Etnografía virtual para el estudio de prácticas comunicativas en medios digitales
POR: José Alberto Ramírez Zaragoza
El arribo y la popularización de las redes sociodigitales ha cambiado la manera en que nos relacionamos con los medios de comunicación. Esto nos obliga a replantearnos el acercamiento metodológico para estudiar adecuadamente tales relaciones de las personas con sus medios a través de múltiples pantallas. En este texto presentamos una perspectiva metodológica flexible, dinámica y adaptativa, a partir de la etnografía virtual, que facilite el análisis de las prácticas comunicativas, relaciones e interacciones que tienen lugar todos los días en los entornos virtuales característicos de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC).
Si bien existen muchas rutas metodológicas que un investigador puede elegir al momento de conocer su propio objeto de estudio, realizar una investigación de corte cualitativo resulta una apuesta no sólo viable sino enriquecedora, particularmente cuando se hace investigación en el Internet u otras plataformas digitales, como los juegos de video. Dicha orientación apunta hacia un acercamiento a profundidad de las situaciones sociales para explorarlas, describirlas y comprenderlas de manera inductiva; es decir, el conocimiento proviene de las personas involucradas en un proceso determinado, y no del pensamiento deductivo de un investigador externo. Aunque, a final de cuentas, es el investigador quien da sentido a partir de los elementos que explora.
Particularmente, hacer investigación cualitativa partiendo de un enfoque etnográfico ofrece la oportunidad de acercarse a los actores involucrados en los procesos comunicativos de manera flexible, adaptándose a las particularidades del fenómeno a estudiar.
Para la investigadora Christine Hine (2004, pág. 190-191), fundadora de la llamada etnografía virtual, esta metodología es capaz de generar espacios de reflexión sobre lo que puede ser considerado como experiencia etnográfica, poniendo especial énfasis en las implicaciones mediadas, las cuales resultan imprescindibles para analizar las relaciones entre los sujetos y sus medios.
Tradicionalmente, la etnografía se ha empleado para conocer y dar cuenta de manera descriptiva de las complejidades de una cultura dada, atendiendo a las particularidades y formas en que ésta hace sentido por y para una comunidad específica. En este proceso de creación de sentido existe una cualidad comunicacional inherente a las prácticas sociales a través de las cuales miembros de una comunidad se relacionan con otros.
En un mundo hiperconectado, como en el que vivimos, estas relaciones resultan aún más evidentes. Para Ángel Díaz de Rada (2008, pág. 31), la etnografía tradicional debe responder a los retos de una sociedad cada vez más en red:
En las últimas dos décadas, pero sobre todo en la última, han visto la luz algunas aportaciones fundamentales en las que se desarrolla una reflexión sobre las condiciones de la práctica etnográfica en un mundo crucialmente marcado por las tecnologías computacionales de la comunicación.
Por ello, teniendo en mente las características de las tecnologías de información y comunicación (TIC), es preciso y saludable tomar cierta distancia del método etnográfico tradicional y acercarnos a una etnografía a modo que sepa reconocer las peculiaridades de los medios digitales de nuestros días, en aras de alcanzar un mejor entendimiento de los procesos de uso e interacción de estos medios digitales por parte de sus usuarios.
Si bien la relevancia de la etnografía tradicional es innegable, es necesario reconocer también la necesidad de adoptar una modalidad del método etnográfico más específica y adecuada a los entornos virtuales que proveen las tic, sin que tal decisión implique un choque entre ambos enfoques, por el contrario, ambos se complementan y enriquecen de forma recíproca.
La etnografía virtual es una apuesta metodológica de mayor especificidad que permite la investigación de una comunidad y su cultura en entornos virtuales, llámense redes sociodigitales, juegos de video, servicios de distribución de audio y video en línea, y servicios de compraventa en red, por mencionar sólo algunos ejemplos.
