía que tocarse las manos, tenía que tocarse los brazos, tenía que tocarse la cara, porque les daba mucha pena, mucha pena les daba tocarse. Nosotros no entendíamos cómo a las mujeres les daba pena tocarse entre ellas, “hombres y mujeres no se tocan”, dijo la maestra. Imagínense que estábamos como en otra realidad, donde las mujeres se tocaran, donde los hombres no se querían tocar, se reían, se burlaban. Les decíamos, “tómense de las manos, mírense a los ojos”, les era muy, muy difícil. Comencé a entender, no lo entendí en ese momento, fui entendiendo después con el paso del tiempo, fue un proceso.

Fui observando cómo a partir de la danza, del teatro, del movimiento de cada quien, también puedes conocer al profesor o puedes integrar. Lo que siempre hago con mis grupos es que les pido que cierren sus ojos, hago parejas, los pongo mano con mano, se tocan las manos; no se trata de adivinar quién es el otro, se trata de tocar a una persona, sus dedos, sus manos, su cabello, “no adivinen quién es, perciban”. Si está su mano fría o caliente, si es áspera o suave, si está temblando o sudando. Nos está dando información. Es una dinámica muy bonita; les pregunto cómo les fue en la experiencia y cómo se sintieron; les gusta muchísimo, ya de pronto, “regálale un abrazo a tu pareja”. Se abraza a la pareja, no abren los ojos, no saben quién es, es un compañero de la clase y tenemos que aprender cosas nuevas. En esa confianza, nos comportamos a la altura, resulta un ejercicio muy bonito e interesante, que los muchachos y las muchachas dicen: “es que nunca me habían tocado así, con ese cuidado y respeto, nunca me había pasado esto”.

Es maravilloso, te das cuenta de que necesitamos, uno, respetarnos; dos, tratarnos con atención y mucho cuidado; eso no lo sabemos, lo aprendemos después. Mientras lo aprendemos, cometemos cada error con la gente. La educación es apasionante, es interesante, es bonita. Siempre hay gente que de alguna manera te lo reconoce y qué bueno. También está ahí el que está jugando, el que no respeta el trabajo, el que hace trampa; es parte de la gente con la que trabajamos y hay que tener mucho cuidado. Pero la verdad es que son experiencias muy interesantes y es un proceso; un proceso formativo. La danza me permitió, me aportó elementos que puedo trabajar en clase, como formar dinámicas y han servido muchísimo para la comunicación.

MF: —La experiencia con el zapatismo en las comunidades indígenas, ¿cómo te marca, suma y transforma?

PR: —Podría contar una experiencia en particular, que fue contundente. Uno viene de la Universidad, se está formando en los libros y la literatura; uno se mantiene informado de los periódicos. Tenemos la idea muy arraigada de que para ser cultos o gente preparada hay que leer mucho, sí es cierto, pero no nada más. En una ocasión en una comunidad, dando un taller de alfabetización, yo no sabía, dije: “si no saben leer, les enseño”, ya era profesor. En el taller de lectura había puros hombres, no lo había percibido, hasta que una niña como de 8 años dijo: “¿por qué no hay mujeres?”. Le pregunté después a una mujer por qué no iban al taller de lectura y me dijo que los hombres no les daban permiso, porque se quedaban en su casa; sin embargo, lo propuse en la iglesia del domingo, en los pueblos indígenas hay un momento para hablar de los problemas de la comunidad, en ese momento esta mujer, llamada Bertha, habla con el diácono –no es un sacerdote, es un campesino que ha estudiado cómo dar una misa– y le comunicó la petición de las mujeres que querían asistir a los talleres de los jóvenes que venían de la ciudad. En la iglesia, las mujeres están de un lado y los hombres del otro, los hombres comienzan a jugar a reírse, a burlarse. 

Bertha toma la palabra y dice: “el problema de las mujeres es que los hombres son de dos corazones, con un corazón te dicen que te quieren y con otro corazón se burlan de ti. Es como los gobiernos, con un corazón te prometen cosas y con otro no cumplen, las mujeres no somos así, somos de un solo corazón. Cuando los hombres sean de un solo corazón, la vida va a ser más fácil para todos”. Imagínate que dijo eso, yo entendí, yo escribí, pero yo estaba en shock, porque una mujer que nunca fue a la escuela, que apenas habla español en su discurso, tú podías encontrar mensajes de derechos de la mujer, derechos humanos, de igualdad, de equidad. Ya con el paso de los días, semanas y meses, cuando por fin lo escribí, me di cuenta de que el aprendizaje y el conocimiento también tiene otros niveles, pero tenemos que estar en condiciones de aprovechar ese conocimiento, porque si generamos o proporcionamos conocimientos a otro, pero ese otro no está en condiciones de recibirlo, va a ser difícil el proceso de enseñanza-aprendizaje. 

¿Cómo hacemos para que el alumno esté en condiciones de recibir lo que le vamos a explicar y que reconozca que esto le va a aportar algo a su vida personal y social? A partir de estas experiencias, estas vivencias, se va elucubrando y reflexionando cómo te pueden servir. No lo haces en un ratito, no es de esta noche y mañana ya lo sabes en la mañana. Es de varios días, te van cayendo los veintes a lo largo de los meses y de los ciclos escolares, hasta que llega un momento en el que vas comprendiendo muchas cosas, vas enriqueciendo tu labor docente, porque no es fácil.

La clave es escribirlo, también eso descubres, hay que escribir lo que nos pasa. En cuanto lo escribes, pasas a otro momento en que lo comprendes mejor, una clave fundamental para los alumnos es que escriban sus experiencias. ¿Qué vamos a hacer después con eso? ¡Quién sabe!, pero regístralo y ponlo por escrito. Trabajamos con chavitos de 15, 16 años: “tu primer beso, tu primer susto, tu miedo; escríbelo”. El ejercicio de escritura es fundamental en el proceso de aprendizaje. Y que le sirva a uno para su propia formación, expresarlo con los otros no es fácil; sin embargo, esa es la labor del profesor. 

Creo que mi formación personal se va dando a partir de estas experiencias, fuera de la escuela, fuera del ámbito académico, que están completamente en el ámbito vivencial. Visitas a comunidades indígenas, trabajo de danza, bailar en la calle o en una escuela. Ahora ya hay muchas escuelas de danza y de distintos géneros. En los 80 no había nada, estar en una esquina y bailar en una calle era algo raro, la gente se acercaba; les gustaba, no les gustaba, te aplaudía, no importaba eso. Que tú estuvieras ahí era muy formativo e importante.

