La violencia contra las mujeres en la música que escuchan los jóvenes de bachillerato

Sugeily Vilchis

¿Por qué hablar de la violencia contra las mujeres en la música que escuchan los jóvenes de Bachillerato? Esta expresión, como forma simbólica, cuyos canales mediáticos responden tanto a la comunicación social como al consumo personal a través de plataformas digitales, conlleva la reproducción de convenciones sobre roles, estereotipos, discursos y narrativas de género que irremediablemente producen apología de la violencia.

Existe una idea generalizada en pensar que las nuevas generaciones por el solo hecho de serlo, traen “otro chip”, y que su concepción sobre la vida, sus prácticas y la forma en la que expresan sus sentimientos, son totalmente diferentes, opuestas a las de sus padres, sus abuelos, incluso a las de sus profesores. Tendemos a pensar que nuestros estudiantes son menos tradicionales en sus formas de relacionarse con el sexo opuesto, más tolerantes en sus relaciones interpersonales y con apertura en cuanto a los temas de género; sin embargo, cuando las y los docentes hablamos sobre situaciones de desigualdad o sobre la violencia contra la mujer en el aula, casi de inmediato los estudiantes reaccionan con expresiones del tipo “las mujeres se lo buscan”, “ellas no se dan a respetar”, “ellas tienen la culpa por cómo se visten”, “por la hora a la que salen”, “porque beben alcohol”.

Estas verbalizaciones que culpan a la mujer revelan que no hay tal chip, que hay una reproducción discursiva acerca de lo que es propio para hombres y para mujeres, y que la formación académica no ha sido suficiente para transformar dichas construcciones que resultan sumamente peligrosas en el contexto de violencia contra las mujeres que vivimos a nivel nacional.

He pensado mucho que esta problemática es producto de diversos factores: la descomposición social, la falta de equidad, el machismo; no obstante, esta situación demanda más que una reflexión, exige acciones que busquen transformar las circunstancias de vida de mujeres y hombres. Este fenómeno guarda cierta relación con los discursos de odio que circulan a través de los medios de comunicación y las plataformas tecnológicas, entre ellos la música. Por esta razón, el objetivo de este texto es develar cómo los discursos musicales son producto de un contexto cultural donde está normalizada la violencia contra las mujeres y que a base de su repetición se han vuelto realidad en los imaginarios de nuestros alumnos.

El consumo de música como práctica cultural

De acuerdo con el informe más reciente de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI por sus siglas en inglés), en 2019 los mexicanos dedicamos más tiempo a escuchar música que el resto del mundo, en promedio 25.6 horas a la semana; es decir, 2.5 horas al día. Los géneros musicales[1] más escuchados por los mexicanos son pop, rock, pop latino y regional mexicano; sin embargo, otro estudio realizado en ese mismo año, por la plataforma Deezer, reporta que es el reguetón y los ritmos urbanos los más vistos en YouTube, convirtiéndose en los predilectos de personas de todas las edades en México.

Otra investigación sobre el consumo de audio en México (2018), realizada por las agencias de investigación IAB México y Nielsen, revela que la música se ha convertido en el contenido favorito de los millennials, quienes han encontrado en las plataformas de streaming la posibilidad de tener a su alcance, y en todo momento, otras experiencias de vida. Las cifras reportan que, entre este segmento, el pop se convirtió en el principal género con 47% de la preferencia, mientras que 44% eligió el rock. Otros ritmos mencionados fueron banda, electrónica y cumbia, con menor porcentaje de predilección.

El mismo estudio revela que la generación Z (15 a 17 años) y los Young Millennials (18 a 24 años), grupos de edad entre los que se encuentran los estudiantes de bachillerato, son quienes más acostumbran a escuchar música a través de las plataformas digitales y a compartirla en redes sociales como espacio de socialización, “estos jóvenes están acostumbrados a personalizar su contenido de audio y a considerarlos una extensión de su personalidad” (IAG México y Nielsen, 2018, s. p.)

