Comunicación y género: un análisis desde lo interseccional
Sahira Jiménez
En este escrito parto de la idea de analizar la categoría género en la intersección con las múltiples violencias que afectan a las mujeres, y no ubicarla como una categoría universal de violencia. Analizo algunos aportes de los estudios en género y comunicación que me permitieron, en mi investigación de tesis de licenciatura “Análisis de la producción y los discursos (textual y de la imagen) de la campaña HeForShe de la ONU Mujeres desde los feminismos descoloniales”, identificar los elementos que retoma la campaña HeForShe para abordar las problemáticas en torno al género, en particular la erradicación de las violencias en contra de mujeres en América Latina.
Los estudios de comunicación y género se dirigen al análisis de la comunicación mediada: televisión, radio, periódico, publicidad y propaganda, y también a los nuevos medios de comunicación, como las redes sociales. Éstos empiezan a gestar en el marco de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, que se realizó en Beijing en 1995, dirigida por Naciones Unidas, darle atención a las demandas del movimiento feminista y a que sus problemas fueran parte de la agenda de los medios; allí se acordó que las mujeres tendrían mayor participación en la producción de programas. Uno de los objetivos acordados y agendados en esa Cuarta Conferencia fue: “aumentar el acceso de la mujer y su participación en la expresión de sus ideas y la adopción de decisiones en los medios de difusión y por conducto de ellos, así como en las nuevas tecnologías de comunicación” (ONU Mujeres, 1995, pág. 172).
Las investigaciones en torno al género y a la comunicación han avanzado más en Europa; por ejemplo, algunas estudiosas del género y comunicación, como Sally Burch (1992), periodista británica, señalan que estos estudios inician en la década de 1970 en Europa y en la década de 1980 en América Latina, con el movimiento de mujeres, aunque más tarde fueron “consagrados” por la ONU. Se propone entonces la “Red de comunicación de género”:
Estas redes han formulado cuestionamientos y reflexiones sobre la comunicación, entre los que se destacan: –una exigencia a los medios a reconocer la responsabilidad social que les corresponde al reforzar o contrarrestar los prejuicios y estereotipos; –un cuestionamiento a la falta de equilibrio social en las estructuras de poder de los medios y sistemas de comunicación; –una reflexión sobre el uso del lenguaje y su poder de formar la conciencia e identidad; –un enfoque sobre las nuevas tecnologías de comunicación que las ubica como estratégicas para la acción social (Burch, 1999, pág. 2).
Por su parte, Sara Lovera, feminista y periodista mexicana, señala que los estudios en género y comunicación buscan incorporar a las mujeres al mundo de la comunicación mediada a través de “estrategias planificadas”:
Fomentar la organización de las trabajadoras de la escritura y el manejo de los medios: periodistas, escritoras, publicistas e intelectuales unidas para expandir nuestras voces. Usar el método de la inducción, educar en feminismo a las comunicadoras y educar en femenino a los comunicadores, posibles potentes aliados para el cambio de nuestra representación en los medios (Lovera, 2007, pág. 23).
Siguiendo la lógica de la autora, me parece fundamental poner en debate bajo qué lecturas del feminismo se debe educar a las comunicadoras, si desde el feminismo occidental o desde los feminismos disidentes de América Latina, como el feminismo comunitario o descolonial. Con estas lecturas puede cambiar la propuesta de la autora, porque si se educa desde el discurso occidental, creo que seguirán reproduciendo los estereotipos marcados por los massmedia. Si se educa desde otro contexto social, político, geográfico, situado, tomando en cuenta particularidades de mujeres Otras, me parece que la forma en que se comunica puede cambiar.
Por ejemplo, en países latinoamericanos, como México, existen propuestas contrahegemónicas, como las radios comunitarias, que alientan a la toma de conciencia y a la denuncia: por la expropiación de tierras ancestrales, la explotación de sus recursos naturales, la violencia hacia la madre tierra y hacia el territorio cuerpo de las mujeres. La forma de comunicar es Otra, otra que no cabe en los objetivos de la ONU Mujeres que insiste, entre otras cosas, en darle acceso a las mujeres de todo el mundo a los medios de comunicación, para tener mayor participación en los espacios públicos, pero en lo privado las siguen reprimiendo y asesinando. Es importante proponer más estudios contrahegemónicos sobre género y comunicación.
