Comunicación, género y masculinidad(1) interseccional

Fernando Martínez Vázquez

Un europeo -dice- tiene la ciencia, el arte, la técnica, etcétera, etcétera;

aquí no tenemos nada de esto, pero… somos muy hombres.

Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura en México

Resumen

El presente texto expone algunas ideas acerca de la masculinidad y la masculinidad hegemónica, su relación con el lenguaje, la comunicación y sus posibilidades de enseñanza en el aula. 

Palabras clave: masculinidad, masculinidad hegemónica, lenguaje, comunicación.

Abstract: The following text discusses masculinity and hegemonic masculinity, its relation with language, communication and its teaching possibilities. 

Keywords: masculinity, hegemonic masculinity, language, communication.

Introducción 

La comunicación es la práctica esencial en la interacción humana, es la acción social que permite la construcción de acuerdos y la difusión del conocimiento. A través del desarrollo del lenguaje es como se construyó la cultura y la sociedad. La comunicación es una matriz, un campo de conocimiento desde el que se pueden analizar diversos fenómenos sociales, como es el género y la masculinidad. 

La masculinidad es una categoría central de análisis en la formación del estudiante de nivel medio superior y superior, porque le permite reflexionar acerca de sí mismo, del otro, así como de las implicaciones que tiene dicha condición en situaciones como la violencia contra mujeres, niñas y niños, la violencia entre hombres, los crímenes de odio, las muertes de hombres por enfermedades curables y situaciones cotidianas –pero igual de importantes–, como la expresión de sentimientos y las paternidades responsables y amorosas. En este escrito se aborda a la masculinidad y la masculinidad hegemónica desde la comunicación, y al final se plantean algunas propuestas de cómo incorporar estas categorías a la enseñanza de la comunicación en el Colegio de Ciencias y Humanidades. 

El género

Te he mandado que seas fuerte y valiente. 

No tengas, pues, miedo ni te acobardes, 

porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.

Josué 1: 9

El género, como categoría social, se compone por un conjunto de elementos constitutivos de las relaciones sociales: signos, símbolos, rituales, prácticas, normas, instituciones, formas de organización, procesos identitarios y de subjetivación que se basan en las diferencias entre los sexos. El género es una matriz desde la que se ejerce el poder, se significan los cuerpos, las vidas y los vínculos que establecen los individuos. La masculinidad es una forma en la que se expresa el género. La masculinidad está compuesta por un conjunto de significados atribuidos socialmente a los hombres en un momento histórico y en un espacio geográfico, por lo que están en permanente transformación. 

En un primer acercamiento conceptual, se entenderá por masculinidad lo que define el deber social de un hombre caracterizado por comportamientos, representaciones, prácticas y subjetividades que están basadas en un modelo que define el pensar, actuar y sentir de lo que significa ser varones, así como el papel que ocupan en la sociedad y el tipo de interrelación que deben tener con las mujeres a partir de la asignación de roles como padres, trabajadores, proveedores, jefes de hogar o líderes (Godínez, 2019, pág. 43).

La masculinidad implica una forma de entender la realidad, una manera de guiar el comportamiento a partir de convenciones y acuerdos que tienen un impacto en los cuerpos, las subjetividades, las prácticas y las relaciones sociales. Los hombres se ubican dentro de un sistema de género, un sistema de ideologías, identidades, relaciones androcentristas y heterosexistas.

Masculinidades hegemónicas

En la sala de un hospital, a las 9:43, nació Simón,

es el verano del 56, el orgullo de don Andrés, por ser varón…

Fue criado como los demás, con mano dura,

con severidad, nunca opinó

cuando crezcas vas a estudiar,

la misma vaina que tu papá, óyelo bien,

tendrás que ser, un gran varón…

El gran varón, Omar Alffano

La masculinidad hegemónica(2) está compuesta por discursos dominantes que legitiman una forma de entender el ser hombre y que se aceptan como naturales o normales: valores, creencias, prácticas, signos y símbolos a través de los que los varones –también las mujeres– socializan y construyen sus subjetividades e historias personales. Estos discursos se reproducen desde las instituciones sociales, como la familia, la escuela, la iglesia y los medios de comunicación masiva. 

La masculinidad hegemónica se relaciona, principal e históricamente, con un modelo de hombre blanco, clase media o alta, joven, heterosexual, valiente, agresivo, con poder y éxito. Los discursos hegemónicos de la masculinidad excluyen, desacreditan, minimizan y descalifican las formas, los rasgos, las actitudes, los comportamientos o los gustos que no cumplen con las características señaladas, como la homosexualidad, la sensibilidad, la expresión de afectos, el ejercer oficios y prácticas que históricamente se han considerado como no masculinas.(3)

La reproducción de las masculinidades hegemónicas se puede identificar en el empleo del lenguaje cotidiano, en palabras, frases o dichos que circulan en nuestras interacciones: términos como puto, joto, machín, o frases como “sé hombre”, “no llores como niña”, “niña el último”, etcétera. Las concepciones de masculinidad hegemónica predominan a manera de modelos de comportamientos, valoración y acción. 