Hoy día, ritmos como reguetón, trap y pop latino han ido ganando terreno entre los jóvenes, pese a la controversia que generan sus letras acusadas de misoginia y machismo. Para la industria musical ha resultado exitosa la fusión del reguetón con otro tipo de estilos, como el pop y las colaboraciones entre artistas urbanos, logrando que el género latino crezca enormemente. En este sentido, Diana Padilla, editora musical de Deezer para México, señala que “la popularización del reguetón ha permitido que no resulte extraño encontrar artistas urbanos en playlists de pop o incluso de hip hop y, evidentemente, son obligados en listas de fiesta y baile entre los jóvenes” (Corona, 2017, s. p.)

Más allá de su consumo cultural, es fundamental poner atención en las construcciones discursivas que circulan a través de la música, ya que en muchos casos se caracterizan por la reproducción de roles y estereotipos sexistas que contribuyen al disciplinamiento sobre género y a la normalización de la violencia contra las mujeres. Para Nelly Lucero Lara Chávez, investigadora feminista, la denigración hacia la mujer está tan naturalizada socialmente, que es difícil su percepción:

Es precisamente gracias a esa naturalización que ésta transita con aceptación y deleite, pues incluso, llega a mostrar rostros seductores y aparentemente agradables. Uno de esos rostros seductores es el que se crea y recrea en las letras de las canciones de la música de banda norteña mexicana, en donde la descalificación y opresión de las mujeres tiende a ser una constante cada vez más acentuada (Lara, s. p. citada por Ayala, s. a.)

La violencia que denuncia esta investigadora, no sólo se produce en la construcción discursiva de la música norteña, sino en géneros como el reguetón, trap, hip-hop, rock y pop (sólo por mencionar algunos), la denigración de la mujer está presente, incluso fomentando el feminicidio.

La música como forma simbólica

Para analizar cómo los discursos musicales que circulan en la comunicación social (radio, televisión, plataformas digitales) reproducen mensajes que violentan a la mujer, se retoma la propuesta que desarrolla el sociólogo John B. Thompson en su libro Ideología y cultura moderna (2002), donde fundamenta una teoría crítica para la comunicación de masas a través del análisis cultural de las formas simbólicas.

El lenguaje posibilita el intercambio de símbolos y la producción de expresiones significativas, de esta manera, somos capaces de crear y recibir dichas expresiones, y también de dar significado a construcciones no lingüísticas: acciones, obras de arte y objetos materiales de diversos tipos. En este sentido, la definición que elabora Gilberto Giménez (2005) es útil para comprender la dimensión simbólica de la cultura, que comprende:

Complejos sistemas de signos que organizan, modelan y confieren sentido a la totalidad de prácticas sociales. Pero estos procesos simbólicos deben referirse siempre a contextos “históricamente específicos y socialmente estructurados” […], la cultura no puede existir en forma abstracta, sino sólo en cuanto encarnada en “mundos culturales concretos” que implican, por definición, una referencia a contextos históricos y espaciales específicos (2006, pág. 5).

Lo simbólico es el mundo de las representaciones materializadas en formas sensibles, también llamadas “formas simbólicas”, que pueden ser expresiones, artefactos, acciones, acontecimientos y alguna cualidad o relación. En efecto, todo puede servir como soporte simbólico de significados culturales: no sólo la cadena fónica o la escritura, sino también los modos de comportamiento, las prácticas sociales, los usos y las costumbres, el vestido, la alimentación, la vivienda, los objetos y artefactos, la organización del espacio, del tiempo en ciclos festivos y la producción musical, etcétera. Lo simbólico recubre el vasto conjunto de los procesos sociales de significación y comunicación (Giménez, 2005, pág. 5).