Siguiendo con los aportes del género y de la comunicación, algunas profesoras como Aimée Vega (2007), comunicóloga feminista, señala que el estudio del género y de la comunicación surge en función de la falta de mujeres como productoras de mensajes dentro de los medios de comunicación, afirma que el objetivo central de los estudios de género y comunicación es: “analizar, con perspectiva de género, la participación de las mujeres como productoras de contenidos, y también la representación de la mujer en los medios de comunicación masiva” (Vega, 2007, pág. 3); es decir, el estereotipo femenino o de género (1) que se presenta a través de dichos medios.
Los estudios en género y comunicación se centran, según Aimée Vega (2007), en su texto Género y Comunicación. Las claves para una agenda académica, política y personal de investigación, en tres procesos de la comunicación mediada: la producción, el mensaje y la recepción. Dichos procesos colaboran con la identificación de la representación de las mujeres en el contenido de los programas de los medios masivos, y lo que se busca a partir de esto es la erradicación de los contenidos que violenten a mujeres y niñas, que muestren mujeres reales, como protagonistas de su propia realidad. Otro de los aportes de los estudios de género y comunicación es la producción del mensaje que, si lo situamos desde la economía política crítica de la comunicación, se visibiliza y se puede tener un panorama de quiénes son los creadores de contenido; es decir, “existe una relación directa entre la propiedad del medio y los contenidos que son producidos” (Vega, 2007, pág. 5). Éste me parece un elemento importante de estudiar, ya que se puede analizar desde dónde y bajo qué aspectos culturales, sociales, políticos y económicos se crea una televisora para entender cómo se gestan sus contenidos y luego cómo impactan en el proceso de recepción.
Puesto que el estudio del género y de la comunicación se centra principalmente en el análisis de la comunicación mediada, Aimée Vega afirma que la participación de las mujeres en las decisiones de las grandes empresas de medios de comunicación, o que sean más mujeres produciendo mensajes para una televisora o cualquier otro medio, no es el camino para que logren un empoderamiento y una vida más igualitaria, sino que al existir las nuevas tecnologías, como la Internet, las mujeres han sido productoras, directoras, creadoras etcétera, donde hacen visibles sus propias problemáticas como mujeres.
Insistimos en creer que su lucha por el desarrollo y autonomía está unido a la necesidad de sentirse libres y expresarse, mandato en que se sustenta el desarrollo de los estudios sobre Género y Comunicación y de su triple intencionalidad: que es académica, política y también personal (Vega, 2007, pág. 9).
Por eso la importancia de que algunas autoras analicen las formas de representación de las mujeres en los medios. En ese sentido, Adriana Peimbert (2015), profesora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), afirma en su ensayo Trazando líneas de acción para combatir la reproducción mediática de los estereotipos de género que, a partir de la contribución de los medios masivos en la reproducción del estereotipo de género, éstos deben tomar medidas para no transmitir mensajes que reproduzcan estereotipos. La autora señala que, además de la iglesia, la familia y la escuela, los medios masivos de comunicación son parte de los instrumentos que apoyan, reafirman y legitimizan los estereotipos de género. Asevera que existen cinco dimensiones mediáticas donde se puede visibilizar la reproducción de los estereotipos de género:
“a) Las mujeres y los hombres que trabajan en los medios de comunicación. b) La representación e imagen que de las mujeres se hace en los contenidos mediáticos. c) El lenguaje sexista. d) La violencia de género. e) La imagen que se transmite de mujeres y hombres a través de la publicidad” (Peimbert, 2015, pág. 131).