Los modelos hegemónicos de ser hombre se imponen entre los propios hombres, quienes están bajo escrutinio y aprobación social. Los modelos de masculinidad se difunden, aceptan y reproducen en los procesos de socialización. La masculinidad se evalúa constantemente frente a otros hombres y mujeres en la vida cotidiana. 

De acuerdo con Brannon (1976) y Godínez (2019), la virilidad se puede caracterizar por los siguientes rasgos(4):

      • No debe sugerir feminidad ni homosexualidad.
      • Se debe ejercer la autoridad y ostentar el poder.
      • Implica éxito, riqueza y una buena posición social.
      • Consiste en controlar las emociones e inhibir la esfera afectiva.
      • Se debe mostrar osadía y agresividad.

En la adolescencia se reproducen los modelos hegemónicos de masculinidad a través de prácticas y actitudes violentas y agresivas, como pelearse, beber alcohol, consumir droga o asumir prácticas de riesgo para ratificar la hombría ante los demás(5). Aunque este tipo de prácticas no son generales, sí se reproducen en las escuelas o en los barrios que son los principales espacios de socialización de los jóvenes.

Comunicación y masculinidad 

Huele a HOMBRE HOMBRE de pies a cabeza.

Old Spice

 

La masculinidad se objetiva en el lenguaje, mediante él se nombra, apropia, comprende y reproduce. El lenguaje permite entender las relaciones entre objetos y personas, traza posibilidades de actuar con ellos y sobre ellos. 

El lenguaje es el elemento articulador de lo social y posibilita que los sujetos interactúen simbólicamente. Así, el proceso central de toda sociedad es la comunicación, ya que mediante ella se constituyen históricamente los acuerdos, las normas, los valores, símbolos, estereotipos y los imaginarios sociales, la cultura. Los significados y las prácticas relacionadas con la masculinidad hegemónica se socializan desde la comunicación por medio de las distintas instituciones sociales y en la vida cotidiana: familia, escuela, iglesia, medios de comunicación, redes sociodigitales, amigos, pareja y trabajo, entre muchos más.

De esta forma podemos plantear a la comunicación como una de las vertientes desde las que podemos pensar a la masculinidad, ya que desde la comunicación se abren y cierran las posibilidades de significación de las formas de ser hombre en nuestras vidas. Los modelos de masculinidad se comunican y aprenden en la vida cotidiana, en los procesos de crianza a partir de los que niñas y niños son educados por sus familias, principalmente por la madre y el padre, con juegos, juguetes, ropa, asignación de roles y labores domésticas.

Esta situación se prolonga en la escuela y se normaliza mediante la adopción de normas, principios y valores, en la vestimenta y el comportamiento que deben tener los hombres. Lo mismo sucede en la calle, el barrio, en los espacios públicos en que es necesario manifestar agresividad para hacerse respetar por lo otros, en particular cuando estos comportamientos son legítimos y válidos en espacios sociales donde predomina la violencia.

A partir de sus narrativas, los medios de comunicación difunden y reproducen los modelos hegemónicos de masculinidad; ratifican lo aprendido en la familia, escuela e iglesia, y establecen patrones de consumo en la sociedad. Entre estas narrativas podemos destacar aquellas relacionadas con la televisión, el cine, las plataformas streaming, los videojuegos, comics y otras manifestaciones culturales. 

Los modelos de masculinidad se concretan en estereotipos e historias de gran consumo: el héroe, villano, padre, hijo, profesional exitoso, amante incansable, amor imposible, etcétera. Los estereotipos naturalizan los valores simbólicos y los hacen parecer como válidos y deseables, siendo uno de los factores de enculturación más significativos en la sociedad actual.  

Un caso que merece especial atención por reproducir modelos hegemónicos de masculinidad, son los productos comunicativos relacionados con el narcotráfico, como series de televisión, películas, videoclips o canciones. Las narrativas del narco reproducen valores simbólicos de una hombría poderosa vinculada con el manejo de armas, el ejercicio de la violencia, la posesión de mujeres, riqueza, éxito, reconocimiento, popularidad y crueldad. En series como Narcos, Narcos México, El Chapo, El Señor de los cielos –entre muchas más–, y en los llamados narcorridos, hacen una exacerbación de una masculinidad hegemónica que tiene gran aceptación y consumo por millones de personas (Núñez, 2019). Los discursos del narco legitiman la masculinidad hegemónica, fomentan el respeto y la admiración por estos modelos de vida ligados a la delincuencia y la violencia. 