De acuerdo con Hine (2004, pág. 17), la etnografía virtual “es útil para llegar hasta ese sentido enriquecido de los significados que se le otorgan a las tecnologías en cada una de las culturas que las contienen o que se constituyen a su alrededor”, toda vez que su objetivo es “hacer explícitas ciertas formas de construir sentido de las personas, que suelen ser tácitas o que se dan por supuestas” (Hine, 2004, pág. 3).
Autores como Ardèvol, Estalella y Domínguez (2008, pág. 10), prefieren el uso del término etnografías de Internet para referirse a esta clase de proceder metodológico, cuya amplitud comprendería denominaciones que van desde la etnografía digital, ciberetnografía y la propia etnografía virtual; sin embargo, a lo largo de su obra Etnografía Virtual, la misma Hine (2004, pág. 41) enfrenta problemas para definir los límites y alcances del Internet, reconociendo la esterilidad de tal esfuerzo.
No resulta extraño, entonces, que a Hine el concepto de virtualidad le parezca más amplio para comprender los procesos socioculturales que se manifiestan en y a través de las com (Comunicaciones Mediadas por Ordenador). Por entorno virtual entendemos a todo espacio configurado a partir de una dimensión tecnológica, conformado por una diversidad de objetos virtuales, leyes y reglas que los rigen, y delimitado por las herramientas, las aplicaciones y los servicios que se ofrece al usuario. Ejemplos de entornos virtuales son los blogs, las wikis, las redes sociodigitales, las plataformas de e-learning y los videojuegos, por mencionar algunos.
Por lo anterior, y para fines de este artículo, nos parece más adecuado, y práctico, hablar de etnografía virtual toda vez que los entornos virtuales representan en sí mismos una serie de espacios en los que tienen lugar experiencias e interacciones gracias a espacialidades y temporalidades propias de cada medio, cuya existencia va más allá del Internet como condición para materializarse. Tal como señalan Montagu, Pimentel y Groisman (2004, pág. 57), “los espacios virtuales, de hecho, existen. No se configuran según los patrones de materialidad (forma, peso, tamaño) pero se perciben como tales y aportan experiencia y práctica al hombre”.
En ese sentido, Brown (2015, pág. 79) sostiene que esta clase de etnografía le exige al investigador otro tipo de experimentación, porque como metodología, la etnografía es demandante y reclama de los investigadores un alto grado de integración con las comunidades de estudio, entre las cuales ha de vivir, aunque sea de manera virtual, ya que “demanda que el investigador esté presente intelectual y emocionalmente desde cada registro en pantalla hasta cada desconexión”.
Ruiz Torres (2008, pág. 126) sostiene que basta navegar un poco en el Internet para darnos cuenta de que una comunidad virtual, cualquiera que ésta sea, es un “locus perfectamente simbolizable”, donde “miles de individuos se buscan, se encuentran, entran, salen, se presentan, se conocen, dejan regalos y los reciben, se agradecen, se insultan, se lamentan, se despiden enojados o regresan contentos”; o en palabras de Brown (2015, pág. 81): “emociones muy reales se experimentan por personas reales aun cuando el ímpetu de estas emociones se deriva de situaciones virtuales o imaginarias”. En otras palabras, aunque se trata de espacios que a menudo son mediados por una pantalla en la sala de estar o del teléfono móvil, en ellos se desprende una multiplicidad de experiencias, sensaciones y sentidos tan reales e igualmente válidos a los que tienen lugar en comunidades fuera de línea, por lo que resultan de interés etnográfico.
Brown (2015, pág. 81) termina por reconocer que llevar a cabo etnografía en tales espacios implica que el investigador sea capaz de reconocer lo humano en lo virtual: “vivir, virtualmente o de cualquier otra manera, entre los participantes ofrece una perspectiva y contextualización únicas acerca de las normas, valores, relaciones de poder, y creencias de una comunidad”.