 

MF: —Me gustaría que nos hablaras de tu primer encuentro con el CCH

 

PR: —También fui alumno de un CCH, de Vallejo. Me gustó mucho, ahí se despertó mi idea de dar clases, no pensé que me iba a dedicar a ser profesor. De hecho, en los años 90 cuando terminé la carrera, entré a trabajar como profesor al CCH, para esos años el profesor ya tenía un salario muy bajo, ya todo el mundo sabía que los profesores –les decían pobresores– era gente con salarios malos, nadie quería ser profesor; sin embargo, yo no me quería dedicar a la docencia, pero quería vivir la experiencia, eso se me despertó cuando fui alumno del CCH. Me iba muy bien con los maestros, me gustó el ambiente, me gustó cómo se generaban dinámicas. Cuando fui a dar clases al CCH ya tenía la experiencia de ser maestro de secundaria, pero yo sentía que allá era muy rígido, muy cuadrado el trabajo. Si no se cumple los objetivos como están señalados en tu plan mensual o anual, te reportan, no puedes hablar de nada ajeno al temario, así tembló, así llovió, tú quieres comentar algo, eso no está en el programa, no puedes hablar de ello. Es un sistema muy cuadrado, académicamente no hay ninguna libertad de hablar de nada que no sea el programa, no soporté, lo dejé. Pero ya tenía la experiencia de manejar a grupos de 50 alumnos de entre 13-14 años, qué cosa con estos niños, ya no tenemos fuerza para hacerlo nosotros ahorita, ya no podríamos [ríe].

Llegué al CCH muy emocionado, porque para mí era una meta cumplida, dar clases en el CCH, ser maestro de CCH para mí era una de mis grandes metas, de mis primeras grandes metas. Yo entro al grupo y recuerdo el primer día, en primera porque los vigilantes fueron por mí al salón, me vieron, yo tenía 23 años cuando entré al CCH, miento, 25 años. Me llevan a la dirección porque, para esto había eso de que entraban porros a los salones, pedían dinero a los alumnos para copias y a la mera hora se iban porque no eran maestros, eran porros. Fueron por mí, me llevaron a la dirección y la secretaria: “sí es cierto que es maestro”. Fue divertidísimo, llego a mi salón y digo a mis alumnos: “es mi primera clase en el CCH, estoy tan emocionado como ustedes”, fue un grupo de primer año, una etapa para todos, “vamos a aprender juntos, no crean que yo me las sé todas”. 

Fue un momento personal, una enorme sensación de sentir que lo estaba logrando, acababa de terminar la carrera, que estaba avanzando en la vida como persona, ya era profesor, crecía mucho mi ego. Fue maravilloso regresar al Colegio, pero también fue sorpresivo, porque cuando regreso ya había parejitas de novios en los pastos acostados, para mí era un escándalo, hace seis años que pasé por aquí eso no ocurría, yo nunca lo vi. A lo mejor los más vivos se iban a lo que llamamos el revolcadero, pero yo nunca fui allí. 

Para cuando regreso como profesor, ya el revolcadero era toda la escuela, cualquier pasillo, yo sí estaba escandalizado, decía: “¿nadie los va a regañar, no les van a decir nada?”. Estaba muy escandalizado, pero por un lado qué bueno que tengan esta libertad, porque uno no la tuvo, uno tenía que esconderse a los 15-16 por ahí para convencer a la niña que te gustaba y besarla. 

Era otra cosa, te arriesgabas mucho y que ahora en cualquier salón. Dije, creo que también tiene su parte positiva, qué bonito, pero también sus partes negativas, hay embarazos no deseados. Bueno, vas viendo muy de cerca los procesos y eso es muy interesante, fue como un chapuzón de agua fría ver a los muchachitos; además, te sientes adulto, te sientes el hombre hecho y derecho, ves al otro de 16, “¡ay, estos morritos!”, pero también te das cuenta de que eres un morrito a los 24 años, que estás empezando a vivir, eso lo sabemos ahorita nosotros. Yo me acuerdo a los 24, era un morrito.

MF: —¿Y con la docencia?, ¿cómo te encuentras? 

 

PR: —Eso también fue muy interesante, cuando yo descubro que no quiero ser maestro de secundaria, que no me llena, dejo la secundaria, porque además ganaba bien, no recuerdo, pero vamos a suponer que 6 mil pesos mensuales, allá por el 88 al 93. Pero descubro que puedo ser guionista en la telesecundaria, en la Unidad de Televisión Educativa, buscan guionistas para español y de todas las materias. Yo entro para hacer guiones que duran 15 minutos para los niños de telesecundaria; empiezo a hacer guiones y era un adicional económico, no era mucho pero bien. Depende de cómo trabajaras, se hacía a destajo que luego le llamaron freelance, por cada guion te pagaban 200 pesos y depende de los guiones que hicieras era lo que cobrabas. Comencé a hacer un guion por semana, luego un guion casi al día, los sacaba para ganar más dinero. En ese inter es cuando hay la oportunidad de dar clases en el CCH con un grupo nada más. 

Llegó una decisión difícil, porque en la televisión me ofrecieron ser coordinador, asesor-coordinador de equipos de guionistas, me iba muy bien económicamente, pero entonces descubro el CCH, yo dije, quiero el CCH, pero pagaban muy poquito. Recuerdo a un amigo muy querido, crecimos juntos, le comento que en secundaria y la UTE me iba bien económicamente, y que en CCH ganaban muy poquito. Él me dijo una frase interesantísima: “mira, Rogelio, yo no sería capaz de quedarme en un lugar por dinero, yo, donde mi corazón me diga aquí, no importa el dinero”. 

Tenía 25 años, mi amigo tiene razón, me quedo con el CCH, ganaba menos de la mitad de salario, por supuesto mi novia de entonces me bateó, mi madre me dijo: “¡ay, hijo!, vas para atrás en vez de ir para adelante”, pero yo descubrí que mi corazón estaba en el CCH. A la directora de la secundaría le dije, no puedo con secundaria y con CCH, tengo que soltar algo, yo quiero soltar la secundaria, pero es de lo que me mantengo, ella me dijo: “sea valiente, sea valiente, tiene 25 años y sí, donde usted se sienta feliz”. 

Con la secundaria pública dejé un trabajo seguro, un trabajo donde ganaba bien, en el CCH ganaba 3 mil pesos. Fue una decisión difícil, sin embargo, la tomé, no me arrepiento, gané mucho menos dinero, me siento orgulloso de ella, la decisión. No fue que la vida me llevara ahí, yo lo decidí y estoy muy contento con ella, ya cumplí 28 años. 

 

MF: —¿Cómo es este encuentro con la comunicación, en qué momento decides estudiar, ejercer y estar en ella?

 

PR: —Cuando decidí estudiar comunicación no tenía claro, como cualquier jovencito de 17 años, no sabía qué quería estudiar, dije, economía o sociología. Tenía la influencia de un hermano que es sociólogo y me lleva 13 años, él estudió sociología y me interesaban los libros, me gustaba escuchar sus pláticas. Hay una influencia muy fuerte, pero yo veía que no tenía trabajo, entonces dije: “no, si estudio sociología no voy a tener trabajo”. Estaba entre comunicación y economía, no sabía cuál, fue muy simplón, el folletito que me encontré de comunicación, dije: “éste me gusta más que el morado de economía”. No fue una decisión pensada ni reflexionada, “está más mono este folletito que aquel”, lo decidí en la ventanilla, así como, “a ver, águila o sol”. Pero entrar a la Facultad de Ciencias Políticas fue un mundo que se abrió, me encontré con sociólogos, porque ahí es tronco común, de relaciones internacionales, de ciencias políticas, de comunicación y no sé qué otra. 