De acuerdo con esta perspectiva, los discursos musicales son formas simbólicas producidas en un tiempo y un espacio, por sujetos especializados y dirigidas a otros sujetos a través del intercambio social. Dichas construcciones materializan experiencias introyectadas de estos sujetos que llevan implícitas relaciones de poder, formas de conflicto y desigualdades manifestadas en ese mismo contexto; en otras palabras, que en un sistema donde la mujer ha sido históricamente subordinada, objetualizada y construida como “asesinable” (Butler, 2015, citada por Lara, s. a.), las formas simbólicas conservan estas huellas de producción.

Thompson (2002) y Giménez (2005) subrayan que el aprovechamiento de ciertos recursos y autoridad por parte de individuos específicos, posibilitan la creación de expresiones simbólicas, que una vez que se producen y representan estos fenómenos significativos se difunden, reciben, perciben e interpretan por otros individuos ubicados en situaciones sociohistóricas particulares, que aprovechan ciertos recursos con el fin de dar sentido a los fenómenos en cuestión.

Históricamente el sistema patriarcal ha determinado que los hombres constituyan el grupo social que tiene el acceso a los medios de comunicación, y es a través de éstos que se ha reproducido el discurso hegemónico donde la mujer es víctima de una violencia estructural que la desprecia, cosifica y minimiza. Muchas de las narrativas musicales están marcadas por un sesgo de género, donde se privilegian las experiencias de los hombres sobre las mujeres. Mientras en el género masculino los temas son de conquista, permisividad social y sexual, las de las mujeres anulan su capacidad de agencia para vivir casi exclusivamente la experiencia del amor romántico. Los discursos musicales acerca de las mujeres destacan por ser batallas constantes contra sí mismas, por el amor y como un aleccionamiento de género.

La recepción de estas formas simbólicas no es más alentadora, el mismo contexto posibilita que éstas sean recibidas, interpretadas y reproducidas a veces con la misma intencionalidad con la que fueron creadas; no obstante, Thompson (2002) también habla de las fisuras del sistema, en que no todo está perdido, ya que dependiendo de los contextos en que se mueven los sujetos, puede variar la recepción de dichos fenómenos. Aquí es donde se encuentra la posibilidad para trabajar sobre la interpretación de las canciones, para leerse críticamente y evitar que la repetición de este tipo de discursos configure imaginarios donde la mujer no es valorada como sujeta de derechos.

Análisis cultural de la música que escuchan los jóvenes de bachillerato

Para darle sentido al objetivo de este texto, se analizaron, de acuerdo con la propuesta de John B. Thompson (2002), los aspectos constitutivos de algunos discursos musicales en su carácter de formas simbólicas, ya que a través de la cultura es que los individuos actúan y viven significativamente el curso de sus vidas diarias.

En su propuesta de análisis cultural, Thompson (2002) comprende el estudio de la constitución significativa de dichas formas simbólicas; es decir, sus rasgos estructurales internos, así como los contextos y procesos estructurados socialmente en que se insertan dichas formas. En este sentido, su objetivo es distinguir cinco aspectos constitutivos, características clave en virtud de las que las formas simbólicas se pueden considerar como fenómenos significativos, para cada una de ellas se dará un ejemplo.

  1. Intencional: las formas simbólicas son expresiones que un sujeto produce para otro(s) sujeto(s) para cumplir cierto objetivo o propósito. Giménez hace referencia, además, del complejo proceso de interpretación de la forma simbólica que puede generar una variación entre lo que el individuo productor quiso decir y lo que el individuo receptor entendió. Las letras de las canciones se elaboran de manera intencional por ciertos sujetos especializados con la finalidad de hacerlas populares y gozar de la aceptación del público al que se dirige; para ello se sirven de ritmos reconocidos por los jóvenes y de mezclas entre varios géneros e intérpretes, oferta que obedece a lógicas de mercado masivo que no repara en los discursos de denigración y violencia que se construyen contra la mujer, y que tienen el efecto de reforzar roles y estereotipos sexistas que configuran subjetividades de hombres y mujeres:

