VIOLENCIA Y COMUNICACIÓN.
¿POR QUÉ NOS ESTAMOS HACIENDO VIOLENTOS?

por: Edmundo Gabino Aguilar Sánchez

Una persona usualmente se convierteen aquello que él cree que es.  —Mahatma Gandhi                                                   

Como seres inacabados, la violencia ha formado parte de nuestro desarrollo como especie, desde que descendimos de los árboles, debimos generar superioridad en nuestro entorno natural y social, para demostrar y lograr el dominio del nuevo ambiente, pero también como una forma de poder ante los demás, conocidos, desconocidos y animales.

Como animales superiores que fuimos, nuestros esfuerzos se circunscribieron a dos razones de lucha: hacer valer los derechos territoriales sobre una superficie de terreno o entorno, y establecer dominio en una jerarquía social. Desmond Morris (1985) apunta que algunas especies lo hacen por un motivo o el otro, ya que unos no tienen un territorio fijo y otros tienen la particularidad de mostrar alguna jerarquía. Para fortuna o desgracia nuestra, como especie nos atañen las dos; el mismo autor nos dice que, como primates, heredamos la idea de jerarquía tiránica, modificada cuando nos volvimos cazadores y la cooperación grupal determinaba el éxito o fracaso de la actividad de sobrevivencia; es decir, que el beneficio del grupo se antepone a la jerarquía.

La observación tiránica de un líder estaba determinada de igual manera por la preeminencia de la fuerza y el vigor de otro que buscaba ser el líder: hacer a un lado al achacoso o viejo y dejar al joven tirano del grupo, que lograba mantener a sus huestes unidas con la protección de su liderazgo, fuerza y sexualidad activa. El autor apunta que entre los primates, esta idea jerárquica no es absolutista, como en el caso de los leones, ya que se es bastante tolerante con otros miembros más débiles, y sólo se hace uso de la fuerza o la violencia en los casos de rebelión o un pleito entre los miembros.

Tres hechos nos han llevado a explicar de manera sistémica la agresividad de los humanos; seguiremos con los homínidos: a la defensa del territorio y la organización jerárquica se suma la que, aún en la época actual, debemos considerar, con toda y nuestra presunción de desarrollo evolutivo y crecimiento tecnológico, dos elementos confundibles y totalmente distintos, que en otra ocasión trataré de explicar: la prolongada dependencia de los hijos –crías para los biólogos– hasta muy entrada la juventud, hecho que determinó la conformación de unidades familiares en pareja y, por añadidura, la autoafirmación en este reciente núcleo en desarrollo y crecimiento.

Pero ¿cómo la agresividad ha llegado a los límites que se muestran a diario a través de los medios de comunicación masivos? Muchos diremos que está en nuestra naturaleza, como lo detalla Morris, otros dirán que está determinada por los grados de violencia que día a día se trasmite a través de los  vemos en dichos medios de comunicación.. Lo importante es marcarnos un “hasta aquí”, y que sin duda la Comunicación con el otro es la única posibilidad que tenemos para salir adelante.

Exploremos el texto Nuestro lado oscuro, donde Roudinesco (2009) muestra un panorama desolador de nuestra máxima expresión de agresividad a través de la perversión, “como una forma particular de perturbar el orden natural del mundo y convertir a los hombres al vicio, tanto para descarriarlos y corromperlos como para evitarles toda forma de confrontación con la soberanía del bien y de la verdad”.

En los tiempos actuales, la violencia con la que actúan algunos grupos para infringir temor a otros, no es a través de un combate o pleito para obtener dicho beneficio, ahora se llega a nuevas metamorfosis de la violencia, mediante el secuestro de la libertad, la deshumanización, el odio, la dominación y la crueldad a niveles superlativos.

Para la comunicación humana es importante lo expresado anteriormente, porque si la violencia perversa es inherente a la especie humana, en los homínidos no se tiene registro, constituye un hecho que se da en todas las culturas y, como tal, debemos su existencia posterior al lenguaje y “el lenguaje más que cualquier otra cosa, nos hace humanos” (De Moragas, 2012, pág. 27).

Nuestra condición más primitiva indicará, entonces, que cuando nos relacionábamos con “el otro”, no había una condición de sumisión de violencia encaminada a la maldad o a la perversión, condición que, como apunté antes, se da antes de la aparición de nuestro lenguaje (Roland, 2001).

La violencia como fenómeno social se da en lo sexual, político, psíquico, y lo grave de la apuesta es que los sujetos, adolescentes, niños, jóvenes y ancianos, cometan sus delitos en condiciones dadas, que por alguna razón no les permita (la moral) saber que realizan actos de maldad (Arendt, 2003). Los problemas siguen siendo los mismos, “el homo sapiens ha entrado en crisis, una crisis de pérdida de conocimientos y de capacidad de saber” (Sartori, 2001, pág. 51), de querer conocer al otro.