En la Facultad es muy rica la discusión; en los años 80 había mucha efervescencia de discusión política, fue interesantísimo; yo quería escribir en periódicos, pero tal vez no me apliqué, tal vez no me avoqué, tal vez ahí sí la vida me fue llevando por otros lados. Entré a la televisión, al CCH, me quedé con las ganas un poco de escribir, pero hacer guiones creo que me permitió sentir que ejercía mi profesión. Ahí como guionista trabajé ocho años, me encantó, pero era un trabajo de oficina, nada más llegaba a una oficinita, corregía los guiones, era un trabajo encerrado, yo me asfixiaba, dije no, quiero salir. Intenté ser reportero en Radio UNAM, sí me contrataron cuando el movimiento zapatista, con reportajes. Me voy a Chiapas para hacer reportajes para Radio UNAM, cobraba muy poquito, ni pagaban, sólo cada 3-4 meses, así no se puede vivir. 

Era buscarle; cuando llegué al CCH dije: “va a ser mi base económica y de desarrollo profesional, pero voy a hacer otras cosas”. Entonces comienzo a ir a Chiapas para hacer reportajes, porque está el movimiento zapatista y hago mis reportajes. Me toca vivir muy de cerca la matanza de Acteal, yo estaba en San Cristóbal de las Casas el 22 de diciembre de 1997. Nos avisan, ahí vamos un grupo de seis personas a hacer nuestros reportajes; llegamos a la zona de la masacre al día siguiente, el día 23. El espectáculo que vemos es infernal, tenemos fotografías de la gente que fue masacrada, zapatos, ropa con sangre, tenemos testimonios de gente que sobrevivió a la masacre, sobrevivientes heridos de bala que fueron a las clínicas y los entrevistamos. Ahí fue un suceso que nos mantuvo en shock, pero por varios años, yo no era capaz de hablar de Acteal sin terminar muy mal, pude hablar de Acteal de unos 10 años para acá, pero antes no pude, nunca se me ocurrió, pero fue un suceso importante. Llegas aquí a la ciudad y le dices a tus amigos, a la gente, “oigan, están pasando cosas, hay otros mundos que ni nos imaginamos, los pueblos indígenas están siendo sometidos, acribillados, lastimados”; es otro mundo que se abre. 

Llevo a mis alumnos a Chiapas desde el 2002, viajo a Chiapas con alumnos y los llevo al pueblo donde fue la masacre, donde ellos platican con los sobrevivientes, ellos ven el lugar, ven la ermita donde fueron masacrados. Es un encuentro con otra realidad muy impresionante. Trasladar eso a la docencia no es fácil, pero todo el tiempo lo intentamos; los invito, tomamos un camión, nos vamos a la TAPO. A mí no me pagan, cada quien paga lo suyo, el hotel, las comidas, no es un viaje de lujo. Pero vamos a la comunidad, ya luego aprovechamos, vamos al Cañón del Sumidero, a San Cristóbal de las Casas, ahí hacemos dos, tres paseítos bonitos y nos regresamos. 

Es un viaje extraordinario, interesante, cada diciembre. Hacemos piñatas con los alumnos, con la comunidad, llevamos dulces y juguetitos. Es maravilloso ver a los niños; no conocían las piñatas, hay una joven que ya se casó y tiene hijos, me dice: “Rogelio, mi hijo no conoce las piñatas, ¿cuándo vas a venir?”. Por la pandemia no he ido, su hijo ya tiene 4 años y no conoce las piñatas. Ya nos esperan, la invitación es abierta, puede ir quien guste, eso sí les pido que vayamos juntos, nadie se separa, no van por la libre, vamos en equipo de trabajo. Vamos a la comunidad, vamos a pasear juntos y regresamos juntos, nadie se separa ni se pierde. 

Ser profesor ahora, siento que me han enriquecido mucho estas experiencias en Chiapas y de la danza, eso trato de volcarlo ahora con los grupos, que igual hay gente que se interesa, que igual hay gente que me batea, dice: “¡ay, éste contándonos su vida!”. De pronto ahí cometo esos errores, le exagero, les platico mi vida y bueno… hay que tener mucho cuidado también con eso, no dispersar, no perder el centro del programa sino enriquecerlo, insisto, es poco a poco con un aprendizaje, así ha sido un poco la historia.

MF: —Con todo esto que comentas, ¿cuál sería el papel de un profesor en el contexto que vivimos actualmente en México y el mundo?

 

PR: —Siempre hemos vivido momentos clave; hoy, en particular con la pandemia, es un momento clave también. Empezando porque los profesores nos vamos formando a partir de cosas que se vuelven cajones rígidos, le decimos al alumno: “si no traes la tarea vas a reprobar”, “si no llegas a la 7 en punto cierro la puerta y ya nadie entra después de mí”; esas posturas ya no caben, menos en materias como comunicación que es muy humana. Estamos tratando un tema a tiempo, que es el programa, pero estamos tratando con personas, la idea es que se aprendan el tema, pero el alumno es una persona que está en un momento de mucha efervescencia también, no ha salido de su casa en dos años. ¿Qué ha vivido un alumno en dos años? 

Que a los 16 no sabes casi nada y no han salido de su casa en dos años, ¿qué aprende un alumno en dos años? No enciende su cámara, no habla con nadie. Viene de una crisis personal, se encerró en su recámara, no quiere hablar con nadie, se lo tragó el celular, pasa horas en el celular, no ha tocado a la gente. ¿Cuántas vivencias se perdió al andar en los pasillos? Porque tu clase es importante, pero esas vivencias también lo son para los estudiantes. 

Creo que el profesor no sólo es quien les enseña un tema a los alumnos, que por cierto los alumnos dicen: “el tema, ¿para qué me sirve a mí aprender tal o cual cosa?”. Pasaron muchos años y no entendía por qué me enseñaban la raíz cuadrada en cuarto de primaria, lo recuerdo y recuerdo a mi maestra, muy querida, Mercedes, nos dio el tema de la raíz cuadrada, me pasó al pizarrón, la raíz cuadrada de 9 y me jaló de las patillas, y yo dije, “esto para qué nos sirve”. 

Puedes hacer la raíz cuadrada bien o puedes hacerla mal, realmente eso no es lo importante, lo importante es el esfuerzo, que intentes hacerlo bien, eso es lo importante. Oxigenar el cerebro para resolver ese problema, esos procesos, si le estás trabajando, si le estás macheteando, ese esfuerzo mental, la disciplina, eso es lo importante en la formación del alumno. 

Hay que decirle al alumno: “tienes que machetearle, tienes que esforzarte, a lo mejor no va a salir bien ahorita o pasado mañana, pero la clave está en ese esfuerzo, el esfuerzo es cotidiano y de todos los días, para eso hay que estudiar la raíz cuadrada y todas las demás ecuaciones, aunque no las hagas, te compras el Baldor, machetéale un rato, pero en serio, aprende una fórmula compuesta. Ese esfuerzo mental te va a permitir comprender”. 