Título: La planta

Autor: Caos. Año: 2000. Género: Rock

“Y te pareces tanto, a una enredadera

en cualquier tronco te atoras y le das vueltas

con tus ramitas que se enredan donde quiera

y entre tanto ramerío ya te apodamos la ramera”

Título: Cuatro babys

Autor: Maluma. Año: 2016. Género: Trap

“Estoy enamorado de cuatro babies

siempre me dan lo que quiero

chingan cuando yo les digo

ninguna me pone pero”

  1. Convencional: la producción de formas simbólicas, así como su interpretación son procesos que siguen reglas y códigos; este conocimiento tácito y social permite que todos los individuos, en el curso de sus vidas, creen expresiones significativas y den sentido a las creadas por otros. De acuerdo con Giménez (2005), la aplicación de estas convenciones puede o no ser consciente, pero coincide en que son esquemas implícitos y presupuestos que sirven para generar e interpretar formas simbólicas. La música que escuchan los jóvenes se apega con un género, un tono o un propósito; se vuelven expresiones que deben cumplir con formatos específicos para permitir su decodificación colectiva y su popularidad; esto lo podemos encontrar en la música regional mexicana, caracterizada por cantarle a las emociones de la vida y asociar casi siempre a las mujeres con el dolor y alcohol:

Título: El carrito

Autor: Cadetes de Linares. Año: 2006

Género: Regional mexicano

“Vengo a decirle a la que no me supo amar

que chingue a su madre

ya la voy a abandonar

la eché en un carrito

que la fueran a tirar

lejos muy lejos

donde no vaya a apestar”

Título: Mujeres divinas

Autor: Vicente Fernández

Año: 1987. Género: Regional mexicano

“Hablando de mujeres y traiciones

se fueron consumiendo las botellas

pidieron que cantara mis canciones

y yo canté unas dos en contra de ellas”

  1. Estructural: las formas simbólicas son construcciones que presentan una estructura articulada en tanto se componen de elementos que guardan determinadas relaciones entre sí. Para Giménez, la estructura de una forma simbólica es un patrón de elementos en los que pueden distinguirse expresiones, enunciados o textos reales; conocer sus rasgos estructurales, su relación y las características de los sistemas simbólicos es una parte importante para la comprensión del significado transmitido por las formas simbólicas. No es gratuito que el pop sea uno de los géneros más populares entre los escuchas de música de todo el mundo, y que en sus letras haya una reverberación de los roles y estereotipos propios de lo masculino y lo femenino, representada muchas veces a través del éxito o fracaso en las relaciones amorosas:

Título: Perdón

Autor: Ha*Ash. Año: 2014. Género: Pop

“Hoy te pido perdón, perdón, perdón,

por haberte confiado sin dudar mi corazón,

entregar mi alma a tus brazos

por confiar mi cuerpo en tus manos”

Título: Mujer florero

Autor: Ella baila sola. Año: 1996. Género: Pop

“De mayor yo quiero ser mujer florero,

metidita en casita yo te espero.

Las zapatillas de cuadros preparadas,

todo limpio y muy bien hecha la cama”

  1. Referencial: las formas simbólicas son construcciones que típicamente representan, se refieren, dicen sobre algo y al hacerlo lo afirman o lo expresan, proyectan o retratan. Captar este sentido, señala Giménez (2005), tiene su dificultad, ya que requiere de una interpretación creativa más allá del análisis de los rasgos y elementos internos que intente explicar lo que se dice. Las letras de las canciones no son neutrales, hacen referencia a las relaciones, experiencias y vivencias de los géneros, tal como señala la investigadora Nelly Lucero Lara (s. p., citada en Ayala, s. a.):

Las letras de mayor impacto social –sobre todo por la injerencia de la industria musical– tienden a reproducir estereotipos de diversa índole, donde las mujeres ocupan un lugar preponderante […] Si escuchamos con atención –y por supuesto si lo hacemos desde una escucha crítica feminista– podremos constatar que son diversos los géneros en que la designación de las mujeres se realiza mediante palabras soeces y en muchos casos hasta grotescas. Son palabras que social y culturalmente se muestran como “inocentes” y hasta sin “valor”, como si las letras de las canciones no fueran en sí una manifestación de la violencia normalizada y naturalizada.