Las masculinidades hegemónicas permean toda la industria cultural, tanto las series de televisión, las telenovelas y los géneros musicales, y se concretan en los estereotipos que todos conocemos: el héroe, galán, profesionista exitoso, hombre infiel, borracho y mujeriego, narcotraficante, etcétera. Pero, en este caso, las narrativas mediáticas no difunden sólo un modelo único de masculinidad, porque existen contenidos distintos dirigidos sobre todo a personas jóvenes. Si bien estos consumos no son tan frecuentes ni predominan, han ofrecido formas distintas de entender y concebir a la masculinidad con protagonistas gay, hombres responsables de las actividades del hogar y de la crianza, hombres desempeñando actividades consideradas históricamente femeninas, etcétera(6).

Por su parte, las redes sociodigitales, en particular Tik Tok y Twitter, se han convertido en espacios alternativos de expresión e interacción para formas de masculinidad no hegemónicas. Las posibilidades de libertad, flexibilidad, creatividad e interacción en la red han permitido e impulsado la construcción de espacios digitales en que circulan formas distintas a la masculinidad hegemónica entre las comunidades de consumidores, en el fenómeno del fandom y otras formas de expresión ligadas al arte y entretenimiento.

La masculinidad en la escuela

There must be those among whom we can sit down

and weep and still be counted as warriors.

Adrienne Rich

Ante este panorama es necesario incorporar la categoría de masculinidad al aula, que ha estado ausente en los diseños curriculares y en los espacios de reflexión. Es una necesidad imperante analizar las formas de socialización y construcción social de lo masculino en un país donde predominan los feminicidios, la violencia doméstica, la violencia común, el narcotráfico, los asesinatos entre hombres, los crímenes de odio, la ausencia de padres, el acoso y otras prácticas relacionadas con la masculinidad hegemónica. 

Desde la perspectiva de la comunicación se pueden trabajar los siguientes ejes temáticos:

        1. El discurso. Analizar los usos de palabras, frases, dichos o términos coloquiales, desde los que se construyen y reproducen las masculinidades hegemónicas.
        2. La vida cotidiana. Analizar los procesos que realizamos diariamente para identificar cómo se reproducen las masculinidades hegemónicas, considerando a la familia, el barrio y la escuela como núcleos de reproducción simbólica.
        3. Identidades. Considerar cómo se ha construido la masculinidad propia (o la del otro) a partir de los procesos de socialización, en contraste con las condiciones de las mujeres y otras formas de masculinidad no hegemónica. En este caso es necesario retomar categorías centrales, como identidad, otredad e intersubjetividad. 
        4. Reconocer los privilegios y las cargas sociales, psicológicas y económicas que implica la masculinidad hegemónica.
        5. Los discursos de los medios de comunicación. Analizar los mensajes de radio, televisión, prensa, servicios streaming, publicidad, canciones populares, etcétera, para identificar cómo se reproducen las formas hegemónicas de masculinidad. 
        6. Analizar los estereotipos de héroes en contraste con las heroínas, considerando las narrativas de los grandes relatos de ficción que se difunden y consumen en los medios de comunicación masivos. 
        7. Explorar las expresiones alternativas a la masculinidad hegemónica que circulan en las redes sociodigitales, en particular el caso de Tik Tok y Twitter.
        8. Incorporar y promover opciones de lectura y propuestas cinematográficas que difundan narrativas de masculinidad alternativas.
        9. Emplear el aprendizaje basado en proyectos o basado en problemas, considerando propuestas de investigación o de intervención basadas en situaciones relacionadas con la masculinidad.
      1. Estas son algunas ideas que pueden considerarse en las clases y los programas de Taller de Comunicación I y II, aunque es necesario que se incorpore de manera explícita y transversal la categoría de género en ambas asignaturas, se forme a los docentes en esta área de conocimiento, se genere material didáctico para el alumnado y se implemente en el salón de clase. 

Conclusión 

Abordar las masculinidades es un asunto pendiente en el Colegio de Ciencias y Humanidades, en particular en las asignaturas de ciencias sociales, humanidades y las que tratan como tema central el lenguaje. Reflexionar acerca de las cargas sociales y privilegios que conlleva el identificarse con algún tipo de masculinidad implica un ejercicio necesario de análisis y diálogo para todos.

En varios de sus escritos acerca de la comunicación en América Latina, Jesús Martín Barbero planteó la necesidad de romper las lógicas dualistas, por lo menos de manera simbólica, y en el caso del género es necesario pensar en todas sus posibilidades de diversificación, más allá de las formas hegemónicas de entender la masculinidad y la feminidad. Para lograrlo se requiere trabajar desde la perspectiva de la otredad, la intersubjetividad, la identidad y el lenguaje. Lo anterior es fundamental en el caso de la educación con adolescentes, porque abre un panorama amplio para el cambio y la conformación de ciudadanías responsables y críticas que contribuyan a cambiar su realidad y las condiciones en las que vivimos en México.