Como profesor no puedes llegar a un grupo y decir, “a ver lo que yo pienso es sólo lo correcto”, ya desde ahí estamos mal. Es, “a ver jóvenes, creo que va por acá, el teorema nos dice que va así, entonces vamos a ver cómo lo armamos y a sacar el producto”. También a partir de esta experiencia, en ese proceso vamos a tratar con los demás, vamos a escuchar lo que dice el otro, vamos a aprender de lo que dice el otro, pero no es lo que yo diga, es lo que digamos todos. No podemos llegar con un grupo y decirles: “ustedes no saben, ustedes están mal en lo que digan, entonces escúchenme”. Pues no, ya desde ahí estamos perdidos.

Es, “a ver, jóvenes, creo que esto va por acá, el programa nos dice que es así, ¿cómo ven? Vemos cómo lo armamos y a sacar un producto”. Ese producto ya es, por lo menos, un comentario personal que está bien estructurado para decir lo que pensamos a partir de esa experiencia. En ese proceso, interactuamos con los demás, vamos a respetar y a aprender de lo que dice el otro, porque no es lo que yo diga, es lo que digamos todos para intentar aprender.

Aquí lo digo muy fácil y se entiende así, eso hacemos todos los días, pero trata con 50 niños a quienes no les interesa lo que les vas a decir, que te ven como un ruco, que dicen, “¡ay, ya!, que éste se jubile”; la vida es de los jóvenes y ellos son los jóvenes, ellos son los jóvenes, tienen 17 años, tampoco es fácil transmitir esta información. Si bien se han perdido de muchas cosas, hay que decirles eso, ahora tienen prisa por vivir, siempre tienen prisa por hacerlo, pero ahora por la pandemia es mayúscula esta prisa. 

Como creen que la vida es a los 17, piensan que a los 25 ya eres ruco, quieren hacer todo ahorita, pero la vida también es a los 20, a los 25, a los 30, a los 35, a los 40, a los 45, también ahí hay mucho por vivir, y ellos no lo saben, ellos creen que tienen tres años para vivir.

El profesor debe ser muy cauteloso, debe tener mucha capacidad de escucharlos, porque, además, la materia Taller de Comunicación y TLRIID, son materias clave. En matemáticas e historia tienen que aprenderse cosas, pero en comunicación ellos tienen que formarse como ciudadanos y tienen que trabajar con ellos. En las demás materias tienen que trabajar con un tema, con una fórmula, aprenderte un concepto. En nuestras asignaturas no te aprehendes un concepto, porque mañana el concepto que aprendiste ya cambió. No es aprenderte conceptos, es irte conformando como persona, como humano y eso no se hace con una plática o una clase, con un día, es un proceso que hay que ir trabajando. La labor del profesor de Taller de Comunicación es infinita, de mucho trabajo, de mucha observancia del proceso y autoobservancia, qué tienen que escuchar ellos y yo tengo que escucharlos a ellos, y cómo generamos esos vínculos. 

Comunicación es la generación de vínculos entre ellos y con nosotros para procurar ser mejores personas dicho en 30 segundos, ¡imagínate qué paquetote en cada grupo! 

MF: —¿Cómo entiendes la comunicación?, ¿cómo la enseñas y para qué la enseñas?, ¿cómo enseñarla?

PR: —Cuando participamos en este colectivo de profesores de todo el Colegio, a mí me encantó la gran división que hicimos para Taller de Comunicación I: la comunicación humana, y para Taller de Comunicación II: la comunicación mediática a través de los medios. 

Yo sí creo que la comunicación tiene esos dos grandes niveles; el primer nivel es todo el aspecto humano, la capacidad de expresarnos y de entender al otro, y generar vínculos con el otro. La gente supone que comunicación es platicar con alguien y ya, no, va mucho más allá. Es generar vínculos con el otro para llegar a acuerdos, para llegar a consensos. 

Que esos acuerdos y consensos nos permitan vivir en paz. Con mi pareja, con mi familia, en mi barrio. ¿Cómo puedo lograr ciertos acuerdos para hacer el bien y generar el bien común? Me parece que la comunicación va mucho más allá de platicar con alguien. Generar acuerdos con el otro, para llegar a ello tengo que conocer al otro.

Tengo que conocer bien al otro. En los años 80 no generábamos acuerdos con los homosexuales, al contrario, era: “ustedes allá y yo acá”. No generábamos consensos con los indígenas, era, éstos no se bañan. Para generar consenso con el otro tienes que conocerlo, respetarlo en su integridad personal. 

La comunicación humana que vemos en Comunicación I, de quinto semestre, nos llama a esto: mirar al otro, entender al otro, respetar al otro, no sólo empatizar sino solidarizarnos con el otro. Generar acciones comunitarias por el bien común. Así entiendo a la comunicación. 

Así la percibo, porque así la aprendí y la he trabajado, así percibí a la comunicación desde la primera vez. Tal vez vino a partir de una incapacidad personal para expresarme, a los 15 años no sabía expresarme, no sabía encontrar la palabra, no sabía decir. Básico, ¿cómo le dices en ese momento a la jovencita de 15 que estás enamorado de ella?, “oye, yo te quiero, ¿quieres ser mi novia?”. No era así. 

Escondes mucha incapacidad para expresarte, la primera actitud, imagino que en comunicación voy a aprender a expresarme, sí, no sólo eso, pero sí pasas por ahí. Generar esos vínculos con el otro, entender al otro, ¿por qué me dice lo que me dice?, porque entiendes de dónde viene y cuál es su estructura.

A los 15 años los adultos te decían que los hombres no lloran; ahora dices: “cuál era su estructura formativa”, “cómo fue su historia”; entender eso es fundamental para la comunicación; porque yo entiendo de dónde vienen los otros, ya no los voy a atacar, no les voy a decir: “¡ay, generación de piedra!, ¡ay, generación de cristal o de cemento!”. No voy a descalificar, voy a entender de dónde vienen y por qué son así, por qué dicen lo que dicen y por qué actúan como actúan. 

Voy a encontrar los recovecos, los discursos que me permitan decir: “entiendo lo que me estás diciendo, pero también hay otra perspectiva”. Es como ahora con los niños que se quieren tatuar, con nuestros hijos, ¡no, no, los tatuajes son para criminales y gente del reclusorio!, pues no, ellos te dicen: “un tatuaje es divertido”. ¿Cómo hacemos para empatar nuestros distintos esquemas?

En particular los maestros de comunicación debemos poner atención en eso, cómo entendemos a los otros y de dónde vienen. De ahí pasamos al segundo nivel, la comunicación mediática, a través de los medios, incluyendo Internet. ¿Cuánto de lo que somos y lo que decimos nos ha sido dado por la cuestión mediática? Porque lo vimos en la televisión, lo escuchamos en la radio o lo vimos en Internet. 

