Noticias falsas: Dióxido de cloro y lectura crítica

Arturo Fuentes Acosta

A mediados de agosto de 2020, un niño de cinco años de edad murió en un hospital en Argentina. Los médicos determinaron que la causa de muerte fue un fallo multiorgánico derivado de la ingesta de dióxido de cloro. Los padres le proporcionaron la sustancia para prevenir el Covid. Luego del deceso, el hospital reportó el incidente a la justicia. La Fiscalía de Homicidios de la localidad investiga el caso.

Un asunto similar aconteció en San Pedro, provincia de Jujuy, Argentina, donde un hombre de 50 años bebió litro y medio de dióxido de cloro. El cuerpo fue encontrado en su cama por sus familiares. Un amigo le recomendó la sustancia.

¿En qué coinciden ambos casos? En que se ubican en zonas rurales de Argentina, en que las dos personas ingirieron dióxido de cloro y en que fueron víctimas de la difusión de noticias falsas. 

El dióxido de cloro es una sustancia utilizada para blanquear papel o descontaminar construcciones; no obstante, en el último año se ha comercializado como un falso tratamiento contra el Covid-19 (véase imagen 1). Este producto se pone a la venta en Facebook e Instagram de diferentes países: México, Colombia, Argentina y Bolivia, pero por supuesto, se le pone un nombre que permita publicitarlo: Suplemento Mineral Milagroso.

La pretendida efectividad de esta sustancia se basa en dos cuestiones; por una parte, el cloro desinfecta al aplicarse en superficies, así que se piensa que al ingerirse también desinfectará el cuerpo; por otro lado, es un hecho que las personas con Covid tienen una baja oxigenación en la sangre, razón por la que algunos pretendidos investigadores, como Andreas Kalcker, afirman que el dióxido de cloro ayuda a oxigenar la sangre. No obstante, ninguna de las propuestas tiene evidencia científica que la respalde, sólo se trata de un par de pensamientos erróneos. Estos falsos tratamientos ponen de manifiesto hasta dónde pueden repercutir las noticias falsas: en el peor de los casos, se trata de una situación de vida o muerte y, aunque no todas las noticias falsas tienen consecuencias tan extremas, no se puede negar que resultan perjudiciales para la sociedad. Con lo anterior en mente, resulta necesario entender cómo avanzan, con el fin de saber cómo evitar su difusión.

En la actualidad, la mayor parte de las noticias se consumen por la Internet, principalmente por las redes sociales; sin embargo, la información que recibimos está sesgada. Según Fernández-García (2017), esta distorsión se puede describir a través de dos metáforas: los filtros burbuja y las cámaras de resonancia. 

En primer lugar, los filtros burbuja se refieren a lo siguiente: en la Internet, las noticias que aparecen en el muro, o los motores de búsqueda, están determinadas por un algoritmo, mismo que nos muestra las notas periodísticas en función de nuestros intereses, por lo tanto, en lugar de presentarse en una amplia variedad, los datos están tamizados. De esta manera se crea una burbuja que contiene la información que nos interesa. 

En segundo lugar, las cámaras de resonancia aluden al fenómeno en el que las noticias que recibimos no ponen en tela de juicio nuestros conocimientos sino que los confirman; así, “la exposición a un limitado contenido informativo hace que la gente crea que sus ideas se alinean con la visión dominante” (Fernández-García 2017, pág. 68).

Por supuesto, los filtros burbuja y las cámaras de resonancia amplían el impacto de las noticias falsas, como lo comenta Revilla Basurto (2020): “[s]u función y difusión tienen menos que ver con los elementos que aporta y su contribución a la comprensión del acontecer, y más con la revalidación y reivindicación de las opiniones que previamente ya tienen personas y grupos identificados”. 

Derivado de este estado de las cosas, surgió el concepto denominado como posverdad. Aquí, la evidencia tiene poca importancia para interpretación de la realidad y, por el contrario:

Implica la aceptación de información falsa, aun a sabiendas de que es falsa, y la toma de decisiones a partir de ella. […] es un contexto donde los llamados a la emoción y a las creencias personales influyen más que los hechos objetivos en la opinión pública (Rodríguez, 2019, pág. 50).