Pese a ello, desde su institucionalización como método de investigación, la etnografía ha sido acusada de falta de rigurosidad científica, lo cual es un señalamiento infundado, basado en el desconocimiento respecto a cómo se hace investigación de corte cualitativo. La etnografía virtual no se encuentra exenta de tales juicios preconcebidos como es natural. El método etnográfico no consiste en una serie de recetas o fórmulas de exactitud para su debido proceder sino en un conjunto de conocimientos y experiencias que indican rutas de investigación a seguir, más o menos viables, dependiendo de las decisiones metodológicas de quien investiga y, por supuesto, de la complejidad del objeto de estudio a indagar.
Para Héctor Mora (2010, pág. 13), la falta de rigidez normativa en la etnografía, virtual o no, deja entrever un proceso altamente creativo que se traduce en una gran “artesanalidad”. Empero, dicha perspectiva no debe ser acusada de carecer de rigurosidad científica, todo lo contrario, el arte, de acuerdo con Marradi, Archentti y Piovani (2007, citados por Mora, 2010, pág. 14) recae en la habilidad para:
Organizar diversas técnicas (selección de unidades, recolección y análisis de la información) en el marco de situaciones sociales de interacción, en las que se dispone el “yo” investigador (la persona), las condiciones institucionales de investigación (tradiciones, orientaciones, recursos, tiempos, etc.) y el contexto social (actores sociales, normas de acción, dinámicas de interacción, imaginarios sociales, valores, etcétera).
Para Orozco (1996, pág. 16), esta artesanalidad se entiende mejor como creatividad, una característica del investigador que le implica tomar decisiones sobre la marcha y modificar tales decisiones de acuerdo con el desarrollo del fenómeno estudiado. Esta característica es de particular importancia en medios digitales en la medida en que éstos se encuentran en continuo proceso de cambio y su arquitectura consiste en la confluencia de dos o más medios audiovisuales.
La versatilidad de la etnografía virtual no sólo es inseparable de las características del medio digital que se estudia sino también del contexto en que se desarrolla el fenómeno a investigar, por lo que responde a éste en todo momento, debiendo ser amoldado y ajustado reflexivamente ante procesos socioculturales complejos y dinámicos, como los derivados de la interacción tecnológica con esta clase de tic. Por este motivo, Hine (2004, pág. 23) considera a la etnografía “desde una perspectiva adaptativa que reflexiona precisamente alrededor del método”. Mientras que para Mora (2010, pág. 14), se trata de un método estratégico que sólo puede ser entendido como una triada en la que dialogan: tradición disciplinaria y formativa; el investigador como ser social o persona, y el contexto social de investigación.
Una última reflexión sobre la mencionada adaptabilidad del método etnográfico en su modalidad virtual implica comprender su faceta multitécnica, la que dista mucho de ser nueva. Esto quiere decir que a lo largo del proceso de investigación etnográfica es lícita la utilización de diversas herramientas metodológicas que coadyuven en la obtención de datos, así como en su procesamiento e interpretación. Ello resulta de particular importancia para una investigación que tiene como punto de partida entornos virtuales, espacios de comunicación que obligan a considerar técnicas de investigación heterodoxas o, incluso, adoptar otras modalidades de estas mismas herramientas.
Cuando se realiza etnografía virtual en línea, el anonimato que concede el mismo medio puede facilitar la receptividad de la comunidad; es decir, que los informantes reconozcan al investigador como uno de los suyos. A esta conclusión llegó Ruiz Torres (2008, pág. 120) en su búsqueda de informantes que participaran en foros de pedofilia en Internet, una comunidad hermética por definición:
¿Cómo hallar a gente dispuesta a participar sin quebrantar el silencio y secretismo en el que usualmente viven? La solución fue buscarlos en el ciberespacio, un lugar donde salones de Chat y comunidades virtuales están poblados de usuarios dispuestos a compartir, además de sus materiales ilegales.