Eso nos va conformando. ¿Cuántos de nosotros somos el espejo de los mensajes que recibimos? Yo entendí que, así como en medicina el doctor te dice, “eres lo que comes”, en comunicación somos los mensajes que recibimos. La suma de mensajes que hemos recibido es lo que ahora nos conforma como personas. 

Con el Internet, ahora recibimos un millón de mensajes. Si bien los primeros –mensajes– los dio la familia, llega otro momento en que los mensajes externos y mediáticos juegan un papel fundamental. El papá dice: “yo no le enseñé a fumar a mi hijo”, usted no, lo aprendió en la adolescencia con sus amigos, porque vio la película, la serie y la canción donde todos los jóvenes salen fumando. Esta influencia mediática es contundente. 

Yo soy de esta parte de Sartori, que dice: “la parte mediática es contundente, la televisión y los medios forman, ¿a qué tipo de ciudadano están conformando al videoniño o al videoadolescente?”. A mí me tocó ver en la Alameda, cómo grupos de jóvenes de 18 años, no de 8 años, 18-20 años, andaban buscando el Pokémon detrás de los árboles. Tú piensas, “eso es para un niño, tú ya tienes 20 años”. La influencia y fuerza mediática es contundente en los públicos, que en muchos aspectos sigue siendo una masa todavía. Ya tenemos otros enfoques, ya no es pasiva, ya hay respuestas. 

La comunicación va en estas direcciones, la parte humana, terrenal, con tus amigos, tu pareja, con tu barrio; y la parte mediática, social, sociológica. Con estos ámbitos nos vamos conformando como personas y ciudadanos.  

MF: —De acuerdo con lo que me acabas de decir, ¿cuál serían los saberes indispensables que se deben tener o estar aprendiendo por parte de un chavo de Taller de Comunicación? 

PR: —En una ocasión hice un guion, un examen de español que era para telesecundaria, lo que a mí se me ocurrió fue hacer un cartero. El cartero recorre la República, llega a Veracruz, toca una puerta, el destinatario recibe la carta, la pregunta es la 1 del examen, lee la pregunta y se le da tiempo al niño para que responda. El cartero se va a otro estado, llega con el destinatario y le da la pregunta 2 y así sigue. De eso trataba el programa, 10 preguntas, 10 estados. Al final digo: “oigan, yo entrego cartas, pero a mí nadie me escribe, escríbanme cartas”. 

Puse la dirección de mi casa, llegaron cartas de Veracruz, Baja California, Tamaulipas; lo reporté en la televisora y se corrigió en el programa. Ahí llegaron las cartas, yo las conservo con mucho cariño, respondí algunas, no respondí todas. Ahí pasaba algo interesante, no preguntaban cosas del examen, sino que el uniforme del cartero le quedaba grande, porqué el uniforme del cartero le quedaba grande al joven, la bicicleta le quedaba grande y el asiento de la bici estaba descompuesto. Los niños le decían: “tu bici no sirve, el asiento está roto”, “oye, ¿no te lastima el asiento?”. Nadie preguntaba del examen, todos preguntaban si le daba sed, si el uniforme, si la bicicleta, si la refacción por si se ponchaba la llanta. 

Ahí hay un sabor interesante en la clase. Nosotros como docentes llegamos muy preocupados a la clase por el tema: “a ver, el tema es éste, apréndete estas cosas”, pero el alumno te está viendo como persona, está en otro proceso y momento. ¿Cómo descubrimos esos momentos en los que estamos? Coincidimos en un salón de clases, pero las circunstancias son distintas. Poner atención en esas cosas va a ser fundamental para el proceso de enseñanza-aprendizaje. Rebasa mucho el programa, no significa que nos dispersemos, significa que el programa es el eje rector. Platico el tema, pongo ejemplos y de pronto me clavo más en los ejemplos que en el eje rector que es el programa o el tema. Y dicen: “¡ay, ya nos platicó su vida!”, y no, no es el ejemplo de este rector, por eso hay que tener mucho cuidado, no es fácil, todas estas circunstancias lo rodean. 

Me interesó mucho el concepto del aprendizaje significativo, para qué nos sirve un tema dado en clase, cómo lo trasladamos a la vida cotidiana, a las relaciones interpersonales. Queremos que el alumnado haga un uso del lenguaje que le permita expresarse con los demás, darse a entender. El salón se convierte en un laboratorio, pero eso aprendido les tiene que funcionar al salir del salón de clases, en el camión, en su casa, con sus amigos. Ahí van a practicar lo que vimos en el salón de clases.

El conocimiento teórico debe tener una aplicación práctica. En la medida que logremos que el conocimiento teórico tenga aplicaciones prácticas, el alumno va a saber que le sirve. Va a entrarle con más gusto, va a entender por qué tiene que entrarle y si además le entra con gusto, mejor. Ese concepto de aprendizaje significativo me parece fundamental. 

 

MF: —Pensando en lo que comentas, quizá puede ser reiterativo, ¿cuáles son las lecturas?, sin que sean un título, ¿de qué van los videos? ¿Qué consideras indispensable que los chavos tienen que leer y esta experiencia? ¿Cuál es el material indispensable para enseñar comunicación?

 

PR: —Para quinto semestre, trabajo la “Carta al zapatero”, de Juan José Arreola, es un texto de dos hojas, incluso lo he fotocopiado y le di formato de libro, se los doy a los alumnos, les digo que no lo maltraten para que se trabaje en otro grupo, a veces se lo quieren quedar. (Muestra el material.) Este material es un ejemplo: “La publicidad”, es un texto que hicimos en un Taller de Comunicación y cada quien tenía que producir un texto. Son tres cuartillas, lo edito en un cuadernito, es casero. Este material se los doy, le agrego imágenes y le pongo un ejemplo. 

Encontré este texto muy divertido, entre cuento y ensayo, es una hojita, dos hojitas. Así los elaboro y se los llevo a los alumnos. 

El que trabajo con los alumnos es un reclamo que le hace un cliente, el zapatero le hace un mal trabajo, este cliente en lugar de agredirlo, de una manera muy amorosa le dice: “yo le pido que haga su trabajo con mucho amor y con mucha pasión. Tiene que ponerle amor a su trabajo, le traigo los zapatos para que corrija su trabajo”. Esa lectura me parece fundamental, le digo a mis alumnos: “¿cuánto nos parecemos al zapatero? ¿Cuánto podemos aprender de este texto?”. 

También trabajo “La carta al jefe Seattle”, cuando en la historia de los EU le propone comprarle sus tierras, porque está de invasivo, le dice al jefe Seattle: “cuánto quiere por sus tierras y váyanse de aquí, necesitamos el río, necesitamos la tierra”. El jefe Seattle le responde con otra carta donde le dice: “no podemos vender la tierra, porque nosotros le pertenecemos a la tierra”. Le da una lección de cómo le pertenecemos a la tierra y tenemos que cuidarla, porque nos da de comer. Ahí tenemos dos visiones del mundo.