En consecuencia, “lo que importa es si la información se adapta a una cierta narrativa” (Fernández-García, 2017, pág. 70). ¿Cuál es esta narrativa? La que mejor se adapte a los intereses y las necesidades de quien recibe la información. Esta explicación proviene de la comunicación; sin embargo, la que ofreceré se centra en la recepción; es decir, en el proceso de lectura.

El conocimiento previo es fundamental para la lectura y resulta tan importante que, en caso de no tenerlo, la comprensión se obstaculiza. En esta línea de ideas, se constituye como un elemento imprescindible para hacer las inferencias necesarias y entender el texto; de esta manera, el conocimiento previo se almacena en la memoria y se activa en el proceso de lectura. Para que pueda recuperarse, el conocimiento se organiza en esquemas que se integran y relacionan entre sí. Existen dos tipos de esquemas: situacionales y conceptuales. 

Los esquemas situacionales se obtienen en la vida cotidiana, ya que se trata de situaciones concretas que ocurren en un contexto específico, con personajes típicos; por ejemplo, “comprar un artículo”. En relación con la lectura, resultan primordiales para la comprensión de textos narrativos.

Por su parte, los esquemas conceptuales se aprenden a través de la instrucción académica y se encuentran jerarquizados en conceptos que forman parte de una disciplina de conocimiento específico. Así, resultan importantes en los textos explicativos y argumentativos (Silvestri, 2004) y, por supuesto, el hecho de que se tengan los conocimientos previos no significa que sean correctos.

¿Cómo se relacionan las ideas anteriores con el caso del dióxido de cloro? Al enterarse (erróneamente) de que es un tratamiento contra el Covid, las personas que lo consumen recurren a su conocimiento previo; en este caso, acuden a un esquema situacional: los remedios caseros. Explico: una creencia común es que las enfermedades se pueden curar con un remedio simple: un té, una pomada o, bien, una sustancia como el Compuesto Mineral Milagroso. Por supuesto, este esquema se adquiere en la vida cotidiana a través de la experiencia. De tal forma que la premisa de fondo se puede expresar así: “Si un té de manzanilla cura mi dolor de estómago, el Suplemento Mineral Milagroso me va a proteger del Covid”. Así, la nueva información, aunque falsa, se incorpora y es compatible con sus esquemas situacionales.

La noticia falsa del dióxido de cloro también se engarza con los esquemas conceptuales del conocimiento previo, principalmente con dos conceptos: la propiedad desinfectante del cloro y la oxigenación en la sangre. 

El primer concepto se encuentra a caballo entre los esquemas situacionales y los conceptuales, ya que por experiencia sabemos que el cloro se utiliza para limpiar superficies. La parte en la que interviene el conocimiento académico es la siguiente: el cloro mata virus y bacterias, porque rompe la pared celular de los microorganismos; sin embargo, eso no significa que pueda desinfectar el cuerpo, al contrario, en ciertas cantidades resulta mortal. El segundo concepto se refiere a lo siguiente: la cantidad de oxígeno en la sangre se puede medir a través de un aparato denominado oxímetro. La relación entre este concepto y el Covid es que una baja oxigenación en la sangre es síntoma de la enfermedad, pero no hay evidencia científica de que el dióxido de cloro aumente los niveles de oxigenación en la sangre. 

Uniendo esta información con los procesos de lectura, se puede observar cómo no sólo es importante tener el conocimiento previo para comprender la información sino también resulta necesario saber cómo utilizarlo para generar las inferencias adecuadas. Frente a este panorama, ¿qué hacer contra las noticias falsas y sus perjuicios? No podemos tener control total sobre la información que se produce; sin embargo, sí es posible controlar la manera en que leemos. En este sentido, una forma de hacer frente a las noticias falsas es leer de forma crítica. 

En Tras las líneas (2006), Daniel Cassany revisa el concepto de literacidad crítica, aunque éste se sitúa en un contexto sociohistórico específico y, por lo tanto, se trata de un artefacto cultural con un propósito. En esta línea de ideas, el autor constituye un sujeto de carne y hueso con intenciones propias y, según esta concepción, el conocimiento no es neutro sino ideológico. En consecuencia, los objetivos educativos están encaminados a desarrollar una conciencia crítica en el alumnado.