De manera literal o metafórica, se llega a manifestar un desprecio por las mujeres, que deriva en violencia feminicida:

Título: Todas mueren por mí

Autor: Cartel de Santa. Año: 2003 Género: Hip-hop

“Y es que es así,

todas mueren por mí.

Y es que es así,

todas mueren por ti

Hasta tú, perra

Y es que es así.

Todas mueren por mí, sí, sí”

Título: Ingrata

Autor: Café Tacuba. Año: 1994

Género: Rock

“Por eso ahora tendré que obsequiarte

un par de balazos pa’ que te duela

y aunque estoy triste por ya no tenerte

voy a estar contigo en tu funeral”

  1. Contextual: las formas simbólicas se insertan siempre en contextos y procesos sociohistóricos específicos en los cuales, y mediante los cuales, se producen y reciben. Giménez (2005) señala que incluso éstas pueden llevar las huellas de las relaciones sociales características de tal contexto. Las más complejas presuponen en general una serie de instituciones específicas que las producen, mediatizan y sostienen; circunstancias que también definen la interpretación de dicha forma. Los discursos musicales que escuchan los jóvenes hacen alusión a las circunstancias sociales características de su contexto, incluso apelan al falso empoderamiento que asumen algunas mujeres que reproducen estos discursos, a la pedofilia y al feminicidio:

Título: Soy tu sicaria

Autor: Ms Mina. Año: 2016

Género: Reguetón

“Que a ti te gusta cuando lo hago lento

wacho, yo lo siento, yo no pierdo tiempo

me guardo la pistola debajo de la falda

no quiero dinero, no me hace falta

cuando me preguntan si lo hago gratis

claro que no, guapi

soy tu sicaria, me pongo fina, échale agua

no hablo de la planta, hablo de la nalga”

Título: Ingrata

Autor: Café Tacuba. Año: 1994

Género: Rock

“Por eso ahora tendré que obsequiarte

un par de balazos pa’ que te duela

y aunque estoy triste por ya no tenerte

voy a estar contigo en tu funeral”

 

La producción y circulación de este tipo de formas simbólicas es posible gracias a la existencia de la industria musical apegada a fines lucrativos; a los medios de comunicación que sobreexponen casos de violencia contra la mujer sin perspectiva de género; a leyes que defienden la libertad de expresión aun cuando se producen discursos de odio; a la existencia de instituciones sociales, como el machismo y la misoginia. En este contexto, las plataformas tecnológicas y las redes sociodigitales se convierten en máquinas de importación y exportación que posibilitan un intercambio social de los discursos musicales a través del libre acceso y de las lógicas de mercado globales.

 

 A manera de propuesta

Las construcciones discursivas que circulan en la industria musical obedecen a lógicas comerciales para producir, vender y comprar, están alejadas de los derechos humanos y carentes, por supuesto, de cuotas de género, para un acceso igualitario de los medios de comunicación. Las letras de las canciones son tan solo una muestra de la misoginia que prevalece sobre las mujeres en todos los ámbitos sociales, ya sea denigrándolas, invisibilizándolas o asesinándolas.

Así como se han centrado grandes esfuerzos en la enseñanza de la lectoescritura en el sistema educativo, es importante que la alfabetización mediática transversalice nuestros programas de estudio de bachillerato. Es menester que nuestros alumnos desarrollen la lectura crítica y la concientización de este tipo de construcciones discursivas masivas que han edulcorado a través de ritmos musicales populares y pegajosos, el mensaje de cosificación y odio hacia la mujer.