Una visión invasiva que explota la tierra y otra visión que la cuida, que la procura. Somos parte de la tierra y nos integraremos a la tierra otra vez. Da para comentar cómo cada uno trae su visión del mundo, no es la mejor ni la correcta, pero cada quien trae su visión del mundo, cómo tenemos que empatar nuestras distintas visiones del mundo. Me permite comentar esos materiales. 

Me parece fundamental el texto de Federico Engels, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. En él vemos cómo la cuestión orgánica se transformó a partir de los alimentos, cómo el cuerpo se fue irguiendo, comenzó a alcanzar objetos, frutos, cómo los gruñidos se fueron transformando en sonidos articulados, luego en palabras con significado. Es una lectura importante.

En una película que se llama El señor de las moscas, un grupo de niños, cadetes, en un accidente de avión van a dar a una isla, en la isla inicialmente respetan el rango del niño mayor, los organiza para sobrevivir, comienza un juego de poder entre ellos, alguien que no es el capitán arma su propio grupito que se llama “Los cazadores”, llega un punto en el que se enfrentan, hay una lucha entre los dos grupos. También se las paso cuando vemos comunicación grupal. 

Propongo “La carta al jefe Seattle”, “La carta al zapatero”, El señor de las moscas, así como la película Mi vida en rosa, donde una familia común tiene un hijo de 7-8 años que descubre que es niña, no quiere ser niño. Se muestran las vicisitudes que tiene que vivir él en la escuela, el señor en el trabajo, las críticas sociales, porque el niño quiere ser niña, se pone una falda. Esta película de finales de los años 90 era un escándalo; se la paso a mis alumnos y les gusta mucho.

Tiempos modernos, de Charles Chaplin, la paso en quinto semestre. Leemos muchos cuentos, “La muerte tiene permiso”, que sigue estando vigente. Trata de que en un pueblo la gente se queja de que el cacique hace lo que quiere, actúa con toda autoridad, ha cometido crímenes, de algún modo le soportaban todo, que les robara el maíz, que les impusiera los precios, pero lo que no soportaron fue que de pronto a Lupita, que es la consentida del pueblo, el cacique se la lleve a su casa y la viole, es la gota que derrama el vaso. Vienen a denunciar lo que hace el cacique, vienen a pedir permiso para hacer justicia. Es un cuento maravilloso.

Leemos muchos cuentos de una o dos páginas, leemos narraciones que nos permiten reconocer el mundo que sale de la literatura y es vigente. Todos esos materiales funcionan, porque nos permiten reconocer otros enfoques, se hace una discusión divertida y maravillosa a partir de estas lecturas.

Les propongo leer a Sartori, donde le da mucha fuerza a la televisión, a la imagen por encima de la palabra, como en el video de aquellos niños y jóvenes que están atrapados en la pantalla, no están leyendo libros, están en la pantalla viendo imágenes. Ahí hay una discusión interesante de los planteamientos que hace Sartori, que si bien la tecnología nos ayuda y enriquece, nos puede atrapar para mal y dejar la lectura de lado. Ahí se da mucha discusión: cómo la tecnología es una herramienta de la que nos podemos apropiar, pero también tiene una parte que nos puede atrapar. 

 

MF: —Regresando al asunto de la docencia, ¿cuál sería uno de los momentos más complicados que has vivido como profesor?

 

PR: —Los momentos difíciles siempre se han dado y siguen ocurriendo, ya cada vez en tonos más ligeros. Nunca se me ha escapado, es que me encuentro con alumnos que vienen de condiciones muy difíciles en sus casas, nada más traen para el camión y llegan sin desayunar. Tengo una onda de vamos a hacer desayunos, cooperan con 3 o 5 pesos, compramos una torta para dos personas o cosas así. Esto me llevó a que la gente no quiere cooperar, yo soy el que compra la torta para una o dos niñas, ahí me lleva a que de pronto tengo alumnos y alumnas que mejor yo les coopero, pero esto de repente se vuelve sospechoso.

Viene la mamá: “oiga, porque a mi hija le dio 100 pesos, yo nada más lo quiero conocer”; qué onda con esta situación, tengo que explicarle a la mamá que no lo hago de mala fe, igual me creen, igual no me creen, esa parte ha sido difícil, porque he desarrollado la capacidad de ver al alumno que está en condiciones muy difíciles, no sé quedarme de brazos cruzados: “oye, lo que necesites, lo que se te ofrezca, aunque tampoco tengo los miles para darte, pero los 50 pesos si te los puedo dar”. 

Siempre me involucro con mis alumnos y alumnas, con mis alumnas, porque la mayoría son niñas y de pronto eso en un momento en que hay una polarización donde se les acusa a los profesores de acoso; nunca me han acusado de acoso, pero sí dicen: “ay, ese maestro siempre anda con las alumnas; ese maestro está rodeado siempre de las alumnas, está muy cercano a las alumnas”. Esas cosas siempre son difíciles de manejar. 

Afortunadamente nunca me he metido en ningún problema, pero es que en la materia de Comunicación tenemos que involucrarnos con la gente, el alumno no es un ente, es para generar vínculos y en ese proceso te enteras de cosas y no puedes quedar ajeno a esos procesos. Como que hay mucho chismorreo, nunca me he metido en un problema mayor. Hay mucho comentario extraño que nunca ha pasado a más, esa parte ha sido difícil; creo que es parte del proceso de vinculación con los alumnos, no puedes tratarlos como entes ajenos o extraños. 

Tenemos que hablar con ellos, platicar con ellos. Hacíamos una actividad, ya no la hacemos, era la del secreto, que cada uno escribiera un secreto de manera anónima y le pedíamos a alguien que leyera el secreto como si fuera suyo, salían cosas delicadas. Descubrimos que no tenemos la capacidad para trabajar eso, dijimos no, porque nos rebasaba la información. Mejor recomiendo que vayan a psicopedagogía, pero ¿hasta dónde nosotros sí podemos inmiscuirnos y hasta dónde no? No rebasar ese límite lo tenemos claro, pero de pronto en la vida cotidiana es difícil. No rebasar ese límite de vinculación con la gente, si lo tienes claro, es la clásica frase de no hagas cosas buenas que parecen malas. 

Esos límites de pronto no he sabido cuidarlos, no me he metido en problemas, pero sí hay señalizaciones y cosas extrañas. 

MF: —¿Y lo contrario, Rogelio?

PR: —Lo contrario es cuando alguien te reconoce, cuando alguien te dice: “oiga, qué bien hizo esto, qué bonita dinámica, qué bonito tema, yo fui con mi mamá y le sirvió muchísimo”. Ahora que las clases fueron en línea las mamás, los papás o los tutores escuchaban la clase, era mucho: “oiga, mi mamá dice, mi papá dice, a partir de lo que comenta”. Muchos comentarios fueron favorables, de agradecimiento, de reconocimiento. 

Cuando te escriben algo del día del maestro, cuando te saludan. No hace mucho, nada más tuve 4 clases presenciales, en la cuarta clase una niña me ve y me grita: “¡maestro!”, viene corriendo hacia mí, está a tres metros y sigue corriendo, llega, me apapacha y comenta: “¡qué gusto verlo!”, la abrazo también, pero hay maestros, trabajadores, yo separo a la niña, le digo: “¡muchas gracias!, ¡qué bonito tu saludo, qué bonito tu abrazo!”. Pasan esas cosas. 