Puesto que las dos autoras antes citadas aluden al estudio del Género y de la Comunicación desde la comunicación mediada, me parece importante mencionar que habrá que llevar más lejos las discusiones en cuanto al género y a la comunicación, ya que pienso e insisto en que no sólo somos violentadas por nuestro género sino que se cruza nuestra raza, clase social, etnia y sexualidad; es preciso señalar que la comunicación es compleja, porque no nada más tenemos que centrarnos en la comunicación mediada, sino es necesario analizar el proceso comunicativo cotidiano; por ejemplo, la comunicación intercultural es una manera de visibilizar las violencias específicas no sólo de mujeres sino de lo que sea distinto a lo establecido. A esta idea, Cynthia Pech (2016, pág. 18), profesora, comunicóloga y filósofa feminista, señala que:
En este marco, adquiere importancia la propuesta de la comunicación intercultural. La clave de la comunicación intercultural es la interacción con lo distinto más que sólo a situaciones comunicativas donde interactúan dos personas procedentes de matrices culturales geográficas distintas. La comunicación intercultural no sólo se da entre interactuantes de procedencia geográfica distinta, sino de los lugares –tanto objetivos como subjetivos o simbólicos– desde los que éstos se comunican.
Entonces, la violencia también se perpetúa en las relaciones cotidianas interpersonales, que en parte son la reproducción de lo que se nos muestra en los medios masivos y de lo que aprendemos en casa. Me parece importante rescatar el análisis que hace la profesora Cynthia Pech en torno a las violencias que nos atraviesan por no pertenecer a la cultura hegemónica dominante, ya que estamos marcadas por siglos de colonialismo; con esto me refiero a que el estudio de la comunicación debe partir desde su complejidad. Lo que no indica que le reste importancia a los estudios de género y comunicación, sino que es necesario abrir discusiones en torno a la complejidad de la comunicación desde nuestra interculturalidad/intersección, y cuestionar las agendas en torno al “género” de organismos internacionales.
La complejidad de la comunicación tiene que ver con tomar en cuenta que la categoría género no es representada por un individuo, sino que se construye y representa por una relación social: “[el] género construye una relación entre entidad y otras entidades que están ya construidas como clase y tal relación es de pertenencia” (De Lauretis, 2000, pág. 37); es decir, nos asumimos como Mujeres por naturaleza y cultura a partir de una ideología de género. La autora, en su texto Tecnologías de Género (2000), retoma a Althusser para desarrollar la ideología de género, quien dice que la ideología:
Representa no el “sistema de relaciones reales que gobiernan la existencia de los individuos, sino la relación imaginaria de los individuos con las relaciones reales en las que viven” y que gobiernan su existencia, estaba describiendo también […] el funcionamiento del género (Althusser, 1971, pág. 171, citado en De Lauretis, 2000, pág. 39).
Veamos entonces cómo se construyen los estudios en torno al género y la comunicación, tomando en cuenta que el concepto se institucionaliza en Occidente, donde poco se toman en cuenta las particularidades y diferencias de todas las mujeres.
El género como categoría de análisis para la comunicación y la cultura se puede retomar desde las interacciones interpersonales, y el intercambio de códigos culturales, si tomamos el género como categoría social, como un conjunto de opresiones, con su complejidad y su representación. Para la comunicación, el género es una categoría que está entretejida con la clase, la raza, la etnia, la sexualidad, la que se acompaña en el proceso de comunicación interpersonal y no sólo en los medios masivos y en las campañas propagandísticas. Justamente, las organizaciones gubernamentales, como la ONU Mujeres, se han apropiado, de cierta manera, de la categoría género para la creación de campañas que busquen erradicar la violencia contra de las mujeres, así como algunos estudios en género y comunicación se centran en las industrias culturales; por ejemplo, Aimée Vega señala, en su texto Medios de Comunicación y Nuevas Tecnologías, que la línea de investigación en género, medios y nuevas tecnologías se aborda desde la academia y la política. En la academia se hacen los análisis que tienen relación entre género, poder y comunicación, y el estudio de las nuevas tecnologías, como la Internet (2), se hace desde la Comunicación.