Nos enfrentamos a fenómenos de perversión donde los delincuentes muestran sus hazañas como actos de violencia para someter al otro, como un modus vivendi, donde la abuela participa de la rapiña, se beneficia con el producto del robo y no muestra su lado humano, ya que es su modo de sobrevivir; bajo estas condiciones, la perversión y la maldad son la siguiente escalada de la violencia.

En la película sobre la vida de Hannah Arendt, dirigida por Margarethe von Trotta (2012), la profesora es enviada como corresponsal de un diario Neoyorkino y durante el juicio contra Adolf Eichmann, culpable de mandar a la cámara de gas a millones de judíos, ella planteó la idea de que este individuo era totalmente sano, psicológica y físicamente, y tampoco era un perverso sexual; es decir, era una persona normal. Lo significativo del pasaje es que Eichmann era el ejecutante de una ley para los vencedores (aliados), pero que estaba planteada de forma inversa: para los nazis el crimen era la norma y el ejecutor sólo se limitaba a obedecer las órdenes superiores.

En este sentido, asistimos a la banalización de las normas morales, de lo correcto, me atrevo a decir, del mal; los sicarios ven su tarea como una forma de vida, ya que muchos encargados de desmembrar y desaparecer personas, cuando se les enjuicia, sostienen que es parte de su hazaña y pase a la inmortalidad.

Los dos pasajes anteriores nos plantean una difícil dirección sobre la violencia: la maldad y la perversión humana, que al parecer será la marca de este siglo. Retomemos a la comunicación como una manera de entendernos con voluntad, construir acuerdos, la “búsqueda de persuasión en un oponente racional” (Cisneros, 2009, pág. 53).

A manera de conclusión

Si la violencia se consolidó como un acto perverso, según Roudinesco (2009), posterior a la aparición del lenguaje y del arte, su redención y posible solución a la violencia y resolución de los conflictos, es sin duda el arte y la comunicación o, más específicamente, el arte de la comunicación.

Un saludo al desconocido, un abrazo, una palabra de aliento al desesperanzado, ser congruente en la palabra y la acción pueden ser la brecha que abra camino a un nuevo orden que dirima los problemas que tenemos delante; debemos reaccionar con la escuela y, como concluye Sartori (2001), “con la toma de conciencia del papel que nos corresponde”.

referencias

  • Barthes, R. (2001), Sade, Fourier, Loyola. Madrid: Espasa-Calpe.
  • Boudrillard, J. (2008). El pacto de lucidez y la inteligencia del mal. Madrid: Amorrortu.
  • Cava, M., G. Musito y S. Murgui. (2006). Violencia escolar: el rol mediador de la autoestima y la actitud hacia la autoridad institucional. En: https://www.redalyc.org/pdf/727/72718306.pdf (consultado el 10 de enero de 2010).
  • Cisneros, J. (2009). “La comunicación intersubjetiva y sus ámbitos de aplicación”. En Fernández, Ch. y M. Rizo (coord.). Nosotros y los otros: La comunicación humana como fundamento de la vida social. México: Editoras los Miércoles.
  • Coppens, Y. (2004). Los orígenes de la Humanidad. Madrid: Espasa-Calpe.
  • De Moragas, M. (ed.) (2012). La comunicación: de los orígenes a Internet. México: Gedisa.
  • Giddens, A. (2001). Un mundo desbocado. México: Taurus.
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  • Martínez, L. (2010). Autoconocimiento y comunicación humana. México: Universidad Iberoamericana.
  • Moros, M. (2008). Historia Natural del Canibalismo. Madrid: Nowtilus.
  • Morris, D. (1985). El Mono desnudo. México: Ediciones Orbis.
  • Popper, K. (2000). La televisión es mala maestra. México: fce.
  • Rosenberg, M. (2000). Comunicación no violenta. Barcelona: Urano.
  • Roudinesco, É. (2009), Nuestro lado oscuro, una historia de los perversos. Barcelona: Anagrama.
  • Sartori, G. (2001). Homo Videns. La sociedad teledirigida. México: Taurus.
  • Serrano, M. (2009). La producción social de comunicación. Madrid: Alianza Editorial.
  • Watzlawick, P. (2014). No es posible no comunicar. Barcelona: Herder.
  • Yarce, J. (2001) Televisión y familia. México: Minos.

FiLMOGRAFÍA

  • Von Trotta, M. (2012). Hannah Arendt. Alemania-Luxemburgo-Francia.

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