Qué bonito, me atrapó, nadie había corrido así para abrazarme, después de dos años. Te hace el día, la semana, el mes, ese tipo de reconocimiento. De repente hay un maestro: “oiga, qué confiancitas, pero vieras que yo no, le hablo bien a la niña, pero nunca tuve particular atención, salió así”. Esos reconocimientos te conmueven completamente. Hay que tener mucho cuidado, porque de pronto el límite se rebasa.

Los maestros somos así, un pequeño reconocimiento, una cartita, un sobrecito, que de pronto te inviten un café, tú ya dices: “no me importa el bajo salario, no me importa andar luchando por grupos, esto nos hace la vida”. Estos pequeños reconocimientos de los alumnos a los que les caíste bien y te tratan muy bonito. Eso es lo que nos enriquece. 

 

MF: —Para ir cerrando, ¿cómo ves a la comunidad docente?

 

PR: —Ya tengo edad para ver a los de nuevo ingreso, que llevan cinco o diez años trabajando. Ahora somos los honorables, me ha dado mucho gusto ver a mis compañeros que han crecido mucho. Sí les decía en algunos momentos que traíamos muchas limitantes, porque a muchos de ellos, la vida sí los puso ahí, no fue su elección ser profesores, ahí encontraron trabajo, pensaron que serían profesores dos o tres años mientras encontraban lo que ellos querían y ya no se fueron. No lo critico, no está mal, pero yo si veo ahora, después de cuatro años, que en muchos de ellos se despertó la vocación de la docencia. 

En sus clases los veo preocupados por su material, veo que comentan esos momentos en la sala de profesores, intercambian comentarios, los escucho, y entonces, así comencé yo. La vocación la tienen, el amor por la docencia lo han descubierto y ahí la llevan muy bien. Nos falta mucho, sí, porque comunicación es un ámbito que explotó, hizo boom desde los años 90, en México. Ya hay todo un paradigma de lecturas y autores que nos rebasa, que tenemos que estar actualizados. 

El trabajo que tú has realizado es importantísimo, a ver maestros, esto es lo que hay, si no fuera por tu trabajo estaríamos muchos en el limbo. Pero los profesores de las nuevas generaciones le están entrando con mucho empuje. Sí, hay ciertas carencias de lingüística, poesía, tenemos que contemplarlo, tenemos el tema de los recursos retóricos, no clavarnos en la poesía, porque no es nuestra área, pero si no lo hacemos nosotros…

Poesía se estudia un semestre en TLRIID II, nunca en su vida vuelven a ver poesía, tenemos que aprovechar que nosotros tenemos el tema de los recursos retóricos en la publicidad, para decirles, esto viene en la poesía y algo que les demos. Porque los alumnos no saben, y muchos maestros tampoco. No es que nos hagamos poetas, pero vamos a recomendarles algo. 

Esto es muy ambicioso y queremos abarcar mil cosas, te das cuenta de tus limitaciones también, pero podemos aprovechar tantito, es indispensable, no basta. Sí veo a muchos compañeros de TLRIID en que el alumno tiene que aprenderse cómo hacer organizadores gráficos, cómo hacer una reseña y lo fundamental es eso, dices, sí esa es la herramienta, pero lo fundamental es que tu experiencia la transmitas en una reseña o que tu experiencia vivencial la compartas con otros. 

Comunicación sí nos permite retomar todo lo anterior, cómo eso nos aporta elementos para mejorar nuestros vínculos como personas. Así la comunicación humana, ¡qué complejo, caray! 

 

MF: —Si tuvieras que darle algunos consejos a alguien que empieza en la docencia, ¿qué les dirías? 

 

PR: —Yo le diría que es importante tomárselo en serio, respetar el trabajo, preparar bien la clase. Yo lo hice porque me costó trabajo, andaba en mil cosas y llegaba a improvisar, y no. No podemos llegar a improvisar a una clase, vamos paso a pasito, no les demos todo. Es una idea, un concepto, una temática, vamos poco a poco. Sí hay que preparar bien la clase y hay que dar espacio para que ellos intercambien experiencias, para que ellos platiquen y luego nos lo expongan a todo el grupo. 

Sí preparar, tener claro qué vamos a hacer, no acaparar el micrófono y que ellos intercambien, que compartan, clase con clase una pequeña discusión. Es parte de lo que les diría, que hay que cuidar mucho la interrelación. Si bien es cierto que nos importa la interrelación con el alumno, tenemos que conocerlo, pero es fundamental poner los límites. Cuidar los vínculos y los límites. 

 

MF: —En este momento en el que estás, ¿qué es lo que continúa como parte de tu carrera académica? ¿Para dónde vas? 

 

PR: —Me aterrizo en la lectura de un material y que salgamos, que vayamos al teatro. Si podemos ir a Chiapas, qué bueno. Que salgamos del aula, romper el límite de las cuatro paredes para obtener conocimiento. El conocimiento lo tenemos que obtener también en una plática con amigos, cuando vamos en el camión, y vemos y somos testigos de algo. 

A lo mejor no estamos en condiciones de actuar de tal o cual manera, pero vamos viendo, con la familia o los adultos, más allá de ser intenso y polarizado, siempre va a ocurrir, pero que entendamos de dónde vienen los que nos antecedieron; es cierto que ya tienen sus ideas fijas, pero si entendemos ese proceso nos va a permitir buscar recovecos para mejorar la relación. 

No es para chocar con el otro, es para empatizar con el otro y llegar a acuerdos. Que esos acuerdos permitan estar más tranquilos. Hacer de la comunicación una práctica constante y cotidiana. Por ahí es donde yo quiero poner el énfasis.  

 

MF: —Para cerrar, me gustaría que fuera de lo académico me recomendaras tres lugares, tres lecturas, tres películas, y tres cantantes. Que tengan que ver contigo, que reflejen más lo que tú eres. 

 

PR: —Yo pondría en un primer momento a Ana Belén y Víctor Manuel, los que cantan “La puerta de Alcalá”. Ellos tienen un concierto maravilloso que se llama Mucho más que dos, en ese disco viene la canción “Contamíname”, el estribillo: “Contamíname, mézclate conmigo, debajo de mis ramas encontrarás tu abrigo”. Esta canción me parece importante, tiene una historia muy bonita, cuando Franco en España prohíbe que los africanos lleguen para no contaminar, entonces el autor Alberto Guerra, resignifica la palabra. 

“Influye en mí, incide en mí con tus cantos, con tus flores, con tus historias. Contamíname, no del humo que contamina el aire, contamíname de tus historias, de tu pasado, de tus libros, ¿por qué no nos leemos nosotros?”. Es una canción hermosa para entender al otro. Contamíname. 