En este sentido, la comunicación como disciplina, campo de conocimiento y asignatura que es parte del CCH, tiene un gran trabajo por realizar. Es importante dimensionar la alfabetización mediática, social y cultural de los jóvenes, de manera que se visibilicen las situaciones en las que viven y sean capaces de transformarlas con una conciencia crítica y acciones que incidan en su ser personas críticas, analíticas y propositivas. 

PIE DE PÁGINA

(1)  Una versión de este texto se publicó en la revista Figuras. Revista académica de investigación. Facultad de Estudios Superiores Acatlán, UNAM, Vol. 4 Núm. 2 (2023) Marzo-junio 2023

(2)  El concepto de hegemonía implica un proceso en el que los sujetos asumen como válidas las creencias, los valores y las prácticas que se difunden como aceptables en un momento histórico y, al aceptarlas como propias, participan en la construcción de su legitimidad, porque asumen como normales las formas de vida que difunden a través de las instituciones sociales y en la vida cotidiana.

(3) México es uno de los países con mayores índices de violencia en contra de la comunidad lésbica, gay, bisexual y transexual; estos comportamientos homofóbicos muestras la intolerancia que existe hacia formas alternativas de vivir la sexualidad y de comprender el cuerpo de forma distinta a las legitimadas por el poder históricamente.

(4) En el caso de la paternidad se plantean los siguientes rasgos: ser proveedor, un rol asignado que consiste en proporcionar recursos económicos para el sustento familiar y la reproducción del hogar; ejercer la autoridad, toma de decisiones en relación con las acciones a seguir en la familia; Castigar, en muchos casos en las familias tradicionales el padre es quien debe ejercer la violencia para reprender a los miembros que transgreden las normas; Guía y don de mando, el padre debe ser un guía y referente hacia los hijos y cumplir con sus responsabilidades; prueba de heterosexualidad, tener hijos es una prueba de virilidad y heterosexualidad, demuestra que tiene el poder de fecundar, y Negar la satisfacción y el gozo, una parte importante es que el hombre debe nulificar sus sentimientos (Godínez, 2019).

(5) Una línea de investigación no explorada suficientemente es la relación que existe entre masculinidad y reprobación, porque se ha encontrado que entre los estudiantes hombres es más frecuente que se repitan actitudes y comportamientos, como no entrar a clase, no cumplir con las tareas, reprobar asignaturas y beber alcohol. Se intuye que esos comportamientos pueden estar asociados a procesos de valoración de la masculinidad en la adolescencia.

(6)  Hay una diversidad de series que han dado cabida a masculinidades distintas a las hegemónicas, como es el caso de las mexicanas XY y Guerra de castas; otras extranjeras son Sex education, Elite, Please Like Me, Dispatches from elsewhere y Chucky. El que existan opciones en las narrativas mediáticas es ya un paso a la aceptación de formas distintas de ser hombre a la hegemónica.

REFERENCIAS

Arias Hernández, L. A. y Olarte Ramos, C. A. (2019). Género y mediación: la figura masculina en televisión. Espacio I+D, Innovación más Desarrollo, 8(21). En: https://doi.org/10.31644/IMASD.21.2019.a03

Godínez Guzmán, O. I. (enero-junio de 2019). Viejas prácticas, nuevos discursos sobre el ejercicio paterno. Estudio de caso: Instituto Politécnico Nacional, México. Antropología Cuadernos de investigación, 21, 42-62.

List Reyes, M. (2004). Masculinidades diversas. Revista de Estudios de Género. La ventana, (20), 101-117. En: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=88402005 (consultado el 8 de enero de 2022).

Montesinos, R. (2002). La masculinidad ante una nueva Era. El Cotidiano, 18(113), 37-46. En: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=32511305 (consultado el 8 de enero de 2022).

Núñez Noriega, G. (2016). Los estudios de género de los hombres y las masculinidades: ¿qué son y qué estudian? Culturales, IV(1), 9-31. En: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=69445150001 (consultado el 20 de enero de 2022).

Núñez Noriega, G. y Espinoza Cid, C. E. (2017). El narcotráfico como dispositivo de poder sexo-genérico: crimen organizado, masculinidad y teoría queer. Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género de El Colegio de México, 3(5), 90-128. En: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=569560578004 (consultado el 20 de enero de 2022).

Pazos-Cárdenas, M. (2021). Necropolítica y capitalismo gore en la región del Pacífico sur colombiano. Sociedad y economía, (42). En: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=99668843004 (consultado el 20 de enero de 2022).

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