Otro ejemplo de investigación etnográfica de tipo virtual es el trabajo de Arévalo (2013), quien realizó un estudio con niñas usuarias de Facebook, estudiantes del Colegio Jorbalán con la finalidad de conocer la relación entre el uso de esta red y la convivencia escolar de las estudiantes. En ese sentido, y tras contar con el consentimiento del colegio, los padres y las propias jóvenes, se realizaron observaciones en sus muros de dicha red sociodigital, encontrando que tales publicaciones tenían una importante repercusión en la convivencia escolar de las alumnas y en sus lazos afectivos:
Ellas podían realizar mucho mejor sus actividades de equipo a través de esta red social. Las niñas organizaban su tiempo, asignaban tareas, hacían ajustes según las necesidades de su trabajo; compartían material escaneado de lecturas; se enviaban direcciones de páginas en las que podían encontrar información sobre sus tareas. Incluso, la amistad entre algunas de ellas se hizo más fuerte (Arévalo, 2013, pág. 44).
Corona (2013) hizo lo propio al utilizar la etnografía virtual para conocer las formas de uso de información en el Internet empleadas por los cibernautas, mirando a la Red de redes desde tres ópticas distintas: como fuente de información, a manera de medio de comunicación y como espacio para la cultura. Su estrategia metodológica consistió en un estudio comparativo de cuatro casos de usuarios del Internet radicados en Guadalajara. Lo que arrojó la investigación de Corona (2013, pág. 11), es que la navegación y el uso del Internet resulta en una “experiencia caracterizada por la hipertextualidad”; es decir, el usuario como lector se ve envuelto en diferentes formas de textualidad caracterizadas por la actividad, las redes, las textualidades fragmentadas, lo que ocurre frecuentemente en un ecosistema hipermediático.
En su investigación de 2011, Deiana analizó una producción virtual Pro-ana (tipo de producción virtual que celebra y defiende las conductas anoréxicas como estilo de vida), estudiando las estrategias y los recursos simbólicos utilizados por las usuarias para dotar de sentido a estos materiales. Para ello seleccionó 51 páginas web afines a la ideología Pro-ana, que se sometieron a observación y análisis de contenido sin interacción con las participantes en las webs. Deiana encontró que el material se dividió en dos tipos de textos: escritos estereotipados que se repiten en todas las webs y aportaciones personales, además de comentarios de las usuarias. La autora llegó a la conclusión de que, en un esfuerzo por elaborar un lenguaje simbólico alternativo, aparecen nuevas referencias iconográficas, lingüísticas, etcétera, para conformar aquella red de significados indispensable para poder hablar de los tca desde un punto de vista no patológico (Deiana, 2011, pág. 248).
Desde la Cibersocioantropología, Sandoval (2011) se interesó por conocer el papel de las nuevas tecnologías en las interacciones cotidianas de familias trasnacionales originarias del Estado de México, con destino laboral en Estados Unidos. Su observación participante sirvió para reconocer e identificar los recursos que emplean los miembros de “familias virtuales migrantes” para intercambiar datos, información y recursos multimedia como fotos, videos y audio a través de diversas redes. El autor ahondó respecto a la reproducción social de la festividades religiosas y cívicas, las opiniones sobre decisiones públicas y gobiernos, fortalecimiento de las redes de solidaridad en el proceso migratorio, y en las relaciones entre miembros de las familias migrantes.
Utilizando el método inductivo, y además de observación participante y entrevistas personales, Sandoval aplicó el Análisis Reticular del Discurso (ard), que consistió en analizar la producción discursiva de estas familias en el ciberespacio. Así, pudo reconocer una red de metáforas utilizadas por los migrantes para referirse a su interacción con nuevas tecnologías, para luego contrastar la evolución de tales construcciones metafóricas en nuevas redes surgidas de entrevistas posteriores. Una de las conclusiones del trabajo de Sandoval expone la manera en que los intercambios virtuales a distancia configuran nuevos rasgos culturales en el proceso de creación de sentido, mismo que se ve afectado por las dinámicas de instantaneidad y virtualidad propias del ciberespacio, factores que influyen en la organización de las relaciones familiares en el tiempo y espacio trasnacionales (Sandoval, 2011, pág. 100).