Ahí mismo viene la canción de Lía, de sujetar. Es una canción de amor donde ella dice: “líame, ámame, hazme el amor”. Hazme el amor en términos de respeto a mi integridad como mujer, en términos de reconocimiento a mi persona. O sea, no vienes a abusar de mí, vienes a compartir un momento íntimo. Es una canción que nos llama mucho a que no puedes involucrarte con cualquier persona en cualquier momento, sino con aquellas personas que sí nos tocan el alma y a quienes nos tocan el alma es a nosotros. Cantante Ana Belén y Víctor Manuel. 

Les recomiendo mucho que escuchen a Rodrigo González con la canción “Las mujeres en el siglo XX”, que eran amas de casa, era su máximo de la vida. Para entender de dónde vienen nuestras mamás y nuestras tías, porque así eran. Es un poco triste. 

Ampliamente a Silvio Rodríguez, con un canto que no es de donde venimos. Escuchamos a Juan Gabriel, a Rocío Durcal, a Los terrícolas. Nos pueden gustar las canciones y las sabemos de memoria, pero son de amores dependientes, de amores de si tú no me quieres, la vida no vale nada, si no me quieres mejor me muero. Ese esquemita muy repetido, encontrarnos con otros autores que nos hablan de amores que no son codependientes, de amores autónomos, que tienen valor, aunque el otro no me responda o corresponda. 

El amor es importante y si no lo acepta esa persona, habrá otros momentos y otras instancias donde pueda expresar esa capacidad de amar. Pero esa capacidad de amar es importante. Las canciones de Silvio Rodríguez en ese sentido son importantes. Ana Belén y Víctor Manuel, Rodrigo González y Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat, Violeta Parra, Mercedes Sosa. 

 

Películas. El señor de las moscas, Charles Chaplin con Tiempos Modernos y El gran dictador, Mi vida en rosa, Cinema Paradiso, Billy Elliot, son fundamentales. Además, me siento tan identificado, porque todos los que pasamos por la danza decimos: “así fue como entramos a la danza, en medio de un mundo de reflexiones”. Billy Elliot y Cinema Paradiso, son hermosas. 

Acabo de ver Sueño en otro idioma, y la voy a retomar para verla con mis alumnos. Es un joven que se va a titular y va a un pueblo a investigar una lengua que está desapareciendo, nada más quedan dos ancianos, dos hablantes, va para entrevistarlos y grabar su lengua que está a punto de desaparecer. Pero ocurre que los dos ancianos están peleados entre ellos, desde su juventud no se hablan. Los tiene que hacer hablar entre ellos, pero éstos se odian y en ese proceso hay una serie de descubrimientos divertidísimos e interesantes.

 

Libros. Me parece fundamental El principito, los alumnos no lo han leído, pero nos recuerda el valor del amor y de la amistad. El diosero, de Francisco Rojas, son una serie de cuentos, muy parecido a El llano en llamas, o los dos. Cuentos de pueblos indígenas en los que podemos rescatar el concepto de cosmovisión, culturas, costumbres e ideologías. 

De hecho, les doy un libro para leerlo, tres semanas o un mes, depende de la extensión del libro. Me tienen que entregar una reseña. En mi lista está El principito, El diosero, algunos fragmentos de El Quijote de la Mancha, el capítulo dos, apartado 13, que es el encuentro que hace El Quijote y Sancho en un pueblo donde van a enterrar a un joven bello, el hijo del hacendado, que siempre fue atento, que promovió que todos se llevarán bien y estaba enamorado de Marcela, pero ella no le correspondió. Este joven toma la decisión de quitarse la vida, porque no le correspondió, entonces es vista como ingrata. En el discurso de Marcela ahora vemos lo que es un mundo feminista, que habla de una mujer empoderada. 

Graciela, una historia de amor donde el enamorado no tuvo la madurez para reconocer a la joven amada, no sabía respetar, él andaba en el juego, él no entendió y vive su propia tragedia. El principito, El diosero, Graciela

 

Lugares. Hago el esfuerzo de llevarlos a Chiapas. En el 2010 sacabas un camión de alumnos, van bajando, a 15, una vez me fui con 8. Ir a Chiapas o por lo menos que se informen de la masacre de Acteal del 22 de diciembre de 1997, que por lo menos conozcan qué ocurrió.

Los llevo a los baños de rey Nezahualcóyotl, adelante de Texcoco. Hay un lugar que se llama El molino de las flores, es un centro recreativo, como La Marquesa, pero en chiquito. Fue una hacienda pulquera, está bonito el lugar. Adelante está la zona arqueológica, el trono del rey Nezahualcóyotl está en ruinas y aún en ruinas se percibe la majestuosidad, los baños del rey y la reina, las recámaras del rey y un templo de oración donde se ven las piernas de algún dios. Yo los llevo ahí en pequeñas excursiones que, por supuesto, la UNAM prohíbe, pero yo me voy por la libre. 

Afortunadamente no me ha pasado nada, ni a mí ni a mis alumnos, sí les pido que sus papás vayan por ellos, la condición es que no se regresen solos, que vengan por ellos. Vamos a Texcoco, que conozcan Bellas Artes, que vayan, que visiten o que vayamos al Museo de Antropología, en Chapultepec. Lugares por los que a veces pasan y nunca entran, el Museo Nacional de Arte (el Munal). Que hagan un recorrido de Bellas Artes, del Munal, del Palacio de Correos. En Motolinía venden tortas a 40 pesos, se compran tortas y refresco y se la pasan bien. 

 

MF: —Ya la última, ¿cómo te gustaría ser recordado cuando te jubiles?

 

PR: —Recuerdo a mis maestros muy queridos, el odioso José de la Mora fue mi profesor y lo recuerdo con mucho cariño. La maestra Flora, luego fue compañera maestra, la recuerdo con mucho cariño. Yo quisiera que me recuerden como un profesor que intentó hacerlo bien, que la huella que les deja uno, más allá de una lectura o una entrega de trabajo, enfatizar que de lo que se trata es de construirnos como mejores personas. Porque la felicidad está en nuestra capacidad de ofrecer lo que tenemos a los otros. Como profesores lo hacemos todos los días. Estar para ellos si lo necesitan, como profesores y como personas. Impulsarlos a que la lucha es de todos los días, no es suerte. Día con día trabajar. 

Estas pequeñas experiencias como ir a una zona arqueológica o llevarlos a Chiapas eso es lo que se queda en sus corazones. Las dinámicas de clase, lo que comparten se les queda. Luego me los encuentro en la calle y dicen: “oiga, la dinámica que puso”, les encantan las dinámicas. Tengo una dinámica de mensajitos, cuadritos de colores, les pido que le escriban algo a su compañero, algo que sea bonito, atento y respetuoso. 

Les doy un plazo para que escriban, media hora o cuarenta minutos, que se levanten y lo entreguen en la mano; esos papelitos juro que los conservan por años y dicen: “aún conservo mis mensajitos”. Y te recuerdan por esas cosas. Las acciones que llegamos a tener con ellos son fundamentales. Que me recuerden alegre, que me recuerden divertido. Intentando que no hay que dejar morir solo al otro, que estamos para eso. 

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