El diseño de estrategias didácticas debe considerar diversas asignaturas, tales como Taller de Lectura, Redacción e Iniciación a la Investigación Documental (TLRIID), Lectura y Análisis de Textos Literarios, Filosofía, Historia, Psicología, Derecho, por poner sólo algunas opciones, para integrar una mirada transdisciplinar que cuestione, investigue, discuta y desactive estas construcciones culturales en el imaginario colectivo del alumnado, al tomar en cuenta los siguientes cuatro puntos:

  1. Colocar la mirada en las historias y las experiencias de las mujeres.
  2. Elaborar, con los alumnos, contranarrativas para generar nuevos patrones de representación sobre las mujeres.
  3. Contrarrestar el peso de los discursos de odio con referentes reivindicativos y liberadores.
  4. Diseñar campañas educativas integrales donde no sólo se apele a la mujer, sino también se enfoquen en mensajes para transformar las masculinidades que reproducen formas de machismo.

 Los procesos educativos, como componentes de lo social, tienen la capacidad de transformación y de unir esfuerzos para lograr una educación construida desde y para los derechos humanos. La promoción de una cultura de paz es un proceso permanente donde los medios de comunicación tienen amplia injerencia y responsabilidad, los mensajes que circulan son importantes recursos discursivos que bien podrían utilizarse como instrumentos para erradicar la violencia contra las mujeres y modificar así nuestra propia cultura. La alfabetización mediática debe ser parte de los programas educativos desde la educación básica para desarrollar la conciencia y la capacidad de las audiencias para decodificar la construcción, la intencionalidad, la difusión y los efectos de los mensajes.

REFERENCIAS

Casillas, M., Colorado, A., Molina, A. y Ortega, J. (s./f.). Las preferencias musicales de los estudiantes de la Universidad Veracruzana. Sociológica, 29(81). En: https://www.uv.mx/personal/mcasillas/files/2015/12/Preferencias-musicales.pdf (consultado el 10 de julio de 2020).

Corona, L. (12 de octubre de 2017). ¿Qué tipo de música escuchan los mexicanos según su edad? Expansión, s. p.

Giménez, G. (2005). Teoría y análisis de la cultura. México: Conaculta.

IAB. (2017). Estudio de Audio Digital 2017 – Young Millennials y Gen Z. En: https://www.iabmexico.com/wp-content/uploads/2018/02/IAB-Estudio-de-Audio-Digital-2017-Young-Millennials-y-Gen-Z-_-V-Prensa-2.pdf (consultado el 20 de julio de 2020).

IFPI. (2019). Music Listening 2019. Una mirada a la forma en que se disfruta la música grabada alrededor del mundo. En: https://www.ifpi.org/downloads/IFPI_MCS_2019_ESP.pdf (consultado el 15 de julio de 2020).

Lara, N. (s./f.). La denigración de las mujeres en música de banda norteña mexicana en Mujeres. Información con perspectiva de género y feminista. En: https://mujeresnet.info/2015/06/la-denigracion-de-las-mujeres-en-la-musica-de-banda-nortena-mexicana.html (consultado el 1 de julio de 2020).

Noguez, O. (2020). El amor que tienen los millennials por la música explicado en cifras. Revista Merca 2.0. En: https://www.merca20.com/el-amor-que-tienen-los-millennials-por-la-musica-explicado-en-cifras/ (consultado el 1 de julio de 2020).

Quiñones, J. P. (2019). Los mexicanos escuchan más música que el resto del mundo. De Majo Montemayor. En: https://majomontemayor.com/mexicanos-escuchan-mas-musica-que-mundo/ (consultado el 5 de julio de 2020).

Thompson, J. (2002). Ideología y cultura moderna. México: UAM.

 

Licenciada en Periodismo y Comunicación Colectiva (FES Acatlán) y Maestrante en Comunicación (Programa de Posgrado FCPyS-UNAM). Ha realizado diferentes diplomados y cursos sobre género, violencia y medios de comunicación.

Forma parte del Seminario “Axios y perspectiva de género” y ha impartido charlas acerca de la violencia escolar en distintas facultades y colegios de la UNAM.

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