Si bien los modos y las perspectivas de hacer etnografía virtual son ampliamente diversos, existen puntos en común; por ejemplo, en los entornos virtuales es común encontrarnos con que las identidades online difieren de su contraparte offline, ya sea por motivos de seguridad, para expresar una identidad distintita o simplemente por mero anonimato:
En el desplazamiento de las interacciones cara a cara hacia un contacto mediado electrónicamente, se abre la probabilidad de que los informantes engañen al etnógrafo: más cuando el juego de identidades se reconoce casi como una norma en ciertos contextos online (Hine, 2004, pág. 34).
Algunos investigadores suelen complementar su estrategia de etnografía virtual con actividades propias de una etnografía de corte más tradicional; por ejemplo, se puede dar seguimiento al mismo tipo de prácticas fuera de línea con los informantes con quienes se tiene más confianza, siempre y cuando estos últimos estén dispuestos a ello y no trastoque la naturaleza del fenómeno investigado.
Estar “físicamente” presentes, o cara a cara con nuestros informantes, puede aportar una gran cantidad de información sobre sus diferentes actividades en los entornos virtuales, mismas que a menudo trascienden estos espacios, dejándonos observar una imagen más completa de las implicaciones sociales alrededor del uso de estas tecnologías; sin embargo, el etnógrafo virtual deberá ser lo suficientemente prudente para evaluar qué tan necesaria y oportuna resulta tal información, y si con ello no se ve vulnerada la confidencialidad y privacidad de los informantes.
Algo de vital importancia a la hora de investigar en entornos virtuales es asegurar la confidencialidad de la información otorgada por los participantes. Esto comienza por emplear seudónimos para referirnos a ellos, así como encubrir información personal que pudiera servir para identificarlos. De tal suerte que en ningún momento puedan ser revelados datos que sirvan para dar con la identidad real de los informantes, no sólo los nombres y seudónimos sino también lugares, grupos de afiliación, información de conexión, o cualquier otro dato que permita su reconocimiento.
Se recomienda cambiar citas textuales o directas extraídas de foros en línea y correos electrónicos o, incluso, optar por no revelar el sitio web exacto en que tuvo lugar el trabajo de campo. Los seudónimos deben ser distintos a los nombres reales de los participantes, y deben alterarse o modificarse los nombres de usuario o nombres de las identidades virtuales que los usuarios utilicen en línea, y que aparezcan en capturas de pantalla y/o videos.
El etnógrafo virtual debe estar siempre preparado para lo inesperado, situaciones impredecibles que superen con creces la preparación previa a la experimentación en trabajo de campo. Por ello, la recomendación final va encaminada a resaltar la necesidad de que los etnógrafos virtuales estén siempre atentos, no sólo en los aspectos profesional y académico sino también en cuestiones técnicas y anímicas.
Con frecuencia, los elementos técnicos pueden ser determinantes durante el proceso de investigación. Si bien el etnógrafo debe encargarse de revisar hasta el último detalle en este punto, nada garantiza que las condiciones técnicas del informante sean óptimas, teniendo como resultado desconexiones continuas, mala calidad en las interacciones, dificultades de acceso, demoras, etcétera, lo cual, como es lógico, resultará en una experiencia frustrante.
El rechazo, el desinterés o la apatía son actitudes comunes en comunidades cerradas al interior de los diferentes entornos virtuales. Su experimentación puede disminuir el ímpetu del investigador más emprendedor, por lo que es fundamental que éste lleve a cabo una preparación en el terreno de lo emocional. No menos importante es mantener una mente abierta, hacer acopio de suficiente paciencia, procurar una buena cantidad de ánimo y estar preparado para lo impredecible durante cada sesión. Estos simples consejos ayudarán a que la investigación etnográfica se realice de manera satisfactoria y exitosa.
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