¿Hay una forma concreta de aplicar la literacidad crítica a las noticias falsas? Cassany (2006) plantea 22 técnicas para la comprensión crítica: se trata de una serie de preguntas que el lector debe responder sobre el texto, con el propósito de construir una imagen más clara y reflexiva sobre las ideas ahí planteadas. Cabe aclarar que dicha propuesta está pensada para una amplia variedad de textos y no específicamente para las noticias falsas. Por consiguiente, no todas las técnicas resultan pertinentes para este tema. En este sentido, sólo tomaré las más representativas.

Para mostrar cómo utilizar la propuesta de Cassany, aplicaré algunas de las técnicas en una noticia falsa. El texto se titula “El dióxido de cloro es una posible solución a la pandemia, aseguró Andreas Kalcker”, y se trata de una entrevista realizada por Liliana Ledesma (2020) a un investigador fraudulento. El tema gira en torno a cómo la sustancia puede servir como cura ante el Covid. Para facilitar su lectura, la presento a manera de tabla. 

En conclusión, esta aplicación muestra cómo la literacidad crítica representa una herramienta efectiva. En este sentido, incorporar el pensamiento crítico en la lectura cotidiana de textos resulta fundamental en estos tiempos en que la entrega de información es desmedida. Así, como sociedad, podemos prevenirnos contra los perjuicios de las noticias falsas.

Referencias

Cassany, D. (2006). Tras las líneas: sobre la lectura contemporánea. Barcelona: Anagrama.

Excélsior. (17 de agosto de 2020). Muere niño tras ingerir dióxido de cloro ‘recetado’ por sus padres. Recuperado de: https://www.excelsior.com.mx/global/muere-nino-tras-ingerir-dioxido-de-cloro-recetado-por-sus-padres/1400326

Fernández-García, N. (2017). Fake news: una oportunidad para la alfabetización mediática. Nueva Sociedad (269). Recuperado de: https://nuso.org/media/articles/downloads/5.TC_Fernandez_269.pdf

Hernández Ortega, J. C. (2020) Fake news, desinformación y banalidad como fenómenos de desaceleración del actor comunicativo en la hipermedia. México: UNAM (tesis de Maestría en Comunicación).

La Razón. (13 de agosto de 2020). Muere hombre intoxicado tras beber dióxido de cloro como remedio contra el COVID-19. Recuperado de: https://www.razon.com.mx/virales/muere-hombre-beber-dioxido-cloro-remedio-covid-19-401426

Lauvergnier, Ch. (27 de julio de 2020). América Latina: el negocio del dióxido de cloro, el supuesto producto “milagroso” contra el Covid-19. France 24. Recuperado de: https://www.france24.com/es/20200727-latinoam%C3%A9rica-negocio-di%C3%B3xido-cloro-cura-covid19

Ledesma, L. (23 de julio de 2020). Coronavirus: “El dióxido de cloro es una posible solución a la pandemia”, aseguró Andreas Kalcker. Libertad Digital. Recuperado de: https://libertaddigital.com.ar/Notas/Nota/1235573144-coronavirus-el-dioxido-de-cloro-es-una-posible-solucion-a-la-pandemia-aseguro-andreas-kalcker

Revilla Basurto, M. A. (2020). Falsas noticias: Interferencias en la comunicación. Mediaciones: Revista académica de comunicación del CCH. Recuperado de: http://rwj.pgm.mybluehost.me/mediacionescch.com/2020/08/falsas-noticias-interferencias-en-la-comunicacion/?fbclid=IwAR1MstzVAEhqqS3AvAk4lmeRsQHl1TSbgjImy3rI8qSLnBVN2YN8Rp2URQ0

Rodríguez Torres, E. (2019). Las repercusiones de la trascendencia de las noticias falsas (fake news) para el manejo de la información en las plataformas digitales de los medios de comunicación de la Web 3.0. México: UNAM (tesis de Licenciatura en Ciencias de la Comunicación).

Silvestri, A. (2004). La comprensión del texto escrito. Problemas de enseñanza de la lengua y la literatura. Argentina: Universidad Nacional de Quilmes.

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