Y en la política, desde la promoción de la “igualdad de género y los derechos humanos de las mujeres”. Siguiendo esa línea política del género, es necesario hacer análisis desde la academia cuestionando el uso de la categoría género, porque en estos tiempos de violencia, en particular en México, las instituciones gubernamentales han ponderado la “igualdad de género” e insistido también en la “paridad de género”. A partir de esos discursos institucionalistas, es donde surge mi insistencia en abordar los estudios de género y comunicación desde la complejidad de la comunicación y la categoría “género” desde sus complejidades.
De esta manera, el género como categoría de análisis de la comunicación se puede abordar desde las relaciones interpersonales, interculturales e interseccionales, y con ello analizar los medios de comunicación y las nuevas tecnologías; es decir, aterrizar los discursos mediáticos a la realidad situada y específica de las mujeres que son y somos violentadas por nuestro ser sexual-cultural y también por nuestro color de piel, nuestra clase social y nuestro origen geográfico.
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(1) Adriana Peimbert, se refiere al estereotipo de género y lo define como: “Los estereotipos de género ‘guían’ y ‘moldean’ la vida de las mujeres y de los hombres. Los estereotipos genéricos establecen qué actividades son apropiadas emprender, qué sentimientos se deben mostrar, qué actitudes se deben tener, qué tipo de lenguaje se debe emplear, entre otros aspectos. Así se espera que las mujeres sean femeninas; tengan instinto maternal; se hagan cargo del cuidado de las y los hijos, así como de otros miembros de la familia; se les indica que su lugar primordial está en la casa; entre otras características. En tanto de los hombres se espera que sean proveedores; que mantengan a la familia; que sean valientes; que sean inteligentes; no se les asignan tareas domésticas ni el cuidado de las y los hijos, entre otros atributos” (Peimbert, 2015, pág. 130).
(2) En este sentido, la autora señala que las nuevas tecnologías “son hoy parte del ambiente de la violencia de género” y que en entre esas nuevas tecnologías se encuentra: “la circulación de pornografía y videojuegos, crímenes a periodistas en los países con conflictos con los derechos humanos, los medios comunitarios como herramientas para el empoderamiento de las mujeres y mujeres activistas que defienden sus contenidos en internet” (Vega, 2016, pág. 225). ¿De verdad queremos tener poder? ¡Queremos ya no aparecer tiradas como basura en un baldío!, ¡queremos no pasar por discriminaciones por disfrutar de las muchas formas de ser mujer!, ¡no queremos ser golpeadas por alguien que dice “amarnos”!, y la lista puede seguir.
REFERENCIAS
Burch, S. (1999). Género y Comunicación: La agenda de las mujeres en comunicación para el nuevo siglo. Universidad Andina Simón Bolívar. Ponencia presentada en Nuevas tendencias y escenarios de la comunicación en el umbral del tercer milenio.
De Lauretis, T. (2000). “Tecnologías del género”. En Cuadernos inacabados. Madrid: Horas y HORAS Editorial.
Lovera. S. (2007). Comunicación y género. El reto de este siglo denominado de la sociedad de la información. En: https://dialnet.uniroja.es>descarga>artículo
ONU Mujeres. (2012). “Movimientos de mujeres.” En Liderazgo y participación política. En: http://www.unwomen.org/es/what-we-do//easdership-and-political-participation/womens-movements
Peimbert, A. (2015). Trazando líneas de acción para combatir la reproducción mediática de los estereotipos de género. Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género (ponencia).
Pech, C. (2016). “Los escenarios de la comunicación intercultural”. En M. Rizo y V. Romeu. Manual de comunicación intercultural. Introducción a sus conceptos, teorías y aplicaciones. México: UACM.
Vega. A. (2007). Género y Comunicación. Las claves de una agenda académica, política y personal de investigación. París. Ponencia presentada en la 50 Conferencia Internacional de la Asociación Internacional de Investigación en Medios de Comunicación (AMCR).
—. (2016). “Medios de comunicación y nuevas tecnologías”. En H. Moreno y E. Alcántara (coord.). Conceptos clave en los estudios de género. Vol. 1. México: UNAM.